jueves, 29 de marzo de 2012

Laborem exercens (II)


IV. DERECHOS DE LOS HOMBRES DEL TRABAJO


16. En el amplio contexto de los derechos humanos
El trabajo es un deber, pero también una fuente de derechos en los que hay que tener presente, ante todo la relación empresario-trabajador. Podemos distinguir entre: empresario directo, con quien el trabjador estipula directamente el contrato de trabajo y empresario indirecto, conjunto de factores que influyen de algún modo con el contrato o con las relaciones de trabajo.

17. Empresario "indirecto" y "directo"
El concepto de empresario indirecto se puede aplicar a sociedades y, en primer lugar al Estado por su influencia en el mundo del trabajo tanto a nivel nacional como internacional donde origina relaciones que crean a su vez dependencias recíprocas (...) Tal sistema de dependencias recíprocas es normal en sí mismo, pero puede convertirse fácilmente en ocasión para diversas formas de explotación o de injusticia (...) Por ejemplo, los países altamente industrializados y, más aún, las empresas multinacionales, ponen precios lo más alto posibles para sus productos, mientras procuran establecer precios lo más bajo posibles para las materias primas o a medio elaborar, lo cual, entre otras causas, tiene como resultado una desproporción cada vez mayor entre los réditos nacionales de los respectivos países. La distancia entre la mayor parte de los países ricos y los países más pobres no disminuye ni se nivela, sino que aumenta cada vez más.


18. El problema del empleo
Considerando los derechos de los hombres del trabajo, en relación con el empresario directo, se debe prestar atención en primer lugar a un problema fundamental: encontrar un empleo adecuado para todos los sujetos capaces de él. (...) El cometido del empresario indirecto es actuar contra el desempleo, lo cual es siempre un mal, cuando no una verdadera calamidad social.
La obligación de prestar subsidio a favor de los desocupados y sus familias es una obligación que brota del principio fundamental del orden moral en este campo, esto es, del principio de uso común de los bienes (...) Para salir al paso del peligro del desempleo, el empresario indirecto debe proveer una planificación global con referencia a la disponibilidad de trabajo (...) Esta solicitud global carga en definitiva sobre las espaldas del Estado, pero no puede significar una centralización llevada a cabo unilateralmente por los poderes públicos. Se trata más bien de una coordinación, justa y racional,  en cuyo marco debe ser garantizada la iniciativa de las personas, de los grupos libres, de los centros locales de trabajo...

De un modo similar  hay que actuar en el marco de la colaboración internacional mediante los necesarios tratados y acuerdos. También en esto es necesario que el criterio a seguir sea cada vez más el trabajo humano, entendido como un derecho fundamental de todos los hombres (...) de manera que el nivel de vida de los trabajadores en las sociedades presente cada vez menos esas irritantes diferencias que son injustas y aptas para provocar incluso violentas reacciones.

Echando una mirada sobre la familia humana entera, no podemos menos que quedar impresionados ante un hecho desconcertante: mientras por una parte siguen sin utilizarse conspicuos recursos de la naturaleza, existen por otra grupos enteros de desocupados y un sinfín de multitudes hambrientas: un hecho que atestigua sin duda el que, dentro de las comunidades políticas como en las relaciones existentes entre ellas a nivel mundial hay algo que no funciona y, concretamente, en los puntos más críticos y de mayor relieve social.

19. Salario y otras prestaciones sociales
El problema clave de la ética social es el de la justa remuneración por el trabajo realizado (...) A este respecto volvemos de nuevo al primer principio de todo el ordenamiento ético-social: el principio del uso común de los bienes (...) la remuneración del trabajo sigue siendo una vía concreta a través de la cual, la gran mayoría de los hombres puede acceder a los bienes de la naturaleza o a los que son fruto de la producción (...) De aquí que, precisamente el salario justo se convierta en todo caso en la verificación concreta (y en cierto sentido la verificación clave) de la justicia de todo el sistema socio-económico. Tal verificación afecta sobre todo a la familia (...) Tal remuneración puede hacerse bien sea mediante el llamado salario familiar -salario dado al cabeza de familia que sea suficiente para las necesidades de la familia- (...) bien sea mediante otras medidas sociales, como subsidios familiares o ayudas a la madre que se dedica exclusivamente a la familia (...) La experiencia confirma que hay que esforzarse por la revalorización social de las funciones maternas.

20. Importancia de los sindicatos
Sobre la base de todos estos derechos brota aún otro: el derecho a asociarse, formando asociaciones que tengan como finalidad la defensa de los intereses vitales de los trabajadores (...) los sindicatos modernos han crecido sobre la base de la lucha de los trabajadores -ante todo de los trabajadores industriales- para la tutela de sus justos derechos frente a los empresarios y a los propietarios de los medios de producción (...) La experiencia histórica enseña que las organizaciones de este tipo son  un elemento indispensable de la vida social, especialmente en las sociedades modernas industrializadas.

La doctrina social católica no considera que los sindicatos constituyan únicamente el reflejo de la estructura de "clase" de la sociedad y que sean un exponente de la lucha de clases que gobierna inevitablemente la vida social. Sí son un exponente de la lucha por la justicia social (...) Sin embargo, esta "lucha" debe ser vista como una dedicación normal "en favor" del justo bien (...) no una lucha "contra" los demás (...) El trabajo humano tiene como característica propia que une a los hombres y en esto consiste su fuerza social: la fuerza de construir una comunidad (...) A la luz de esta fundamental estructura de todo trabajo, la unión de los hombres para asegurarse los derechos que les corresponden, sigue siendo un factor constructivo del orden social y de solidaridad, del que no es posible prescindir.

Los justos esfuerzos por asegurar los derechos de los trabajadores, deben tener siempre en cuenta las limitaciones que impone la situación económica del país. Las exigencias sindicales no pueden transformarse en una especie de egoísmo de grupo o de clase, por más que puedan y deban tender a corregir todo lo que es defectuoso en el sistema de propiedad de los medios de producción (...) En este sentido la actividad de los sindicatos entra indudablemente en el campo de la política, entendida ésta como una prudente solicitud por el bien común. Pero al mismo tiempo, el cometido de los sindicatos no es "hacer política" en el sentido que se da hoy comunmente a esta expresión. Los sindicatos no tienen carácter de "partidos políticos" que luchan por el poder y no deberían ni siquiera ser sometidos a las decisiones de los partidos políticos o tener vínculos demasiado estrechos con ellos.

Actuando en favor de los justos derechos de sus miembros, los sindicatos se sirven también  del método de la "huelga", es decir, del bloqueo del trabajo, como de una especie de ultimátum dirigido a los órganos competentes y sobre todo a los empresarios. Este es un método reconocido por la doctrina social católica como legítimo en las debidas condiciones y en los justos límites.

21. Dignidad del trabajo agrícola
El trabajo del campo conoce no leves dificultades, tales como el esfuerzo físico continuo y a veces extenuante, la escasa estima en que está considerado socialmente hasta el punto de crear entre los hombres de la agricultura el sentimiento de  ser socialmente unos marginados, hasta acelerar en ellos fenómenos de fuga masiva del campo a la ciudad y desgraciadamente hacia condiciones de vida todavía más deshumanizadoras. Se añade a esto la falta de una adecuada formación profesional y de medios apropiados, un determinado individualismo sinuoso, y demás situaciones objetivamente injustas. En algunos países en vías de desarrollo, millones de hombres se ven obligados a cultivar la tierra de otros y son explotados por los latifundistas, sin la esperanza de llegar un día a la posesión ni siquiera de un pedazo mínimo de tierra en propiedad.

22. La persona minusválida y el trabajo
Los minusválidos (...) son también sujetos plenamente humanos, con sus correspondientes derechos innatos, sagrados e inviolables, que, a pesar de las limitaciones y los sufrimientos grabados en sus cuerpos  y en sus facultades, ponen más de relieve la dignidad y grandeza del hombre (...) Sería radicalmente indigno del hombre y negación de la común humanidad admitir en la vida de la sociedad y, por consiguiente, en el trabajo, únicamente a los miembros plenamente funcionales porque, obrando así, se caería en una grave forma de discriminación, la de los fuertes y sanos contra los débiles y enfermos.

23. El trabajo y el problema de la emigración
El hombre tiene derecho a abandonar su País de origen por varios motivos -como también de volver a él- y a buscar mejores condiciones de vida en otro País (...) La emigración por motivos de trabajo no puede convertirse de ninguna manera en ocasión de explotación financiera o social. En lo referente a la relación del trabajo con el trabajador inmigrado deben valer los mismos criterios que sirven para cualquier otro trabajador de aquella sociedad.



V. ESPIRITUALIDAD DEL TRABAJO

24. Particular cometido de la Iglesia
La Iglesia considera como deber suyo pronunciarse sobre el trabajo bajo el punto de vista de su valor humano y del orden moral, considerando un deber suyo particular la formación de una espiritualidad del trabajo, que ayude a los hombres a acercarse a través de él a Dios.

25. El trabajo como participación en la obra del Creador
...el hombre, creado a imagen de Dios, mediante su trabajo participa en la obra del Creador, y según la medida de sus propias posibilidades, en cierto sentido, continúa desarrollándola y la completa, avanzando cada vez más en el descubrimiento de los recursos y de los valores encerrados en todo lo creado.

Hace falta que, de modo especial en la época actual, la espiritualidad del trabajo demuestre aquella madurez que requieren las tensiones y las inquietudes de la mente y del corazón: "los cristianos, lejos de pensar que las  conquistas logradas por el hombre se oponen al poder de Dios y que la criatura racional pretende rivalizar con el Creador, están, por el contrario, persuadidos de que las victorias del hombre son signos de la grandeza de Dios (...) El mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo ni los lleva a despreocuparse del bien ajeno, sino que, al contrario, les impone como deber el hacerlo"(GS, 34).

26. Cristo, el hombre del trabajo
Aunque en sus palabras no encontremos un preciso mandato de trabajar, no obstante, al mismo tiempo, la elocuencia de la vida de Cristo es inequívoca: pertenece al "mundo del trabajo", tiene reconocimiento y respeto por el trabajo humano, más aún, mira con amor el trabajo y sus diversas manifestaciones, viendo en cada una de ellas un aspecto de la semejanza del hombre con Dios.

27. El trabajo humano a la luz de la cruz y resurrección de Cristo
Todo trabajo -tanto manual como intelectual- está unido inevitablemente a la fatiga (...) Este dolor unido al trabajo señala el camino de la vida humana sobre la tierra y constituye el anuncio de la muerte: "Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra" (Gen 3,19) (...) El Evangelio pronuncia, en cierto modo, su última palabra, también al respecto, en el misterio pascual de Cristo (...) En el trabajo, merced a la luz que penetra dentro de nosotros por la resurrección de Cristo, encontramos siempre un tenue resplandor de la vida nueva, del nuevo bien, casi como un anuncio de los "nuevos cielos y la nueva tierra" (Ap 21, 1).




martes, 13 de marzo de 2012

Laborem exercens (I)


"LABOREM EXERSCENS"

(Encíclica publicada el 14 de septiembre de 1981 con motivo del 90º aniversario de la Rerum Novarum)
(Ofrecemos un resumen de las principales ideas de la Encíclica. Las citas son textuales cuando se utiliza letra normal o negrita)

"trabajo" significa todo tipo de acción realizada por el hombre (...) Hecho a "imagen y semejanza de Dios" (Gen 1) en el mundo visible y puesto en él para que dominase la tierra, el hombre está por ello, desde el principio llamado al trabajo. El trabajo es una de las características que distinguen al hombre del resto de las criaturas




I. INTRODUCCIÓN

1. El trabajo humano 90 años después de la "Rerum Novarum"
El trabajo es una dimensión fundamental de la existencia humana, de la que deriva la propia dignidad específica del hombre y en la que a la vez está contenida la medida incesante de la fatiga humana, del sufrimiento y también de la injusticia que invaden profundamente la vida social...

Cambios producidos durante este tiempo:
*introducción de la automatización en la producción
*aumento del coste de la energía
*creciente conciencia de la limitación del patrimonio natural
*aparición de pueblos que, tras siglos de sumisión, reclaman su legítimo puesto entre las    naciones

Tales cambios podrán quizá significar, para millones de trabajadores especializados, desempleo, o necesidad de nueva especialización; conllevarán muy probablemente una disminución o crecimiento menos rápido del bienestar material para los países más desarrollados; pero podrán también proporcionar respiro y esperanza a millones de seres que viven hoy en condiciones de vergonzosa e indigna miseria.

...la Iglesia considera deber suyo recordar siempre la dignidad y los derechos de los hombres del trabajo, denunciar las situaciones en las que se violan  dichos derechos, y contribuir a orientar los cambios para que se realice un auténtico progreso del hombre y de la sociedad.

2. desarrollo orgánico de la enseñanza social de la Iglesia
El trabajo ocupa el centro mismo de la "cuestión social"(...)a la que se dirigen de modo especial las enseñanzas de la Iglesia desde hace casi un siglo...

Dos etapas en la doctrina social:

1. Problema de la "clase obrera": de la Rerum Novarum (Leon XIII)a la Quadragesimo anno (Pio XI) las enseñanzas se concentran en la "cuestión obrera"

2. Problema del "mundo": de la Pacem in terris (Juan XIII)  a al Populorum Progresio (Pablo VI) se amplía el horizonte a las dimensiones mundiales: distribución desproporcionada de riqueza y miseria, la existencia de países y Continentes  desarrollados y no desarrollados, exigen una justa distribución y búsqueda de vías para el desarrollo de todos.



3. El problema del trabajo, clave de la cuestión social
En esta Encíclica se trata de poner de relieve -quizá más de lo que se ha hecho hasta ahora- que el trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial de toda la cuestión social, si tratamos de verla verdaderamente desde el punto de vista del bien del hombre

II. EL TRABAJO Y EL HOMBRE


4. En el Génesis
El trabajo constituye una dimensión fundamental de la existencia del hombre en la tierra (...) esta es a la vez una convicción de la inteligencia y una convicción de la fe(...) las primeras páginas del Génesis son la fuente de esta convicción (...) El hombre es la imagen de Dios, entre otros motivos, por el mandato recibido de su Creador de someter y dominar la tierra. En la realización de este mandato todo ser humano refleja la acción misma del Creador del universo.

5. El trabajo en sentido objetivo: la técnica
El hombre "somete la tierra" mediante la técnica, con máquinas y mecanismos cada vez más perfeccionados(...) Aunque pueda parecer que en el proceso industrial "trabaja" la máquina mientras el hombre solamente la vigila (...) el sujeto propio del trabajo sigue siendo el hombre.

La época reciente de la historia de la humanidad conlleva una justa afirmación de la técnica como un coeficiente fundamental del progreso económico; pero al mismo tiempo, con esta afirmación han surgido y continúan surgiendo los interrogantes esenciales que se refieren al trabajo humano en relación con el sujeto, que es precisamente el hombre (tensiones ce carácter ético), que constituyen un desafío para los Estados y para la Iglesia misma.

6. El trabajo en sentido subjetivo: el hombre, sujeto del trabajo
Es aquí donde hemos de concentrar nuestra atención (...) El hombre debe someter la tierra, porque como "imagen de Dios" es una persona (...) y como persona es sujeto del trabajo (GS I).

La edad antigua consideraba el trabajo indigno de hombres libres, más propio de esclavos. El cristianismo introducirá aquí  un cambio fundamental partiendo del hecho de la Encarnación, de Aquél que siendo Dios se hizo semejante a nosotros en todo y dedicó la mayor parte de los años de su vida terrena al trabajo manual (...) vemos aquí que el valor del trabajo humano no está en el tipo de trabajo que se realiza, sino  en el hecho de que quien lo ejecuta es una persona.  Las fuentes de la dignidad del trabajo deben buscarse principalmente no en su dimensión objetiva, sino en su dimensión subjetiva. Todo esto significa que el primer fundamento del valor del trabajo es el hombre mismo, su sujeto. Consecuencia ética: el trabajo está "en función del hombre" y no el hombre "en función del trabajo"

7. Una amenaza al justo orden de los valores
En la época moderna, la verdad cristiana sobre el trabajo debía contraponerse a las diversas corrientes de pensamiento materialista y economicista. En esta línea de pensamiento el trabajo se entiende como una especie de "mercancía" que el trabajador vende al empresario, que es a la vez poseedor del capital, o sea, del conjunto de los medios que hacen posible la producción. Este modo de entender el trabajo se difundió, de modo particular, en la primera mitad del s. XIX (...) pero el peligro de entender el trabajo como una "mercancía" o como una anónima "fuerza" necesaria para la producción, existe siempre si no se supera el punto de vista del economicismo materialista.

Es característico de esta civilización materialista dar una importancia primordial a la dimensión objetiva del trabajo sobre la dimensión subjetiva. En una situación de este tipo se da una inversión del orden establecido en el Génesis: el hombre es considerado como un instrumento de producción, mientras debería ser tratado como sujeto eficiente, verdadero artífice y creador. Este fue el error característico del capitalismo primitivo que puede repetirse dondequiera que el hombre sea tratado de alguna manera a la par que todos los medios materiales de producción, como un instrumento, y no (...) como verdadero fin de todo el proceso productivo.

8. Solidaridad de los hombres del trabajo
En el capitalismo industrial del siglo pasado se produjo una anomalía de gran alcance en las relaciones laborales basada en la degradación del hombre como sujeto del trabajo y en una inaudita explotación en el campo de las ganancias y en las condiciones de trabajo (...) que dieron pie a una reacción social que unió al mundo obrero en una comunidad caracterizada por una gran solidaridad (...) la reacción contra el sistema de injusticia, que pesaba sobre el hombre del trabajo en aquél periodo de rápida industrialización, pedía venganza del cielo. Esta situación estaba favorecida por el sistema socio-político liberal que, según sus premisas de economicismo, reforzaba y aseguraba la iniciativa económica de los solos poseedores del capital, y no se preocupaba suficientemente de los derechos del hombre del trabajo, afirmando que el trabajo humano es solamente instrumento de producción, y que el capital es el fundamento, el factor eficiente y el fin de la producción.

Desde entonces la solidaridad de los hombres del trabajo (...) ha dado lugar en muchos casos a cambios profundos (...) Con frecuencia los hombres del trabajo pueden participar en la gestión y en el control de la productividad de las empresas. Por medio de asociaciones adecuadas, ellos influyen en las condiciones de trabajo, así como en la legislación social. Pero, al mismo tiempo, sistemas ideológicos o de poder, (...) han dejado perdurar injusticias flagrantes o han provocado otras nuevas.

Por eso, hay que seguir preguntándose sobre el sujeto del trabajo y las condiciones en las que vive. Para realizar la justicia social en las diversas partes del mundo, en los distintos países, y en las relaciones entre ellos, son siempre necesarios nuevos movimientos de solidaridad de  los hombres del trabajo y con los hombres del trabajo. Esta solidaridad debe estar siempre presente allí donde lo requiere la degradación social del sujeto del trabajo, la explotación de los trabajadores, y las crecientes zonas de miseria e incluso de hambre. La Iglesia está vivamente comprometida en esta causa, porque la considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente la "Iglesia de los pobres".

9. Trabajo y dignidad de la persona
La intención primordial de Dios respecto al hombre, que El "creó a su imagen y semejanza", no ha sido revocada ni anulada cuando el hombre, rota la alianza original con Dios oyó las palabras "con el sudor de tu rostro comerás el pan" (Gen 1,26). Estas palabras  se refieren a la fatiga a veces pesada que desde entonces acompaña al trabajo humano.

No obstante, con toda esta fatiga el trabajo es un bien para el hombre (...) y no sólo es un bien "útil" o "para disfrutar", sino un bien "digno", es decir, que corresponde a la dignidad del hombre, que expresa esta dignidad y la aumenta (...) el trabajo es un bien del hombre porque mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, en cierto sentido "se hace más hombre".

10. Trabajo y sociedad
Tras la dimensión personal del trabajo llegamos a un segundo ámbito de valores: el trabajo es el fundamento sobre el que se forma la vida familiar y social (...) Trabajo y laboriosidad condicionan todo el proceso de educación dentro de la familia, precisamente por la razón de que cada uno "se hace hombre", entre otras cosas, mediante el trabajo, y ese hacerse hombre expresa precisamente el fin principal de todo proceso educativo.



III. CONFLICTO ENTRE TRABAJO Y CAPITAL


11. Dimensión de este conflicto
La Rerum Novarum viene a señalar el comienzo de un periodo que nos sitúa en el contexto del gran conflicto, que en la época del desarrollo industrial se ha manifestado entre el mundo del capital y el mundo del trabajo, es decir, entre el grupo restringido, pero muy influyente de los empresarios, propietarios o poseedores de los medios de producción y la vasta multitud de gente que no disponía de estos medios, y que participaba en el proceso productivo exclusivamente mediante el trabajo. Tal conflicto ha surgido por el hecho de que los trabajadores, ofreciendo sus fuerzas para el trabajo las ponían a disposición del grupo de los empresarios, y que éste, guiado por el principio del máximo rendimiento, trataba de establecer el salario más bajo posible para el trabajo realizado por los obreros.
Este conflicto, interpretado por algunos como un conflicto socio-económico con carácter de clase, ha encontrado su expresión en el conflicto ideológico entre el liberalismo, entendido como ideología del capitalismo, y el marxismo, entendido como ideología del socialismo y del comunismo. De este modo, el conflicto real, que existía entre el mundo del trabajo y el mundo del capital, se ha transformado en una lucha programada de clases, llevado con métodos no sólo ideológicos, sino, ante todo, políticos.

12. Prioridad del trabajo
La Iglesia siempre ha enseñado a este respecto un principio fundamental: el principio de la prioridad del trabajo frente al capital. Este principio se refiere directamente al proceso mismo de producción, respecto al cual el trabajo es siempre una causa eficiente primaria, mientras el capital es sólo un instrumento o causa instrumental.

En cada fase del desarrollo de su trabajo el hombre se encuentra ante el hecho de la principal donación por parte de la "naturaleza", y en definitiva por parte del Creador (...) si consideramos el proceso de transformación que aquí se inicia, nos reafirmaremos en la convicción de la prioridad del trabajo humano sobre el capital, pues en el ámbito de este último concepto entran, además de los recursos de la naturaleza (...) el conjunto de medios, con los cuales el hombre se apropia de ellos, transformándolos según sus necesidades ("humanizándolos") de modo que el conjunto de medios es fruto del patrimonio histórico del trabajo humano.

13. Economicismo y materialismo
Es evidente que en el proceso entendido de un modo recto de ningún modo se pueden contraponer el trabajo y el capital, ni menos aún los hombres concretos, que están detrás de estos conceptos (...) esta antinomia entre trabajo y capital no tiene su origen en la estructura del proceso de producción, sino en el error del economicismo (...) Error del economicismo: considerar el trabajo humano exclusivamente según su finalidad económica. Este error está muy vinculado y en cierto modo procede del error del materialismo: convicción de la primacía de lo material (...) Esto no es todavía el materialismo teórico en el pleno sentido de la palabra, pero es ya ciertamente materialismo práctico.

14. Trabajo y propiedad
Este proceso histórico que ciertamente ha salido de su fase inicial, pero sigue en vigor (antinomia entre trabajo y capital) nos conduce al problema de la propiedad.  Ya en la Rerum Novarum recordaba la Iglesia el derecho a la propiedad privada, incluso cuando se trata de los medios de producción, apartándose así radicalmente del programa del colectivismo. Pero la Iglesia también se aparta del programa del capitalismo en el modo de entender el derecho mismo de propiedad. La tradición cristiana no ha sostenido nunca este derecho como absoluto e intocable. Al contrario, siempre lo entendió en el contexto más amplio del derecho de todos a usar los bienes de la creación: el derecho a la propiedad privada como subordinado al derecho al uso común, al destino universal de los bienes.      
...la propiedad se adquiere ante todo mediante el trabajo, para que ella sirva al trabajo. Esto se refiere de modo especial a la propiedad de los medios de producción. El considerarlos aisladamente , con el fin de contraponerlos en la forma de "capital" al "trabajo", y más aún realizar la explotación del trabajo, es contrario a la naturaleza misma de esos medios y de su posesión. Estos no pueden ser poseídos contra el trabajo, no pueden ser ni siquiera poseídos para poseer, porque el único título legítimo para su posesión -ya sea en la forma de la propiedad privada, ya sea en la de la propiedad pública- es que sirvan al trabajo, y que, sirviendo al trabajo, hagan posible la realización del primer principio de aquel orden, que es el destino universal de los bienes y el derecho a su uso común (...) Desde este punto de vista -para garantizar el acceso común a los bienes destinados al hombre- tampoco conviene excluir la socialización, en las condiciones oportunas, de ciertos medios de producción.                              

...sigue siendo inaceptable la postura del "rígido" capitalismo, que defiende el derecho exclusivo a al propiedad privada de los medios de producción, como un "dogma" intocable en la vida económica (...) no podemos olvidar que el capital se crea incesantemente gracias al trabajo llevado a cabo con la ayuda de ese mismo conjunto de medios de producción, que aparecen como un lugar de trabajo en el que, día a día, pone su empeño la presente generación de trabajadores.

Bajo esta luz adquieren un significado de relieve particular las numerosas propuestas hechas por expertos en la doctrina social católica, y también por el mismo Magisterio de la Iglesia, referidas a la copropiedad de los medios de trabajo y a la participación de los trabajadores en la gestión o en los beneficios de la empresa.


15. Argumento "personalista"
Cuando el hombre trabaja desea a al vez que los frutos de este trabajo estén a su servicio y al de los demás y que en el proceso mismo del trabajo tenga la posibilidad de aparecer como corresponsable y coartífice en el puesto de trabajo. Nacen de aquí algunos derechos específicos de los trabajadores, como es el que sea considerada, en el proceso mismo de producción, la posibilidad de que él, a la vez que trabaja -incluso en una propiedad común- sea consciente de que está trabajando en "algo propio". Este sería otro modo de facilitar que el trabajo humano no mire únicamente a la economía, sino también a los "valores personales".