lunes, 12 de mayo de 2008

Dimensión social de la persona




Hemos visto, de la mano de Gonzalo Beneytez, que la persona es un ser dotado de intimidad, con una dimensión espiritual. Veremos ahora que a la vez es un modo de ser abierto a los demás. Necesitamos combinar la convivencia con los demás —la vida exterior— con la reflexión, la vida interior. Las dos formas de vida forman parte del ser de la persona.


En la intimidad se fraguan las convicciones, los gustos, el aprecio por las personas, el interés por determinados proyectos. En la intimidad se forjan las actitudes fundamentales de la vida, los planes, las elecciones cotidianas. En la intimidad defino mi propia personalidad. Sin intimidad la vida personal discurriría como el agua que se pierde por una acequia. Es preciso desarrollar la interioridad personal. La existencia personal es tanto más plena en cuanto que la vida interior es más profunda.

Al mismo tiempo hemos de reconocer que la vida no se reduce a interioridad. La vida humana se desarrolla precisamente en el entramado de las relaciones personales y en la confrontación con los acontecimientos externos. Esas situaciones establecen las condiciones en las que el sujeto debe crecer, aprender y madurar. Ese es el campo en el que la persona puede y debe realizarse. Hay que saber encontrar el justo equilibrio entre vida exterior y vida interior. La vida interior precisa apertura hacia fuera, abrirse al mundo exterior. Esta apertura es precisamente la comunicación.

La comunicación humana

La comunicación es una capacidad esencial de la existencia humana. La persona dispone de muchos medios de comunicarnos con los demás.
El cuerpo es tal vez el medio más básico de comunicación con los demás. Se ha dicho que el rostro es el reflejo del alma. Podríamos añadir que no sólo el rostro; todo el cuerpo es el medio por el que una persona refleja el estado anímico interior. Las posturas, los gestos, el modo de mirar, la posición de las manos, la cercanía física... son el lenguaje primordial con el que comunicamos a los demás nuestra postura personal ante los asuntos y las circunstancias que vivimos.

La comunicación corporal se prolonga por medio del lenguaje oral, el diálogo, la conversación. Por la conversación salimos de la soledad propia de la intimidad y compartimos la riqueza de la intimidad con los demás. Por la escucha permitimos que el prójimo nos revele su intimidad. Surge así el diálogo, la comunicación, el encuentro personal entre los hombres: la comunión entre las personas. Todos necesitamos abrir el corazón: manifestar las alegrías, penas, proyectos, dificultades... para desahogarnos, para encontrar consuelo, recibir ayuda, superar la ignorancia y ganar seguridad.

La comunicación es una capacidad específica de relación entre las personas. La comunicación es la puerta del hombre a la cultura y hacia su propia humanización. Por la comunicación aprendemos desde lo más básico hasta lo más trascendente de la vida. Los hombres poseemos la capacidad de comunicar lo que conocemos, lo que sentimos, queremos y amamos. Podemos así ayudarnos a conocer la verdad y vivir en la verdad. Gracias a la comunicación cada persona percibe en el fondo lo que más necesita: saberse comprendido, valorado y amado como persona.

Ámbitos de convivencia

De manera natural cabría decir que las primeras experiencias que acompañan a una criatura humana desde que nace son de amor: el amor de los padres, el amor paterno-filial. El niño reclama sentirse querido desde el nacimiento. El hijo va discerniendo poco a poco que su vida se origina y desarrolla en íntima conexión con el amor mutuo de sus padres. Esta atmósfera de amor es de vital importancia para su equilibrio y estabilidad psíquica.

La convivencia que normalmente se da entre hermanos abre un horizonte nuevo al niño: la relación de fraternidad. La convivencia familiar, el diálogo, el intercambio y disfrute de bienes, la compartición de cosas, de tareas domésticas, de proyectos familiares, de ideas... todo eso contribuye poderosamente al desarrollo humano del niño y a la toma de conciencia de su condición personal.
La convivencia con otros niños: en el colegio, en el tiempo libre, por la participación en juegos, aficiones, deportes... fomenta el desarrollo de las cualidades básicas de la persona. Se descubre la amistad. Se comprende que ser persona es vivir en convivencia. Y si la convivencia es de confianza y amistad el niño se desarrolla mejor. La educación debe ayudar a cada hombre a desarrollar su personalidad, su carácter, la capacidad de convivir pacífica y armónicamente con los demás.

Desde la pubertad se despierta la inclinación sexual hacia la convivencia con personas del otro sexo. Se experimenta el enamoramiento cargado de fuerza emocional y pasional. El amor juvenil otorga una nueva profundidad a la relación personal: se entiende que la persona es digna de ser amada de una manera superior a cualquier otra realidad del mundo.
El amor emocional pierde poco a poco su fuerte carga afectiva y puede adquirir una forma más objetiva y voluntaria. Se profundiza en el conocimiento mutuo y se empieza a amar al otro de una manera más inteligente, más humana, más madura. El enamoramiento madura hacia formas de amistad con una compenetración humana más o menos profunda.

El enamoramiento puede insinuar la posibilidad de consolidar esa relación hasta el punto de hacerse perdurable y definitiva mediante un compromiso mutuo de entrega absoluta. Se alcanza así la forma más alta de amor: el amor esponsal, amor absoluto entre un hombre y una mujer: amor incondicionado, único, exclusivo, estable y fecundo. Sobre el amor esponsal nos ocupamos más detenidamente en el tema VIII.
La vida humana es convivencia, relación, familia, amistad, sociedad… El hombre se siente llamado a la concordia, la solidaridad, la ayuda, comunicación y promoción mutua, el afecto y amor. Todos somos distintos, pero podemos establecer unas pautas de convivencia que respeten las legítimas diferencias y permitan establecer cauces de entendimiento y colaboración en los que cada uno ponga los talentos propios al servicio de los demás y todos pueden obtener beneficios mutuos.

En la sociedad occidental se extiende por desgracia el fenómeno de la soledad. La soledad tiene una etiología muy compleja; pero cabe discernir que la raíz de este problema se debe a todo un conjunto de deficiencias sociales de tipo cultural: el afán de autosuficiencia, la superficialidad de las relaciones interpersonales basadas primordialmente en la utilidad o el interés pragmático... y en definitiva el individualismo de raíz liberal. La sociedad moderna tiene ante sí el reto de fomentar la conciencia social de la persona: la convicción de que el desarrollo del bien común constituye el mejor modo de asegurar la consecución del mayor bien personal.

La comunión personal

Llamamos comunión personal a la específica relación humana que se establece entre un grupo de personas que se encuentran aunadas por una forma de convivencia, un conjunto de actividades y bienes que les permiten alcanzar una cierta realización personal. El objeto constitutivo de la comunión puede ser de muy diverso tipo: proyectos de vida, aficiones, creencias, ideales, valores, intereses prácticos... La comunión personal establece lazos estables de convivencia, colaboración y ayuda mutua que permiten realizar modos de existencia y alcanzar bienes humanos que serían inasequibles individualmente.

La comunión personal perfecciona a las personas en alguna faceta humana según la naturaleza del bien común compartido. Las principales formas de convivencia destinadas a propiciar la comunión personal deberían ser sin duda el matrimonio y la familia. En segundo lugar —y sirviendo de complemento a éstas— deberían darse manifestaciones de verdadera comunión personal en las diversísimas formas de convivencia que constituye el tejido social: cualquier ámbito de trabajo, las empresas de producción y servicios, los centros comerciales, los centros de enseñanza y formación profesional, los lugares de recreo y diversión, las asociaciones de tipo lúdico, los centros de vida religiosa… Todo el entramado social debería ser lugar de promoción y desarrollo moral de las personas que allí conviven.

1 comentario:

Luis y Mª Jesús dijo...

muy interesante, la vocación humana tiene un caracter comunitario.
el texto completo es poco más que la entrada del blog.
saludos