miércoles, 29 de diciembre de 2010

Antony Flew muere deísta

El filósofo Antony Flew muere deísta y el ateísmo gruñón le llama senil
Forumlibertas.com

En 2005, Flew elaboró una lista de temas que todo debate sobre Dios debería examinar y en 2007 proclamaba su deísmo.
El 8 de abril de 2010 murió con 87 años Antony Flew, filósofo británico que durante casi toda su vida defendió activamente posturas ateas. De estudiante acudía a los debates del Club Sócrates de C.S. Lewis en Oxford, cuya inteligencia admiraba, pero cuyos argumentos éticos a favor de Dios no le convencían. El problema del mal en el mundo, entre otros, le convencieron ya entonces de que no había Dios, o más aún, de que era un concepto vacío.

Flew empezó a presentarse como deísta en diversas entrevistas y publicaciones en 2004: con 81 años, ahora creía que la evidencia apoyaba la existencia de una inteligencia creadora, y que el azar y la necesidad o el mero materialismo no eran suficientes para explicar la complejidad del mundo.

En 2005, en su nueva edición de "God and philosophy", estableció una serie de temas que todo pensador que aborde el tema de Dios debería tener en cuenta:
- la definición de Dios que da Richard Swinburne, teólogo británico convertido a la ortodoxia griega
- los argumentos de Swinburne sobre el Dios cristiano en su libro "Is there a God?"
- la nueva forma de ver el castigo eterno en el infierno en la doctrina anglicana
- plantearse si hubo sólo un big bang y si con ello empezó el tiempo
- examinar el tema de los universos múltiples
- examinar el argumento de que el universo está "bien ajustado" ("fine-tuning")
- examinar si hay una explicación materialista que muestre que la materia viviente surge de la no viviente
- examinar si hay una explicación materialista que muestre que de la materia viviente no reproductora puedan surgir seres vivos con capacidad reproductiva
- el concepto "ordenador inteligente" (una inteligencia ordenadora) del libro "The Wonder of the World", de Roy Abraham Varghese
- el concepto deísta o aristotélico de Dios, visto desde la teología natural, tal como lo desarrolla David Conway.

La "traca final" (y última obra de Flew) llegó en 2007, cuando él y el norteamericano Roy Abraham Varghese firmaron juntos un libro titulado, provocativamente, "There is a God" (Hay un Dios).
La respuesta desde la "inteligentsia" del nuevo ateísmo fue feroz. Básicamente, se acusó a Varghese de haber escrito el libro él sólo y de haber engañado a Flew para firmarlo. Un argumento que se usó es que en el libro aparece mucho vocabulario de inglés norteamericano, no británico. Empezó a usarle la palabra "senilidad" y "manipulación".
El filósofo británicorespondió con una declaración a través de la editorial, asegurando que aunque Varghese dio la forma escrita al texto, el libro era de Flew y representaba su pensamiento. Al año siguiente, Flew insistió en que el libro era suyo en una carta a un académico de la Universities and Colleges Christian Fellowship.
Cuando murió Flew, la prensa mundial se hizo eco de cómo un famoso ateo de toda la vida había muerto como creyente en un Dios creador (aunque no llegase a ser el Dios providente o justo de los monoteísmos). A los militantes del nuevo ateísmo gruñón no les gustó nada, y los escritos recurriendo de nuevo a la "senilidad" volvieron a circular... aunque sin ningún dato médico para confirmarlo.

Desde California, Jillian Becker, conocida personal de Flew ("ambos éramos ateos conservadores", dice ella) escribió a Inglaterra, al "Telegraph", admitiendo que Flew le había explicado que sólo la existencia de "una inteligencia" puede explicar el universo. Pero lo lamenta y protesta: "¿es que el hombre que mejor ha defendido el ateísmo desde David Hume ha de recordarse como un deísta sólo porque se le ablandaron los sesos en sus últimos años?" En respuesta a Becker escribió el filósofo católico escocés John Haldane, reputado tomista (y padre de familia). Haldane recuerda sus largas charlas con Flew en 2004 cuando filmaban un documental sobre filósofos, Dios y la ciencia, dirigido por Varghese.

"Le faltaba su antiguo vigor y agudeza y él mismo dijo que sufría algo de afasia disnómica, pero era claro acerca de los temas que le habían llevado pensar que las estructura fundamental física del universo y tipos particulares de complejidad microbiológicas apoyaban la hipótesis de una fuente creadora inteligente", escribe Haldane. Y añade: "tengo cartas escritas a mano de todo un año debatiendo este razonamiento. En abril de 2005 escribió de su conversión a deísmo einsteniano. También mencionó su admiración por el liderazgo de Juan Pablo II."

Para Haldane, "es un error centrar la atención en su grado de vigor mental; él insistiría en que nos preguntemos cuán buenos son sus argumentos."
Mientras tanto, las revistas del "nuevo ateísmo" se consuelan quitándole valor al pensamiento de las personas en sus últimos años o buscando conspiraciones manipuladoras. Un ejemplo que lo concentra todo es el artículo en ReligionDispatches.org del filósofo ateo Austin Dacey, antiguo miembro del think-tank secularista "Center for Inquiry", implicado en revistas como "Skeptical inquirer" o "Free Inquiry":

"Ya antes de publicar There is a God, el pensamiento teológico de Flew se estaba haciendo cada vez más incoherente, según me informaron antiguos colegas, que hablaron con él en privado en una convención de 2005 del Center for Inquiry. Los desvergonzados cuidadores evangélicos de Flew pueden haber explotado esta confusión. Tuvieron éxito al sacar todo un trabajo póstumo del filósofo mientras el hombre aún estaba vivo. [...]

"Nunca he entendido que sea un apoyo a una creencia el que alguien la abrace cuando está muriendo, que los juicios reales o inventados de un Darwin o un Flew pesen más cuando su mente está afectada por la enfermedad, fatiga, el terror o la demencia. Si alguna opinión cuenta como auténtica sería la de aquellos que son autónomos. La autonomía disminuye con la coerción, que es una buena forma de describir la menaza inminente de la tortura eterna en el infierno".
Por supuesto, son muchos los que no estarán de acuerdo con Dacey. Hay muchas banalidades que dificultan el pensamiento "autónomo" (fama, vanidad, distracciones, complejos, vergüenzas), y que ante la cercanía de la muerte desaparecen, dando precisamente más libertad a la persona para "pensar en serio". La enfermedad y el dolor y la muerte forman parte de la realidad, y deben ser incluidas en cualquier reflexión seria. Sólo una cultura cobarde y narcisista las esconde para evitar que los hombres piensen.

lunes, 6 de diciembre de 2010

¿Legalizar las drogas?

Drogas y criminalidad

A FAVOR:
Las leyes anti-droga ocasionan un mal mayor –el crimen organizado– que la droga misma. En algunos lugares, el modelo represivo está produciendo más muertes y sufrimientos que el propio consumo de drogas.
El actual modelo represivo no funciona. La prohibición no consigue eliminar el consumo y, además, ocasiona efectos perversos adicionales: aumenta el crimen organizado que acompaña al tráfico ilegal; favorece los sobornos a políticos y funcionarios; financia grupos terroristas...
La prohibición no consigue eliminar el consumo y, además, ocasiona efectos perversos adicionales por el aumento del crimen organizado
La legalización arrebataría el negocio a los criminales y desaparecerían sus secuelas perversas. Serían otros comerciantes honrados, como los farmacéuticos, los que se llevarían los márgenes autorizados.
Si desaparece buena parte del contrabando, bajarían los costes. Al ser la droga más barata, muchos adictos ya no necesitarían delinquir para obtenerla. Así, es previsible que disminuyan al menos los robos para comprar drogas.
Además, el dinero que cuesta actualmente la persecución del tráfico ilegal se podría emplear en programas de prevención y rehabilitación. Las sumas destinadas a tales programas podrían ser incluso mayores si el gobierno decidiera establecer un impuesto sobre las drogas.
Ahora bien, la legalización ha de ser global y coordinada. De poco serviría legalizar el consumo o el tráfico de drogas en un país, si los vecinos tienen otras reglas. De ahí la necesidad de un debate internacional en el seno de la ONU, que revise la estrategia mundial sobre narcóticos.
Esto es lo que propuso hace pocos días el ex presidente del gobierno español Felipe González, sumándose así al grupo de ex dirigentes que, una vez dejado el cargo, plantean reabrir el debate sobre la legalización de las drogas. El año pasado lo hicieron los ex presidentes de Brasil, Fernando Henrique Cardoso; Colombia, César Gaviria; y México, Ernesto Zedillo.

EN CONTRA:
Si admitimos que las drogas son destructoras (algo en lo que coinciden partidarios y adversarios de la legalización), la mejor política será la que lleve a reducir el número de consumidores. Y un negocio legal siempre tendrá más clientes que otro ilegal.
Trasformar a los narcos en empresarios de la droga legal no les arrebata el negocio, sino que les ayuda a extenderlo y a realizarlo sin trabas y con menores costes de producción. Lo que pierdan por el descenso de precios quedará más que compensado por la extensión del negocio entre nuevos consumidores.
Transformar a los narcos en empresarios de la droga legal no les arrebata el negocio, sino que les ayuda a extenderlo y a realizarlo con menores costes
Entre los consumidores, puede descender la criminalidad relacionada con la obtención de medios para drogarse. Pero con el aumento del consumo también pueden extenderse las conductas antisociales relacionadas con las perturbaciones psíquicas que crea la drogadicción (violencia, abusos sexuales, desintegración familiar, malos tratos...).
Por otra parte, imaginar un mundo sin narcotráfico no deja de ser una utopía. Las mafias no se van a quedar de brazos cruzados al ver cómo les arrebatan unas ganancias multimillonarias (el negocio ilegal mueve más de 250.000 millones de dólares al año y abastece a unos 200 millones de usuarios en el mundo).
El tráfico ilegal es imposible de erradicar mientras haya demanda. Por eso la legalización no significa quitar el negocio a los criminales, sino poner al Estado a competir con ellos. Y en esta competencia quien tiene la responsabilidad de la salud pública lleva siempre las de perder.

Legalizar y regular el mercado
A FAVOR:
Al sacar la producción y el consumo de la clandestinidad, se podría regular el mercado y vigilarlo. Los consumidores tendrían a su disposición drogas fabricadas conforme a unas normas, mientras que con la clandestinidad hay más fraudes y riesgos para la salud.
La existencia de un mercado negro favorece los fraudes e incrementa los daños para la salud y otros riesgos, al no existir controles sobre las sustancias y llevar a muchas personas adictas a un consumo clandestino y en ambientes marginales.
No hay que olvidar la experiencia de la ley seca estadounidense, que prohibía vender alcohol. Mientras estuvo en vigor entre 1920 y 1923, se produjo un auge del crimen organizado. Bastó levantar la prohibición para que todo aquel negocio criminal se evaporara, sin que el alcoholismo alcanzara dimensiones trágicas.

EN CONTRA:
Cualquier regulación que establezca límites será un incentivo para que persista el tráfico ilegal de lo todavía prohibido. Necesariamente habría que hacer un catálogo de drogas legales; ¿o es que se admitiría cualquiera que apareciese en el mercado, por nociva que fuese? Y si se prohíben algunas, seguirá habiendo el mercado clandestino de los adictos a ellas.
Lo mismo ocurriría con cualquier otra reglamentación: límite de edad para adquirir drogas, cantidad máxima que se pudiera comprar de una vez, establecimientos autorizados para venderlas, etc. Y si la droga se grava –como se quiere hacer ahora en California–, ¿qué impide la aparición de un mercado negro, libre de impuestos?
Contra lo que se cree, los grandes narcotraficantes saldrían beneficiados con la legalización. Empezarían por inundar el mercado con droga muy barata: pueden hacerlo, ya que funcionan con unos márgenes gigantescos.
De ese modo conseguirían millones de nuevos adictos, y con esa expansión del mercado se resarcirían con creces de la reducción de precios. Los gobiernos tendrían que reaccionar con controles más severos, lo que llevaría a la subida de los precios y a un nuevo aumento del negocio ilícito.

Efectos sobre el consumo y la producción
A FAVOR:
Con la legalización no necesariamente aumentaría el consumo, porque desaparecería la curiosidad y el atractivo de lo prohibido. La legalización iría acompañada de medidas educativas y preventivas.
Si se levanta la prohibición, desaparecería buena parte del estigma social de las drogas. Muchos adictos perderían el miedo a salir del anonimato y acudirían a tratarse a los establecimientos autorizados. Al mismo tiempo, la campañas de prevención llegarían con más facilidad.
Además, las cárceles están llenas de personas que han cometido pequeños delitos para satisfacer su adicción. Pero la cárcel no es el lugar adecuado para ellas. El castigo sólo empeora la situación de los adictos.

EN CONTRA:
El atractivo de la droga no se basa en la curiosidad por lo prohibido, sino en la adicción que crea. También hay un atractivo por productos legales, y su fácil disponibilidad no frena el consumo sino que lo estimula.
La legalización haría que la demanda se disparase. Al sacar las drogas de la clandestinidad, más gente daría el paso de probarlas (seguramente a precios más bajos) y acabarían enganchados.
También los que ya son adictos saldrían peor parados. Además de acrecentarse el riesgo de dependencia, los enganchados podrían entrar en el sistema de “escalada”, por el cual consumen drogas cada vez más potentes y peligrosas (sean legales o ilegales). Se terminaría creando una clientela cautiva.
Es cierto que la prohibición sirve de poco si no va acompañada de medidas educativas y preventivas. Pero legalizar las drogas restaría eficacia a aquellas medidas. El mensaje de que las drogas son dañinas pierde credibilidad si al mismo tiempo se legalizan.
Al definir una conducta como delictiva, las autoridades están diciendo que aquello es dañino y no debe hacerse. La prohibición legal no tiene solamente una función represiva, sino también pedagógica: prohibir es una forma de educar.
La penalización no tiene por objetivo principal meter en la cárcel al que se droga (cosa que no se hace), sino sobre todo disuadir a los que no las han probado. La prohibición envía el mensaje de que las drogas son dañinas, circunscribe su difusión a ciertos ambientes en los que si uno no quiere, no se mete. Bajo la prohibición el consumidor tiene que ir a buscar la droga, con la legalización la droga le buscaría a él.
Respecto a la producción, nuevos datos demuestran que las leyes anti-droga pueden dar frutos. El Informe Mundial de 2010 de la Oficina contra la Droga y el Delito de Naciones Unidas sostiene que la superficie total de cultivo de cocaína ha caído un 13% desde 2007, debido sobre todo a la eliminación del 58% de los cultivos de Colombia gracias a la política de Álvaro Uribe. Parece que la menor oferta incide en una menor demanda.

La existencia de otras drogas legales
A FAVOR:
Las drogas derivadas del cannabis (marihuana y hachís, principalmente) no son más peligrosas que otras permitidas, como el alcohol y el tabaco. Éstas también causan daños a la salud y muertes, y sin embargo no están prohibidos. Se buscan otros límites: prohibición de publicidad, de venta a menores, de uso en lugares públicos.

EN CONTRA:
Más allá de los riesgos, cabe preguntarse qué sentido tendría que el mismo Estado que emprende enérgicas campañas anti-tabaco se volviera comprensivo con los que fuman marihuana, cuando el daño pulmonar y la presencia de sustancias cancerígenas en el humo del cannabis es mayor que en el cigarrillo.
Y después de perseguir tanto la conducción bajo los efectos del alcohol, ¿se pondrá el mismo celo para evitar los accidentes de tráfico provocados por quienes conducen bajo la influencia del consumo de marihuana?

lunes, 18 de octubre de 2010

Palestinos en el Líbano

Palestinos en el Líbano, refugiados permanentes
tomado de Aceprensa
Firmado por Helene Daboin 
Fecha: 17 Septiembre 2010

Beirut. Más de cuatro millones de personas se vieron forzadas a dejar sus casas y tierras de Palestina en 1948, al crearse el estado de Israel por parte de las Naciones Unidas. Esto trajo consigo una serie de consecuencias aún hoy en día no resueltas.
En el mismo acto de creación del estado de Israel, se mantuvo la existencia de Palestina, y posteriormente, en la resolución 194, se determinó el derecho de todo refugiado a regresar a su tierra de origen. Resoluciones todas a las que han hecho oídos sordos los gobiernos israelíes.
En el portal de la UNRWA (Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados Palestinos en Oriente Medio, http://www.unrwa.org/) se celebra este año el sesenta aniversario de su creación. No deja de ser dolorosa la contradicción, ya que al pensar en refugiados, se tiende a considerar una situación provisional, y no parece que sesenta años sean pocos. El campo de acción de la UNRWA cubre hoy en día, Jordania, Siria, Líbano, Gaza y Cisjordania, lugares a donde fueron los desplazados.

Provisionales desde 1948
Al Líbano llegaron en tres oleadas los 425.000 palestinos oficialmente censados por la Agencia. Los que disponían de medios económicos se instalaron en las grandes ciudades, incorporándose a la vida económica del país, o emigraron a otros países árabes. En esos momentos, el gobierno libanés comenzaba a dar sus primeros pasos, tras la terminación del mandato francés de 1943. El país quedaba en manos de los libaneses, con una mayoría cristiana, y la presencia de comunidades suníes, drusas y shiíes importantes.
Una trayectoria de siglos había hecho del Líbano tierra de acogida de refugiados de toda índole: aventureros, refugiados políticos, herejes, musulmanes de sectas minoritarias, cristianos perseguidos, etc. Recibir a los palestinos como refugiados se consideraba lógico por todas las comunidades, y de hecho muchos recibieron la nacionalidad en un primer momento. Desgraciadamente, los visitantes se convertirían en un problema a largo plazo.
Poco a poco, la presencia de los palestinos se vio con recelo. Una parte de ellos se trasladaron a otros países, pero los más pobres no disponían de documentos de identidad, al no pertenecer a un Estado reconocido. Ante las dificultades, se rechazaba su permanencia en el Líbano, y se impidió la construcción de viviendas definitivas, ya que los terrenos donde se encontraban los campos en muchos casos eran alquilados. La UNRWA estableció escuelas dentro de los campos, para atender las necesidades educativas. Se vio necesario establecer en cada campo una junta que coordinara las relaciones entre el Gobierno libanés, la UNRWA y los representantes de los refugiados. El círculo vicioso comenzaba.
Los libaneses no disponían de extensas tierras cultivables, ni de recursos minerales, y la industria nacional era limitada, así que no podían absorber e incorporar a tal cantidad de personas en un país de reducidas proporciones (10.492 Km2) y población (4 millones de habitantes, hoy en día). El rol de la Junta directiva en los campos de refugiados se limitó cada vez más a supervisar los asuntos de seguridad y políticos, dejando de lado las necesidades sociales de la población, a las que trataba de atender la UNRWA.

Un factor de división en el país
Los palestinos comenzaron a optar por agruparse en facciones políticas que les prometían soluciones a problemas inmediatos, a cambio del resentimiento hacia los israelíes que los habían despojado de todo.
La situación empeoró con el ascenso del movimiento de la resistencia palestina en la década de 1960 y la firma del Acuerdo de El Cairo entre la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y el Líbano, el cual regulaba la presencia civil y militar palestina en el país.
La segunda oleada de refugiados palestinos llegaría en 1970 desde Jordania. El intento fallido de asesinato del Rey de Jordania, y la consiguiente expulsión de refugiados sospechosos, trajo a Beirut a Yasser Arafat y su Organización de Liberación de Palestina, para hacer del Líbano su plataforma de operaciones, apoyada por el régimen de Siria. Numerosos incidentes a lo largo del país se fueron sucediendo, en los que poblaciones cristianas iban siendo atacadas desde el sur hasta Beirut. En algunos casos, eran auténticas provocaciones; en otras, masacres de pequeños poblados, en los que participaban musulmanes libaneses y drusos bajo el mando palestino. Desde el 13 de abril de 1975, los estallidos de violencia entre cristianos y palestinos ya residentes o nuevamente incorporados al país –la tercera oleada de refugiados–, fueron alimentando el resentimiento de la población.
Después de la invasión israelí de Líbano en 1982 la OLP se retiró de la mayoría del país y se cerró su oficina. La situación humana de los refugiados empeoró: el pretendido derecho de retorno no se veía cercano, la labor de la agencia para los refugiados UNRWA comenzaba a dar muestras de agotamiento financiero, ante un problema que más que disminuir se iba haciendo más complejo. A los 12 campos de refugiados oficiales se han agregado otros asentamientos que se instalaron de manera ilegal en terrenos de libaneses durante los años de guerra civil. Dentro de los campos son las milicias palestinas las encargadas de mantener el orden. Hoy en día, se ha creado un intrincado problema jurídico y social, que afecta otra vez a la vida de muchos cristianos.
Desde 1990, no se habían producido incidentes directamente promovidos por los refugiados palestinos. De hecho, las organizaciones que trabajan con ellos hablan de una gran reducción de refugiados, unos 250.000 hoy en día. La UNRWA mantiene su registro original, independientemente de si se han trasladado a otros países, como es el caso en los últimos años,. Casi 175.000 refugiados han emigrado hacia Europa del Norte, América o Canadá, y han cambiado sus condiciones de vida.
En el verano del 2007 un grupo de extremistas de Fatah Al-Islam tomó el campo de refugiados de Nahr el Bared, al norte del país y lo convirtió en base de operaciones para sus fines. 700 personas produjeron 35.000 desplazados y la destrucción por parte del ejército libanés de gran parte del campo. Volvió a surgir el espectro de la guerra, haciendo difícil creer que es posible la integración.

Nuevos derechos laborales
Los palestinos actualmente presentes en territorio libanés representan diversas posiciones políticas. Son mayoritariamente suníes y, en consecuencia, se espera de ellos que tiendan a apoyar a esta comunidad desde el punto de vista político. Por ello sectores cristianos se han negado a otorgar a los refugiados la ciudadanía con derecho a voto, ya que alterarían el ya precario equilibrio interno, en donde cada comunidad mayoritaria representa un tercio de los votos.
Un pequeño paso hacia la mejora social de los refugiados la constituye la decisión del Parlamento libanés del pasado agosto, al permitir que los refugiados palestinos acceden a puestos de trabajo que antes no se les permitían, equiparándolos a cualquier ciudadano extranjero residente en el país. Las profesiones todavía vedadas a los palestinos son aquellas en las que se da prioridad a los nacionales –medicina, enfermería y derecho– por encontrarse saturado el mercado laboral. Hay que decir que los libaneses, a diferencia de los palestinos, no reciben ayudas de la UNRWA, los gastos de electricidad y agua son pagados por una parte de la población libanesa, y en los campos no hay facturas, ni impuestos.
En el Líbano, la seguridad social no está extendida a toda la población, solo cubre el 80 % de los gastos médicos de las personas inscritas por su empleador, y si no se tiene, se debe acudir a seguros privados. Gran parte de la población debe acceder a hospitales públicos, con dinero en efectivo para ser admitidos en “urgencias”. Aun falta mucho para que toda la población libanesa llegue a ser cubierta por los servicios del Estado, mucho menos los extranjeros.
Tristemente, la perennidad de la situación de los campos de refugiados ha generado una mentalidad asistencial dependiente de la UNRWA. Pero no en todos los casos. Hay palestinos que han creado empresas, y que dan trabajo a sus compatriotas, permitiéndoles mejorar su situación.

No es un Estado del bienestar
La prensa internacional se ha hecho eco de la iniciativa del Parlamento libanés, con un tono de acusación por la falta de respeto de los derechos humanos de la población de refugiados. En los medios se analiza al Líbano como si tuviese la misma estructura institucional del estado de bienestar europeo: escuela pública gratuita y obligatoria para toda la población, seguridad social, etc. Es cierto que en el país hay grandes fortunas, pero no precisamente en las arcas del gobierno. El Líbano tiene una de las mayores deudas de la región, el coste de la vida es de los más altos, y cualquier extranjero percibe que no hay un suministro de servicios proporcional con ese coste. Y en esto los refugiados padecen como cualquier residente nacional o extranjero.
El profesor y analista internacional, especializado en Medio Oriente, George Chaya comenta: “El mundo árabe en general y Occidente en particular cargan con la responsabilidad por sus acciones u omisiones en el problema de los refugiados palestinos. Nadie sensato podría oponerse a que estas personas tengan derecho a una vida mejor y no a ser utilizadas como escudos humanos ni caer víctimas del terrorismo al que sus facciones internas los arrastran, pero parece como si la responsabilidad fuera solo del único país que los ha acogido y al cual los palestinos han colaborado a destruir, Líbano.”
“Los regímenes árabes y musulmanes deben acabar con la falacia de las culpas externas. Esgrimiendo esta falsedad han usado y abusado a su antojo de los palestinos para masacrarlos luego cuando no les fueron necesarios. Este es el tema central y la problemática no se resuelve ampliando sus derechos para que dejen de ser trabajadores rurales dentro del Líbano. Al mismo tiempo Líbano debe resolver su estabilidad y tranquilidad y no puede sumar a sus ya crónicos problemas el de los refugiados por más tiempo.
“Existen alternativas, solo se necesita la voluntad política de la comunidad internacional y dejar de lado la histórica e impúdica carga de sectarismo del mundo árabe. Reubicarlos en otros países árabes y en los países de la migración es una importante, necesaria y positiva opción.” (www.georgechaya.info).

martes, 12 de octubre de 2010

Al servicio de la verdad y del bien

En el Hyde Park de Londres, durante la vigilia de la beatificación de John Henry Newman, dijo Benedicto XVI: “La vida de Newman nos enseña que la pasión por la verdad, la honestidad intelectual y la auténtica conversión son costosas”. La verdad, que nos hace libres, pide ser testimoniada y escuchada; “y al final su poder de convicción proviene de sí misma y no de la elocuencia humana o de los argumentos que la expongan”. Eso implica que, en nuestro mundo, hay que estar dispuestos en ocasiones a ser “excluido, ridiculizado o parodiado”. En todo caso “no puede haber separación entre lo que creemos y lo que vivimos”. Más aún, “cada uno de nuestros pensamientos, palabras y obras deben buscar la gloria de Dios y la extensión de su Reino”. Lo que importa es descubrir y realizar la “misión concreta” que cada cristiano tiene y que sólo Jesús conoce.

A los jóvenes, y con referencia al lema de su visita al Reino Unido –la divisa newmaniana cor ad cor loquitur–, les indicaba: “Su corazón está hablando a vuestro corazón”. Y llamaba a la generosidad: “Cristo necesita familias para recordar al mundo la dignidad del amor humano y la belleza de la vida familiar. Necesita hombres y mujeres que dediquen su vida a la noble labor de educar, atendiendo a los jóvenes y formándolos en el camino del Evangelio”; como también necesita de la vida religiosa y de los sacerdotes. “Preguntadle al Señor lo que desea de vosotros. Pedidle la generosidad de decir sí. No tengáis miedo a entregaros completamente a Jesús. Él os dará la gracia que necesitáis para acoger su llamada”.

En definitiva, se trata de responder que sí a Dios, de modo coherente y no a la defensiva, con autenticidad, venciendo las dificultades con la fe. El Papa lo había dicho ya con referencia a la Iglesia, en el avión que le llevaba al Reino Unido. Los periodistas le preguntaron, teniendo en cuenta el movimiento actual de ateísmo y a la vez los signos de fe religiosa a nivel personal: “¿Es posible hacer algo para que la Iglesia sea una institución más creíble y atractiva para todos?”
Sorprendió que Benedicto XVI respondiera con lo que podríamos llamar una enmienda a la totalidad, por el procedimiento de negar la premisa mayor: “Diría que una Iglesia que busca sobre todo ser atractiva, estaría ya en un camino equivocado. Porque la Iglesia no trabaja para sí, no trabaja para aumentar los propios números, el propio poder”.

Efectivamente. Por un lado, ¿no es la tendencia de cada uno y de cada una el buscar atraer hacia sí, ser centro de admiración o prestigio, poseer al otro o a los otros? ¿No es el afán por aumentar el número de seguidores y la influencia sobre la sociedad, una tendencia típica de los grupos y de las instituciones humanas? Claro que, tratándose de la Iglesia, ¿acaso no debe buscar la adhesión al Evangelio del mayor número posible de personas? ¿Qué hay de malo en ello? Y se podría, responder: nada malo, pero el Papa no se refiere a eso. El problema está en ese buscar “sobre todo” o ante todo la atracción; ponerla en primer lugar, por delante del servicio de la verdad y del amor, que son la razón de ser del servicio evangelizador: ése sería el error.
Lo exponía Benedicto XVI con claridad: “La Iglesia está al servicio de Otro, no está al propio servicio, no está para ser un cuerpo fuerte, sino para hacer accesible el anuncio de Jesucristo, las grandes verdades, las grandes fuerzas de amor y de reconciliación, que han aparecido en esta figura y que vienen siempre de la presencia de Jesucristo”.

Jesucristo, su persona, su mensaje y su obra. Esto es lo que explica el servicio de la Iglesia al mundo y a cada persona. Y en eso consiste la trasparencia de la Iglesia: en actuar según lo que es, según su naturaleza. Así ella es auténtica, eficaz y, como consecuencia no buscada en primer lugar, resulta atractiva, porque la santidad nunca deja de atraer.
En palabras del Papa, “la Iglesia no busca ser atractiva, sino que debe ser trasparente para que aparezca Jesucristo. Y en la medida en que no está para sí misma, como cuerpo fuerte y poderoso en el mundo, sino que se hace sencillamente voz de Otro, se convierte realmente en transparencia de la gran figura de Cristo y de las grandes verdades que ha traído a la humanidad, de la fuerza del amor. Si es así, es escuchada y aceptada”. En definitiva, “la Iglesia no debería considerarse a sí misma sino ayudar a considerar a Otro, y ella misma debe ver y hablar de Otro y por Otro”.

Es esta una luz poderosa para el ecumenismo, pues cuando los cristianos –católicos, anglicanos, etc.– buscan “ante todo” ese servicio, “es entonces cuando la prioridad de Cristo los une y dejan de ser competidores, cada uno buscando el número, sino que están unidos en el compromiso por la verdad de Cristo, que entra en este mundo, y de este modo se encuentran también recíprocamente en un verdadero y fecundo ecumenismo”. Toda una lección de humildad, realismo y profundidad cristiana y teológica, útil también para cada persona y grupo humano. ¿Qué sucedería si buscáramos por encima de todo servir a los demás en nuestro trabajo y realizando nuestro deber?


Ramiro Pellitero, Instituto Superior de Ciencias Religiosas, Universidad de Navarra

miércoles, 15 de septiembre de 2010

La fe es para vivirla

¿Qué se entiende por practicar la fe? Practicar la fe no sólo es rezar y participar en los sacramentos. Abarca también el amor a Dios y el amor al prójimo, dar culto a Dios y servir a los demás con la caridad y la justicia.

En uno de sus sermones exhorta San Agustín: “Dichosos nosotros si llevamos a la práctica lo que escuchamos (en la iglesia)…Porque cuando escuchamos es como si sembráramos una semilla, y cuando ponemos en práctica lo que hemos oído es como si esta semilla fructificara” (Sermón 23A). Y añade que la vida cristiana, como la de Jesús, se fundamenta en dos actitudes: la humildad y la acción de gracias.
La humildad lleva, en efecto, a morir a uno mismo para dar la vida a otros. Y la acción de gracias (eso significa Eucaristía) se ofrece a Dios Padre como culto, a la vez que se traduce en servicio por el bien de todos: damos gracias a Dios que nos ha salvado y manifestamos nuestro agradecimiento preocupándonos, con hechos, por los demás.
“Vivamos, por tanto, dignamente –concluye San Agustín–, ayudados por la gracia que hemos recibido y no hagamos injuria a la grandeza del don que nos ha sido dado”.
En definitiva, practicar la fe es ese “vivir dignamente, ayudados por la gracia”. Por tanto, no practica quien no vive los sacramentos, y tampoco practica quien no se preocupa por las necesidades materiales y espirituales de los demás.

“Practicar la fe” es amar a Dios sobre todas las cosas, muriendo al egoísmo y al pecado (la búsqueda del bienestar o del poder a toda costa; ponerse a uno mismo en el centro, ocupando el lugar de Dios). Y al mismo tiempo –con y como Cristo– traducir ese amor en el amor al prójimo. Y esto, en concreto, comenzando por los que nos rodean, en el ambiente de trabajo, en la familia, en las relaciones sociales y culturales.
De esta manera “la práctica de la fe” es, sencillamente, la vida cristiana bien “vivida”, tal y como la pueden y deben ejercitar la mayor parte de las personas, en medio de la calle. La fe lleva a la oración y a los sacramentos, y “fructifica” en el trabajo por el bien material y espiritual de todos, especialmente de los más necesitados.

Sólo así se comprueba que la fe es luz –que asume también la razón– y fuerza que sostiene al cristiano, tanto en las situaciones más comunes como en las más difíciles y extraordinarias de su vida.
Un ejemplo de ello se ve en la película “Prueba de fuego” (Fireproof, A. Kendrick, 2008). Queda claro que la oración y el sacrificio unidos a Cristo son eficaces ante las crisis. Esto es verdad sobre todo cuando la existencia gira en torno a la Eucaristía.
La fe no es un conjunto de teorías, ni tampoco un manojo de sentimientos ni un código de reglas, sino una Vida y un amor, que Dios nos ha entregado en Cristo por la gracia del Espíritu Santo, para que nosotros nos entreguemos por el bien de los demás. Según el apóstol Santiago, la fe sin obras es una “fe muerta”. Practicar la fe es “vivir la fe” y “vivir de fe”. Según Benedicto XVI, la fe lleva a ponerse al servicio del mundo, con el amor y la verdad (cf. encíclica Caritas in veritate, n. 11).
Es bueno recordar lo que dice San Juan en su primera carta: “Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe” (1 Jn 5, 4). Y para entenderlo bien, es importante lo que señala Benedicto XVI en su Carta de convocatoria para la Jornada Mundial de la Juventud (Madrid 2011), “la victoria que nace de la fe es la del amor”. Y añade, como pensando en voz alta: “Cuántos cristianos han sido y son un testimonio vivo de la fuerza de la fe que se expresa en la caridad. Han sido artífices de paz, promotores de justicia, animadores de un mundo más humano, un mundo según Dios; se han comprometido en diferentes ámbitos de la vida social, con competencia y profesionalidad, contribuyendo eficazmente al bien de todos. La caridad que brota de la fe les ha llevado a dar un testimonio muy concreto, con la palabra y las obras. Cristo no es un bien sólo para nosotros mismos, sino que es el bien más precioso que tenemos que compartir con los demás”.
Así pues, la fe es para practicarla; es decir, para vivirla. Por tanto, el testimonio de la fe es al mismo tiempo un testimonio del amor. Y es la garantía de un mundo más humano, precisamente porque es un mundo según Dios.


Ramiro Pellitero, Instituto Superior de Ciencias Religiosas, Universidad de Navarra

jueves, 9 de septiembre de 2010

10 consejos de Benedicto XVI a los jóvenes

10 consejos de Benedicto XVI a la gente joven

sábado, 28 de agosto de 2010
Benedicto XVI



Dentro de un año, miles de personas se reunirán en Madrid con Benedicto XVI. Es un encuentro que el Papa reserva para estar con la gente joven de todo el mundo. Desde el inicio de su pontificado, el Papa ha dirigido muchos mensajes a los jóvenes. Este es un resumen de frases suyas con especial fuerza.

1) Dialogar con Dios
«Alguno de vosotros podría tal vez identificarse con la descripción que Edith Stein hizo de su propia adolescencia, ella, que vivió después en el Carmelo de Colonia: "Había perdido consciente y deliberadamente la costumbre de rezar". Durante estos días podréis recobrar la experiencia vibrante de la oración como diálogo con Dios, del que sabemos que nos ama y al que, a la vez, queremos amar».
2) Contarle las penas y alegrías
«Abrid vuestro corazón a Dios. Dejaos sorprender por Cristo. Dadle el "derecho a hablaros" durante estos días. Abrid las puertas de vuestra libertad a su amor misericordioso. Presentad vuestras alegrías y vuestras penas a Cristo, dejando que él ilumine con su luz vuestra mente y toque con su gracia vuestro corazón».
3) No desconfiar de Cristo
«Queridos jóvenes, la felicidad que buscáis, la felicidad que tenéis derecho de saborear, tiene un nombre, un rostro: el de Jesús de Nazaret, oculto en la Eucaristía. Sólo él da plenitud de vida a la humanidad. Decid, con María, vuestro "sí" al Dios que quiere entregarse a vosotros. Os repito hoy lo que dije al principio de mi pontificado: "Quien deja entrar a Cristo en la propia vida no pierde nada, nada, absolutamente nada de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren de par en par las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera". Estad plenamente convencidos: Cristo no quita nada de lo que hay de hermoso y grande en vosotros, sino que lleva todo a la perfección para la gloria de Dios, la felicidad de los hombres y la salvación del mundo».
4) Estar alegres: querer ser santos
«Más allá de las vocaciones de especial consagración, está la vocación propia de todo bautizado: también es esta una vocación a aquel "alto grado" de la vida cristiana ordinaria que se expresa en la santidad. Cuando se encuentra a Jesús y se acoge su Evangelio, la vida cambia y uno es empujado a comunicar a los demás la propia experiencia (...). La Iglesia necesita santos. Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad. Os invito a que os esforcéis estos días por servir sin reservas a Cristo, cueste lo que cueste. El encuentro con Jesucristo os permitirá gustar interiormente la alegría de su presencia viva y vivificante, para testimoniarla después en vuestro entorno».
5) Dios: tema de conversación con los amigos
«Son tantos nuestros compañeros que todavía no conocen el amor de Dios, o buscan llenarse el corazón con sucedáneos insignificantes. Por lo tanto, es urgente ser testigos del amor contemplado en Cristo. Queridos jóvenes, la Iglesia necesita auténticos testigos para la nueva evangelización: hombres y mujeres cuya vida haya sido transformada por el encuentro con Jesús; hombres y mujeres capaces de comunicar esta experiencia a los demás».
6) El domingo, ir a Misa
«No os dejéis disuadir de participar en la Eucaristía dominical y ayudad también a los demás a descubrirla. Ciertamente, para que de esa emane la alegría que necesitamos, debemos aprender a comprenderla cada vez más profundamente, debemos aprender a amarla. Comprometámonos a ello, ¡vale la pena! Descubramos la íntima riqueza de la liturgia de la Iglesia y su verdadera grandeza: no somos nosotros los que hacemos fiesta para nosotros, sino que es, en cambio, el mismo Dios viviente el que prepara una fiesta para nosotros. Con el amor a la Eucaristía redescubriréis también el sacramento de la Reconciliación, en el cual la bondad misericordiosa de Dios permite siempre iniciar de nuevo nuestra vida».
7) Demostrar que Dios no es triste
«Quien ha descubierto a Cristo debe llevar a otros hacia él. Una gran alegría no se puede guardar para uno mismo. Es necesario transmitirla. En numerosas partes del mundo existe hoy un extraño olvido de Dios. Parece que todo marche igualmente sin él. Pero al mismo tiempo existe también un sentimiento de frustración, de insatisfacción de todo y de todos. Dan ganas de exclamar: ¡No es posible que la vida sea así! Verdaderamente no».
8) Conocer la fe
«Ayudad a los hombres a descubrir la verdadera estrella que nos indica el camino: Jesucristo. Tratemos nosotros mismos de conocerlo cada vez mejor para poder guiar también, de modo convincente, a los demás hacia él. Por esto es tan importante el amor a la sagrada Escritura y, en consecuencia, conocer la fe de la Iglesia que nos muestra el sentido de la Escritura».
9) Ayudar: ser útil
«Si pensamos y vivimos en virtud de la comunión con Cristo, entonces se nos abren los ojos. Entonces no nos adaptaremos más a seguir viviendo preocupados solamente por nosotros mismos, sino que veremos dónde y cómo somos necesarios. Viviendo y actuando así nos daremos cuenta bien pronto que es mucho más bello ser útiles y estar a disposición de los demás que preocuparse sólo de las comodidades que se nos ofrecen. Yo sé que vosotros como jóvenes aspiráis a cosas grandes, que queréis comprometeros por un mundo mejor. Demostrádselo a los hombres, demostrádselo al mundo, que espera exactamente este testimonio de los discípulos de Jesucristo y que, sobre todo mediante vuestro amor, podrá descubrir la estrella que como creyentes seguimos».
10) Leer la Biblia
«El secreto para tener un "corazón que entienda" es formarse un corazón capaz de escuchar. Esto se consigue meditando sin cesar la palabra de Dios y permaneciendo enraizados en ella, mediante el esfuerzo de conocerla siempre mejor. Queridos jóvenes, os exhorto a adquirir intimidad con la Biblia, a tenerla a mano, para que sea para vosotros como una brújula que indica el camino a seguir. Leyéndola, aprenderéis a conocer a Cristo. San Jerónimo observa al respecto: "El desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo"».
* * *
En resumen...
«Construir la vida sobre Cristo, acogiendo con alegría la palabra y poniendo en práctica la doctrina: ¡he aquí, jóvenes del tercer milenio, cuál debe ser vuestro programa! Es urgente que surja una nueva generación de apóstoles enraizados en la palabra de Cristo, capaces de responder a los desafíos de nuestro tiempo y dispuestos para difundir el Evangelio por todas partes. ¡Esto es lo que os pide el Señor, a esto os invita la Iglesia, esto es lo que el mundo —aun sin saberlo— espera de vosotros! Y si Jesús os llama, no tengáis miedo de responderle con generosidad, especialmente cuando os propone de seguirlo en la vida consagrada o en la vida sacerdotal. No tengáis miedo; fiaos de Él y no quedaréis decepcionados».
Benedicto XVI

martes, 20 de julio de 2010

Compromiso educativo

Ramiro Pellitero en "Escuela de familias"

¿Hacia dónde va la educación que están recibiendo muchos jóvenes de las nuevas generaciones, poco humanista y orientada hacia la técnica y el éxito? En la película “La ola” (D. Gansel, 2008) el profesor quiere que los alumnos se planteen ellos mismos las grandes cuestiones, que la verdad se abra paso por sí misma, sin recurrir a la autoridad. Pero ¿qué pasa cuando falta la madurez y la templanza necesarias? Pues que reaparecen los fantasmas de la historia reciente, para seguir sin más miramientos al líder de turno, por un camino que ignora la reflexión y la tradición, y confía demasiado en la voluntad, siempre manipulable. Una lección sorprendente… e inquietante.

Benedicto XVI –que ha vivido de cerca la historia de Europa en el siglo XX– viene insistiendo en la “emergencia (urgencia) educativa” desde enero de 2008, en que dirigió una carta a la diócesis de Roma sobre el tema. En el discurso a los obispos italianos, el 27 de mayo pasado, subrayaba dos causas, a su juicio, de esta urgencia.

En primer lugar, una mal entendida autonomía de las personas, según la cual “el hombre debería desarrollarse sólo por sí mismo, sin imposiciones por parte de los demás, los cuales podrían asistir a su autodesarrollo, pero no entrar en este proceso”.

La realidad –replica– es que la persona humana “llega a ser ella misma sólo desde el otro, el ‘yo’ se convierte en sí mismo sólo desde el ‘tu’ y desde el “vosotros”, está creado para el diálogo, para la comunión sincrónica y diacrónica. Y sólo el encuentro con el ‘tu’ y con el ‘nosotros’ abre el ‘yo’ a sí mismo”. Por eso, –deducía– “la llamada educación antiautoritaria no es educación, sino renuncia a la educación”.

En efecto, notemos que hoy la autoridad tiende a comprenderse mal, porque se confunde autoridad con poder, que es la fuerza para dominar a otros. El sentido auténtico de la autoridad se funda en la dignidad o calidad, en la excelencia y la legitimidad de alguien para sostener, organizar y apoyar a otros en el desarrollo personal o social. Se puede tener autoridad sin poder y viceversa, pero sólo la autoridad hace legítimo el poder. Así los padres tienen una autoridad natural sobre los hijos, los maestros sobre sus alumnos, el Estado legítimo sobre los ciudadanos etc. El cristianismo ha reforzado el fundamento trascendente de la autoridad, al recordar, como hace San Pablo, que toda autoridad legítima viene de Dios. Los primeros cristianos rezaban por las autoridades públicas, aunque éstas no siempre les eran favorables. Renunciar a la autoridad es renunciar a la guía de otros, pedida por la dimensión social de la persona. Y, por tanto, es encerrar al sujeto en sí mismo, en su limitada percepción y capacidad; es privarle, en tantos aspectos, de una orientación esencial para su vida.

Todo ello no se opone a una adecuada autonomía de las personas. La autoridad debe saber ganarse la confianza conveniente para el ejercicio de su misión, por su altitud de miras y el respeto exquisito a la dignidad y al bien de las personas. Pero la realización del proyecto personal corresponde siempre al propio sujeto, que opta con mayor decisión si comprende las razones de quienes muestran vidas logradas, y si goza del necesario equilibrio interior –gracias a las virtudes– para elegir lo valioso y no lo más fácil, cómodo o placentero.

Como segunda raíz de la actual urgencia educativa, el Papa ha señalado la exclusión de las principales fuentes que orientan el camino humano: la naturaleza, la Revelación y la historia. El escepticismo y el relativismo niegan la capacidad normativa de la naturaleza, que de por sí no contendría orientación alguna. La Revelación, si la hubo, tampoco indicaría contenidos sino sólo motivaciones. La historia sólo nos informaría acerca de decisiones que otros tomaron y que no sirven para ahora y el futuro.

Pero, según Benedicto XVI, “es fundamental volver a encontrar un concepto verdadero de la naturaleza como creación de Dios que nos habla”, mostrándonos los verdaderos valores. Es necesario comprender la Revelación como clave que descifra las orientaciones que contiene la creación. En cuanto a la historia cultural, que desarrolla y hace propias esas orientaciones, requiere siempre una purificación.

Educar –deducía el Papa– es, por tanto, volver a encontrar estas fuentes y su lenguaje, sin ceder ante la desconfianza y la resignación. Hoy se requiere una “pasión educativa” que no se resuelve en mera didáctica ni tampoco en la transmisión de principios áridos. Educar es dotar a las personas de una verdadera sabiduría, que incluye la fe, para entrar en relación con el mundo; equiparlas con suficientes elementos en el orden del pensamiento, de los afectos y de los juicios. Si la tradición del pasado corre hoy peligro de olvidarse, precisamente por eso urge la educación como acompañamiento para descubrir personalmente la verdad.

En este marco, Benedicto XVI ha vuelto a proponer lo que dijo a los periodistas durante el vuelo a Portugal. Lo que en nuestro tiempo es motivo de escándalo –el pecado de algunos miembros de la Iglesia– debe traducirse en una llamada a una “profunda necesidad de volver a aprender la penitencia, de aceptar la purificación, de aprender por una parte el perdón, pero también la necesidad de la justicia".

Concluía con la exhortación a recorrer sin dudar “el camino del compromiso educativo”, incluyendo las nuevas tecnologías de la comunicación. “No se trata –advertía– de adecuar el Evangelio al mundo, sino de sacar del Evangelio esa perenne novedad, que permite en cada tiempo encontrar las formas adecuadas para anunciar la Palabra que no pasa, fecundando y sirviendo a la existencia humana”.

Ese es también el fundamento para “proponer a los jóvenes la medida alta y trascendente de la vida, entendida como vocación”; y también para responder a la actual “crisis cultural y espiritual, tan seria como la económica”. Así se podrá contribuir al bien común, vinculado al crecimiento social y moral.

lunes, 28 de junio de 2010

¿Piensan los jóvenes?

Jaime Nubiola. Catedrático de Filosofía. Universidad de Navarra
La Gaceta de los Negocios, 20 de noviembre de 2007

La impresión prácticamente unánime de quienes convivimos a diario con jóvenes es que, en su mayor parte, han renunciado a pensar por su cuenta y riesgo. Por este motivo aspiro a que mis clases sean una invitación a pensar, aunque no siempre lo consiga. En este sentido, adopté hace algunos años como lema de mis cursos unas palabras de Ludwig Wittgenstein en el prólogo de sus Philosophical Investigations en las que afirmaba que "no querría con mi libro ahorrarles a otros el pensar, sino, si fuera posible, estimularles a tener pensamientos propios".
Con toda seguridad este es el permanente ideal de todos los que nos dedicamos a la enseñanza, al menos en los niveles superiores. Sin embargo, la experiencia habitual nos muestra que la mayor parte de los jóvenes no desea tener pensamientos propios, porque están persuadidos de que eso genera problemas. "Quien piensa se raya" -dicen en su jerga-, o al menos corre el peligro de rayarse y, por consiguiente, de distanciarse de los demás. Muchos recuerdan incluso que en las ocasiones en que se propusieron pensar experimentaron el sufrimiento o la soledad y están ahora escarmentados. No merece la pena pensar -vienen a decir- si requiere tanto esfuerzo, causa angustia y, a fin de cuentas, separa de los demás. Más vale vivir al día, divertirse lo que uno pueda y ya está.
En consonancia con esta actitud, el estilo de vida juvenil es notoriamente superficial y efímero; es enemigo de todo compromiso. Los jóvenes no quieren pensar porque el pensamiento -por ejemplo, sobre las graves injusticias que atraviesan nuestra cultura- exige siempre una respuesta personal, un compromiso que sólo en contadas ocasiones están dispuestos a asumir. No queda ya ni rastro de aquellos ingenuos ideales de la revolución sesentayochista de sus padres y de los mayores de cincuenta años. "Ni quiero una chaqueta para toda la vida -escribía una valiosa estudiante de Comunicación en su blog- ni quiero un mueble para toda la vida, ni nada para toda la vida. Ahora mismo decir toda la vida me parece decir demasiado. Si esto sólo me pasa a mí, el problema es mío. Pero si este es un sentimiento generalizado tenemos un nuevo problema en la sociedad que se refleja en cada una de nuestras acciones. No queremos compromiso con absolutamente nada. Consumimos relaciones de calada en calada, decimos "te quiero" demasiado rápido: la primera discusión y enseguida la relación ha terminado. Nos da miedo comprometernos, nos da miedo la responsabilidad de tener que cuidar a alguien de por vida, por no hablar de querer para toda la vida".
El temor al compromiso de toda una generación que se refugia en la superficialidad, me parece algo tremendamente peligroso. No puede menos que venir a la memoria el lúcido análisis de Hannah Arendt sobre el mal. En una carta de marzo de 1952 a su maestro Karl Jaspers escribía que "el mal radical tiene que ver de alguna manera con el hacer que los seres humanos sean superfluos en cuanto seres humanos". Esto sucede -explicaba Arendt- cuando queda eliminada toda espontaneidad, cuando los individuos concretos y su capacidad creativa de pensar resultan superfluos. Superficialidad y superfluidad -añado yo- vienen a ser en última instancia lo mismo: quienes desean vivir sólo superficialmente acaban llevando una vida del todo superflua, una vida que está de más y que, por eso mismo, resulta a la larga nociva, insatisfactoria e inhumana.
De hecho, puede decirse sin cargar para nada las tintas que la mayoría de los universitarios de hoy en día se consideran realmente superfluos tanto en el ámbito intelectual como en un nivel más personal. No piensan que su papel trascienda mucho más allá de lograr unos grados académicos para perpetuar quizás el estatus social de sus progenitores. No les interesa la política, ni leen los periódicos salvo las crónicas deportivas, los anuncios de espectáculos y algunos cotilleos. Pensar es peligroso, dicen, y se conforman con divertirse. Comprometerse es arriesgado y se conforman en lo afectivo con las relaciones líquidas de las que con tanto éxito ha escrito Zygmunt Bauman.
Resulta muy peligroso -para cada uno y para la sociedad en general- que la gente joven en su conjunto haya renunciado puerilmente a pensar. El que toda una generación no tenga apenas interés alguno en las cuestiones centrales del bien común, de la justicia, de la paz social, es muy alarmante. No pensar es realmente peligroso, porque al final son las modas y las corrientes de opinión difundidas por los medios de comunicación las que acaban moldeando el estilo de vida de toda una generación hasta sus menores entresijos. Sabemos bien que si la libertad no se ejerce día a día, el camino del pensamiento acaba siendo invadido por la selva, la sinrazón de los poderosos y las tendencias dominantes en boga.
Pero, ¿qué puede hacerse? Los profesores sabemos bien que no puede obligarse a nadie a pensar, que nada ni nadie puede sustituir esa íntima actividad del espíritu humano que tiene tanto de aventura personal. Lo que sí podemos hacer siempre es empeñarnos en dar ejemplo, en estimular a nuestros alumnos -como aspiraba Wittgenstein- a tener pensamientos propios. Podremos hacerlo a menudo a través de nuestra escucha paciente y, en algunos casos, invitándoles a escribir. No se trata de malgastar nuestra enseñanza lamentándonos de la situación de la juventud actual, sino que más bien hay que hacerse joven para llegar a comprenderles y poder establecer así un puente afectivo que les estimule a pensar.

martes, 8 de junio de 2010

Fe cristiana e implicaciones sociales

Una “propuesta de sabiduría y misión”


La visita de Benedicto XVI a Portugal volvió a manifestar que la propuesta de la fe es relevante para la vida de las personas y para la sociedad. El Papa no es, como alguien ha dicho, un buen profesor que tiene la clase casi vacía y en llamas. Es el sucesor de Pedro, al que Cristo confió la dirección de su Iglesia. Es el portador de un mensaje revolucionario para el mundo. Y muchos se dan cuenta.
A su llegada a Lisboa anunció que traía “una propuesta de sabiduría y de misión”; porque la fe cristiana implica un anuncio de Dios y por eso un impulso hacia la verdad, el bien y la belleza, que encuentran su plenitud en Jesucristo.
Su propuesta –la propuesta de la fe cristiana– venía introducida por tres cuestiones, que planteó en el vuelo desde Roma: acerca de la razón y la fe, de la relación entre la fe y el mundo, y acerca del pecado. Primero, para comprender la vida humana no sirve una razón pura que se apoye únicamente sobre los datos empíricos (lo que se ve, se oye o se pesa), porque la persona está abierta a una verdad más profunda, la del espíritu. Segundo, es necesario que la fe cristiana asuma las cosas concretas del mundo –por ejemplo la economía–, sin quedarse “sólo en la salvación individual, en los actos religiosos”, pues “éstos implican una responsabilidad global, una responsabilidad respecto al mundo. Tercero, más que de los ataques que vienen del exterior de la Iglesia, los cristianos han de preocuparse del pecado que está en ellos; y por tanto “volver a aprender algo esencial: la conversión, la oración, la penitencia y las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad”.
Todo ello configura la propuesta cristiana del sentido de la vida. Esto tiene una implicación clave para la vida pública. “No se trata –explicaba el Papa nada más aterrizar en Lisboa– de una confrontación ética entre un sistema laico y un sistema religioso, sino de una cuestión del sentido al que se confía la propia libertad”. En efecto, se trata de preguntarse qué es lo que mueve mi vida, hacia qué verdad me dirijo, qué bien busco, qué belleza me atrae. Nada de esto se reduce al ámbito privado; desemboca en el tipo de sociedad y de cultura que todos contribuimos a configurar, en diálogo con nuestros conciudadanos.
Que la fe debe asumir las “cosas concretas” del mundo tiene una consecuencia que Benedicto XVI explicó a los obispos de Portugal: la necesidad de que los cristianos laicos que se sitúan en la configuración de la cultura (como los políticos, los intelectuales y los periodistas) sean testigos de Jesucristo. Ellos deben superar “el silencio de la fe”. Es decir, no cabe la resignación ante el hecho de que, particularmente en los ámbitos políticos, culturales y de la comunicación, “muchos creyentes se avergüenzan y dan una mano al secularismo, que levanta barreras a la inspiración cristiana”.
Por eso, en la misión evangelizadora, “será útil conocer y comprender los diversos factores sociales y culturales, sopesar las necesidades espirituales y programar eficazmente los recursos pastorales”. Pero lo decisivo es llegar a inculcar “un verdadero afán de santidad, sabiendo que el resultado proviene sobre todo de la unión con Cristo y de la acción de su Espíritu”.
Cuando, según la opinión de muchos, la fe católica ha dejado de ser patrimonio común de la sociedad, no bastan las “simples disquisiciones o moralismos” y menos aún las “genéricas referencias a los valores cristianos”; tampoco el “mero enunciado del mensaje”, puesto que “no llega al fondo del corazón de la persona, no toca su libertad, no cambia la vida”. Es otra la solución: “Lo que fascina es sobre todo el encuentro con personas creyentes que, por su fe, atraen hacia la gracia de Cristo, dando testimonio de Él”.
Aquí el Papa ha citado unas palabras de Juan Pablo II en 1985: "La Iglesia tiene necesidad sobre todo de grandes corrientes, movimientos y testimonios de santidad entre los 'fieles de Cristo', porque de la santidad nace toda auténtica renovación de la Iglesia, todo enriquecimiento de la inteligencia de la fe y del seguimiento cristiano, una reactualización vital y fecunda del cristianismo en el encuentro con las necesidades de los hombres y una renovada forma de presencia en el corazón de la existencia humana y de la cultura de las naciones”. Y haciendo de abogado del diablo, añadía el Papa actual: “Alguno podría decir: la Iglesia tiene necesidad de grandes corrientes, movimientos y testimonios de santidad..., pero no los hay”. Replicaba enseguida diciendo que no faltan activos movimientos y comunidades eclesiales, sólo que es necesario prestarles atención para que desarrollen un auténtico espíritu cristiano y de comunión en la Iglesia.
En todo caso –señaló más tarde en Oporto– los cristianos han de dar testimonio de Cristo en todos los ambientes, “sin imponer nada, proponiendo siempre”, dando razón de su esperanza a todos los que la piden, porque en el fondo todos la necesitan; puesto que, como dice la encíclica Caritas in veritate, “sin Dios el hombre no sabe adónde ir ni tampoco logra entender quién es”. Hoy el campo de la “misión” ha cambiado: “Nos esperan no solamente los pueblos no cristianos y las tierras lejanas, sino también los ámbitos socio-culturales y sobre todo los corazones que son los verdaderos destinatarios de la acción misionera del Pueblo de Dios”. Y como lamentándose, concluía: “¡Cuánto tiempo perdido, cuánto trabajo postergado, por inadvertencia en este punto!”.
En síntesis, apertura de la razón a la fe y de la fe al mundo, lucha contra el pecado; énfasis sobre la santidad y el testimonio: ejemplo de vida y formación cristiana para poder dar argumentos sobre la propia fe, y participar así en la gran misión cristiana.
La propuesta de sabiduría –primera parte de este viaje, centrado en la Virgen de Fátima– se completó en la segunda parte con la propuesta de testimonio y de misión. Y es que la luz del mundo no puede oscurecerse y la sal de la tierra no debería volverse insípida.

Ramiro Pellitero
Instituto Superior de Ciencias Religiosas
Universidad de Navarra

lunes, 10 de mayo de 2010

Matrimonio no hay más que uno

ROMA, domingo, 2 de mayo de 2010 (ZENIT.org).-Existe un sólo matrimonio: no hay un matrimonio civil y otro religioso. Lo aclara en esta entrevista concedida a ZENIT un escritor y sacerdote, autor de "El libro del matrimonio" (Planeta, 2010), donde repasa esta institución y ofrece claves para comprender lo que él llama "esa misteriosa unión".


Profesor de Antropología en el Centro Universitario Villanueva (Universidad Complutense de Madrid) y capellán, José Pedro Manglano (www.manglano.org) es doctor en Filosofía y combina su trabajo sacerdotal con cursos, conferencias y con la dirección del sello Planeta Testimonio.

Manglano es miembro del Consejo Asesor del Observatorio para la Libertad Religiosa y de Conciencias (www.libertadreligiosa.es).

--Oiga... ¿cuántos matrimonios hay?

--Manglano: Matrimonios no hay más que uno.

No podemos olvidar que solo se casan quienes se casan. ¡Nadie les casa! Cuando hacen el acto libre de entrega total en su ser masculino y femenino, generan una relación particular que llamamos ‘matrimonio'. Consiste en una unión orgánica, de modo que dos forman ‘una sola carne'. Esto -insisto- sólo pueden hacerlo los que se casan. Sólo ellos fundan o crean un nuevo matrimonio.

Por lo tanto, no hay un matrimonio civil y otro religioso. No. Eso son instancias que reconocen o no el matrimonio, el único matrimonio. El Estado dice: ‘Si queréis que yo os reconozca como matrimonio, si queréis que mi legislación sobre el matrimonio se os aplique, yo-Estado os exijo que el consentimiento os lo deis delante de un funcionario, con tantos testigos, que rellenéis estos impresos... y lo que sea'. La pareja que quiere ser reconocida por el Estado hace su matrimonio -¡el único!- del modo establecido por la autoridad civil. Hablamos, entonces
de que esa pareja ha realizado un matrimonio civil.

También la Iglesia, para reconocer a los cristianos su matrimonio, puede exigir unas formalidades en el modo de contraerlo. Entonces hablamos de matrimonio religioso, pero es el único matrimonio.

--La alianza, el arroz, las arras... cuénteme de dónde surge todo esto...

--Manglano: ¡Todo esto! Imposible. Cada una de estas tradiciones se forma en un lugar y momento casi siempre indeterminado, se configura poco a poco, arraiga también en otros lugares...

Se trata de expresiones en lenguaje simbólico. Esto es, las realidades abstractas o espirituales -como puede ser el deseo de prosperidad, el deseo de descendencia, la pertenencia de uno al otro...- se pueden expresar y manifestar de manera física, corporal, material. Los hombres necesitamos hacerlo. Estos símbolos y rituales son profundamente humanos. Conviene conocer su sentido y realizarlos con autenticidad. De lo contrario, se convierten en formalismos o en elementos ornamentales, que terminan por ahogar con liturgias llenas de vacío.

El arroz, por ejemplo, es una tradición muy joven, importada de Asia. En Oriente el arroz es símbolo de fertilidad y riqueza. Quienes provocan una lluvia de arroz a los nuevos esposos les desean una gran familia y abundancia en todos los sentidos. En las bodas griegas ortodoxas, sin embargo, se arrojaban almendras cubiertas de azúcar o pintadas de rojo. Su significado es el mismo, y proviene de que el almendro es el primer árbol que florece en la primavera.

--El matrimonio es un sacramento de dos, mientras los otros sacramentos son "individuales". ¿Por qué es así?

--Manglano: Efectivamente, son dos quienes ‘sufren' la acción del Espíritu de Dios, acción que hace de ambos una sola carne. Podríamos hablar que la acción transformadora que opera este sacramento es la de realizar una unidualidad, una comunión total de vida y amor.

A partir de su acto libre por el que deciden unirse, el Espíritu constituye una comunión que la libertad de ambos deberá realizar progresivamente en sus vidas.

Es un sacramento de dos en el sentido de que antes son dos y es un sacramento de uno en el sentido de que después son uno.

--El matrimonio... ¿se descubre o se fabrica?

--Manglano: Me parece que esa es la cuestión moderna más interesante. En un siglo XX marcado por la filosofía de la sospecha --sospecha ante todo lo que parece impuesto al hombre-, decidimos reinventar el matrimonio. Llevamos cincuenta años experimentando, afirmando: ‘el matrimonio es cuestión de que mi pareja nos queremos, y nadie tiene que decirnos cómo vivir, ni darnos reglas que rompan la espontaneidad libre de nuestra relación'.

El Time publicaba recientemente que el último informe del Pew Research Center concluía que los jóvenes del milenio -quienes tienen 18 años- resultan algo convencionales: el 52% de ellos se marcan como primer objetivo ser un padre ejemplar y lograr un matrimonio estable y fiel. Se ve que los inventos han generado más dolor que felicidad. Podríamos decir que el matrimonio institucional -por contraponerlo al matrimonio a la carta fabricado por la pareja- sigue siendo el ideal.

Me ha resultado interesante estudiar esta cuestión en diálogo con las letras de las canciones de Joaquín Sabina. Él afirma que creía que se trataba de estrellas y resultaron ser tubos de neon; esto es, que no se trata de un misterio sino de algo de fabricación cultural. Sin embargo, estoy convencido de que el matrimonio, lejos de inventarlo, nos inventa. El matrimonio tiene su ADN particular, no estipulado por nadie sino por la misma verdad del amor esponsal.

--Históricamente había bodas entre recién nacidos... Hemos mejorado, ¿no?

-P. Manglano: Hemos mejorado mucho, y también hemos empeorado mucho. El matrimonio, en sí mismo, es un modo de vida que hace bueno y feliz al hombre. El matrimonio resulta intensamente atractivo tal y como es, pero está siempre amenazado por la mezquindad de la que es capaz el hombre. El hombre suele atacar -sin mala intención, pero ataca- la verdad del matrimonio para manipularlo según su interés.

En el siglo VIII el resultado de esta manipulación fue éste: cuando los misioneros cristianos llevan el Evangelio a los pueblos bárbaros, en Bulgaria y en otros pueblos germánicos encuentran la tradición de casar a los niños apenas recién nacidos. Era una forma de lograr las alianzas familiares y sus beneficios económicos o políticos, adelantando los tiempos. El protagonismo del casamiento, entonces, no lo tenía el amor. Esto solo llegó en torno al siglo XI, precisamente cuando la teología cristiana estudia la Trinidad y redescubre que Dios es un moviendo eterno de Amor; por lo tanto, el amor es importante, y en los matrimonios deberá respetarse su papel, su insustituible protagonismo.

Sí, en esta percepción hemos mejorado. Pero al mismo tiempo hemos perdido otras percepciones, como el valor liberador de la institución, o la necesidad de la paciencia y el ‘dominio de sí' para realizar con fidelidad y en plenitud el proyecto creado, o el poder destructor de la anticoncepción...

--Sin vínculos no hay libertad, afirma usted. ¿Es una provocación?

--Manglano: ¡Me gusta! Mientras no se provoca a la razón, el racionalismo nos limita de tal forma el conocimiento que nos alejamos de la belleza de la vida real. Sí, no podemos reducir los misterios de la existencia del hombre a fórmulas matemáticas y silogismos del todo planos. La verdad de los misterios humanos, como lo es el hecho de su libertad, resultan siempre paradójicos para la razón.

Por este motivo he afrontado el tema, de acuerdo con el método de el caso, en diálogo con Antoine de Saint-Exupery y su mujer Consuelo. Son dos personas ‘libertinas' que esperan en la felicidad que les proporcionará la independencia y autonomía. Saint-Exupery, como el Principito creado por él, viaja por distintos planetas deseoso de una vida nada encorsetada; conoce otras tantas rosas iguales a la suya... Consuelo, también de planteamientos libertinos, sufre por las ausencias de su marido y las relaciones que mantiene con sus amantes.

Al final Saint-Exupery descubre una gran verdad: su rosa es única, ninguna tiene valor sino aquella a la que se ha entregado; solo quien está domesticado encuentra sentido a su existencia; es entonces cuando el zorro le enseña que domesticar es establecer lazos, crear vínculos. Muchos no saben que el Principito es una carta de amor de Antoine a su mujer, movida por un profundo arrepentimiento.

Así es: si queremos independencia, el matrimonio es mal camino. Si pretendemos ser felices, este vínculo que nos hace a nosotros mismos nos permite ser libres realizando el proyecto concreto que somos. Siendo más intensamente esposo soy más libre, siendo más entera y elegantemente esposa soy más libre. La vida dice que es así, y la razón solo logra vislumbrarlo... y comprobarlo. Así son los misterios humanos.

Por Miriam Díez i Bosch

martes, 4 de mayo de 2010

Actor despedido por pensar

Hace unos días saltaba a los medios una noticia curiosa. La cadena americana ABC había echado a un actor por negarse a rodar escenas de sexo. El actor es Neal McDonough, 44 años, bastante conocido por sus apariciones en películas como Minority Report o Banderas de nuestros padres, y por series de TV como Hermanos de sangre o Mujeres desesperadas. Lo cuenta Ana Sánchez de la Nieta en Aceprensa:

Acababa de empezar el rodaje de Scoundrels, una nueva serie de la ABC, y se negó a interpretar una escena de sexo explícito con Virginia Madsen. La cadena decidió sustituirle por otro actor. La noticia ha dado pie a un sinfín de comentarios y explicaciones. Los medios han publicado que la razón de la negativa es que McDonough es católico, con firmes creencias religiosas y tienen mujer y tres niños pequeños. Por eso se niega a interpretar este tipo de escenas.

En los medios digitales –los más dados a este tipo de debates– miles de internautas han apoyado masivamente la decisión del actor. A juzgar por los comentarios a esta noticia, abrumadoramente positivos, se deduce que la coherencia sigue siendo un valor en alza. Son mayoría las personas que alaban la decisión de McDonough y elogian que una persona sea capaz de perder un millón de dólares (que es lo que ha dejado de cobrar) por actuar en conciencia y por respeto a su mujer y a su familia. Los que critican la decisión del actor –además de la cadena, claro– lo hacen señalando que no ha tenido los mismos inconveniente al interpretar papeles violentos.

Sexo y violencia, muy diferentes

Además del lógico sentido común –presente en muchos de los comentarios de estas webs, como el de la mujer que señalaba que, si su marido fuera actor, prefería mil veces verle disparando que en la cama con otra mujer–, en este punto, viene bien releer al crítico francés André Bazin, mentor de Truffaut y Rohmer, inspirador de la Nouvelle Vague e impulsor de la revista Cahiers du cinema. Bazin explica en su célebre libro Qué es el cine como la representación del sexo y la violencia son absolutamente diferentes.

Bazin afirma que la gran diferencia es que las escenas de violencia se representan mientras que las sexuales, en cierto modo, se viven. “Si se muestra en la pantalla un hombre y una mujer con un vestido y postura tales que sea inverosímil que al menos un comienzo de consumación sexual no haya acompañado a la acción, yo tendría derecho a exigir en un film policiaco que se mate verdaderamente a la víctima o al menos que se la hiera más o menos gravemente. Y esta hipótesis no tiene nada de absurdo, porque no hace mucho que el asesinato ha dejado de ser espectáculo, para los romanos, los mortales juegos de circo eran el equivalente a una orgía”.

Bazin señala como –a diferencia de otras artes representativas, como la pintura– “en el cine a la mujer incluso desnuda se la puede desear expresamente y acariciarla realmente y, sin embargo, si queremos permanecer en el nivel del arte debemos mantenernos en lo imaginario. Debemos poder considerar lo que pasa en la pantalla como un relato que no llega jamás al plano de la realidad, o en caso contrario, me hago cómplice diferido de un acto, o al menos una emoción, cuya realización exige intimidad. Lo que significa que el cine puede decir todo pero no puede mostrarlo todo. Se puede hablar de todo tipo de conductas sexuales pero con la condición de recurrir a las posibilidades de abstracción del lenguaje cinematográfico, de manera que la imagen no adquiera jamás un valor documental”.

Desde esta perspectiva, se entiende que haya directores que se nieguen a incluir escenas de sexo en sus películas y prefieran recurrir a la elipsis. El realizador finlandés Ali Kaurismäki, lo explica con elocuencia. En sus cintas, muy oscuras en ocasiones, retrata la vida de prostitutas o amantes pero nunca muestra sexo en la pantallas. “Cuando veo una película y llega la escena de sexo me siento siempre muy violento, y también el público, creo. Son situaciones privadas y me siento un voyeur. Todas esas secuencias parecen siempre la misma; pienso que en Hollywood tienen un stock al que acuden”.

Y el español Patxi Amezcua, preguntado recientemente sobre por qué en su película 25 kilates había poco sexo y palabrotas, comentaba que “no hace falta decir “hijo de puta” para que se note que el personaje está enfadado… Y el sexo despista la mayor parte de las veces”.

Cuando fallan otros recursos

De hecho, las personas que ven mucho cine, por ejemplo, los críticos coinciden en señalar que, con excepciones, el exceso de sexo en una película puede obedecer a dos motivos: o es un reclamo publicitario para hablar de ella por escandalosa o es un modo de intentar salvar un mal guión.

La tesis de Bazin explica también como, al margen de otras cuestiones morales, muchos actores confiesan sentirse incómodos cuando ruedan estas escenas. Otros las ven necesarias para entrar en el mundo del cine –un peaje que hay que pagar– pero renuncian a ellas en cuanto tienen un cierto caché. Es el caso, por ejemplo, de Brad Pitt que, hace años manifestó que no volvería a salir desnudo. “No quiero sentirme avergonzado cuando mis hijos sean más grandes y vean mis películas”, señaló.

Y el espectador, ¿quiere el espectador medio ver sexo en la pantalla grande? A juzgar por los datos de taquilla parece más bien lo contrario. Entre las 10 películas más vistas en el 2009 solo una –Resacón en las Vegas– tiene contenidos sexuales.

En definitiva, toda esta historia revela en el fondo que una de esas frases acuñadas en el mercado del cine –que el sexo vende– no es cierta y que el sexo en la pantalla tiene más inconvenientes que ventajas. Hace perder dinero a los productores y distribuidores, encasilla a los actores, incomoda al espectador, no ayuda a la creatividad de los realizadores y no convence a los críticos. Neal Mc Dougahn, además de buen actor ha demostrado ser un tipo coherente y listo.

lunes, 26 de abril de 2010

Educación de la sexualidad

Por Enrique E. Fabbri, Doctor en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma. Está especializado en antropología de la sexualidad, pareja humana y familia. Es director del Centro de Población y Familia del CIAS.

Ante una visión distorsionada y reduccionista de la sexualidad, especialmente desde los medios de comunicación, se promueven una mentalidad y comportamientos humanos cuestionables, hasta desde el punto de vista de la psicología y la salud mental.

Se reduce el amor a la sexualidad y ésta a lo meramente genital; se mira al sexo exclusivamente como instrumento de placer. Están totalmente ausentes temas de gran importancia como las relaciones interpersonales de respeto y entrega al bien del otro; sentido del amor en la pareja; inquietud por madurar integral y armónicamente en esas relaciones; elaboración de un proyecto de vida; todo como requisitos básicos y previos para que la sexualidad, no solo de la joven, sino del joven, sea humana, responsable y plenamente satisfactoria.

Los padres de familia y educadores han de ser rectamente informados y ayudados para poder educar a sus hijos en la sexualidad de una manera responsable e integral, para que sea un serio y maduro lenguaje del genuino amor, y para adquirir un sentido de la vida humana que de unidad a la persona en todas sus actividades y comportamientos.

Se trata de ver si existe en el ser humano una pauta que señale los valores universales del comportamiento sexual, por debajo de todas las interpretaciones y variaciones que la sexualidad ha recibido en las diversas culturas de la humanidad.

Orientaciones

La tendencia a presentar los hechos en total prescindencia de si son o no verdaderos valores humanos, trae consigo el peligro de establecer como criterio de valores verdaderos lo que hace la mayoría. Se cae así en el riesgo de presentar determinados hábitos y comportamientos sexuales como en sí inofensivos, cuando en la realidad están muy lejos de serlo. Un ejemplo de muestra: aceptar las relaciones sexuales entre adolescentes por el simple hecho de que la mayoría lo hace y sólo recomendar el uso de anticonceptivos para que no se produzcan embarazos inesperados, ¿es en verdad la mejor manera de encarar este problema?.

Muchos de los planteamientos actuales no sirven para educar la sexualidad de nuestros jóvenes y hacer de ella un serio y maduro lenguaje del genuino amor. Sus consecuencias son muy dolorosas: dejan un enorme residuo de personalidades frustradas, resentidas, amargadas y destructivas. Por este camino la persona se va deshumanizando en forma progresiva y puede llegar a deshacerse por el exceso en el alcohol, la drogadicción, el juego desenfrenado, la violencia, la promiscuidad sexual... Mientras no se sepa o se quiera tomar con seriedad el sano proceso de la educación para el amor, se hará muy difícil llegar a una sociedad mejor.

Para una formación integral de la sexualidad se ha de tener en cuenta los siguientes presupuestos:

1. Sólo se logra un maduro ejercicio de la sexualidad dentro de un proceso integral de maduración de la personalidad, que trasciende el mero ejercicio de la genitalidad.

2. Si la sexualidad se aborda en forma parcial y reduccionista, no se logra la meta propuesta.

3. Es un error creer que el placer genital es un valor absoluto. Este vale cuando la persona aprende a vivir en el amor, el cual guarda una relación intrínseca con el sentido que se da a la vida humana y los valores éticos de comportamiento a los que uno se compromete consigo mismo y con los otros.

4. Información y formación han de ir juntas para facilitar en los adolescentes la capacidad de tomar decisiones libres desde su propia interioridad.

5. Ha de quedar bien en claro el respeto a los derechos fundamentales de los padres y de los hijos en el ejercicio de este proyecto educacional. A las instituciones (oficiales o privadas) les corresponde una ayuda subsidiaria que complete y supla lo que cierto tipo de padres, por su carencia de formación, no pueden o no saben dar a sus hijos.

Ser persona.

Por su cuerpo la persona se hace presente en el mundo, lo asume en su espacio y su tiempo. Por su sexo la misma persona manifiesta su modo o manera diferenciada de alterativa de ser en ese espacio y tiempo cósmico e histórico. El sexo da los modos de ser, implica toda la persona, colorea todas sus actitudes reaccionales. Entre persona y sexo no existe prioridad, sino correlatividad: la persona es sexual y el sexo es personal. Por eso la sexualidad es en sí una fuerza ambivalente. Y es fundamental que el hombre descubra su verdad. Esa la encontrará en el centro de su ser humano, en su profundidad nunca totalmente penetrable.

Ser humano es reconocer ante todo en el otro mi semejante -la línea de la igualdad, y al mismo tiempo, en mi semejante, un otro diferente -la línea de la diferencia. Ser y conocer se relacionan profundamente: conocer al otro sexo es negar a ser uno mismo; ser plenamente uno mismo es conocerse para el otro. El varón y la mujer sólo llegan a ser lo que son en la reciprocidad de un enfrentamiento concreto e histórico que los compromete a ambos, haciéndolos mutuamente responsables. Sólo en esta reciprocidad experimentan lo que son.

Sólo se es uno-mismo por el otro; esto es lo que fundamentalmente expresa la sexualidad. Es aprender a relacionarse con el otro sexo de tal manera que contribuya a la plenificación integral de ambos como personas y al logro de sociedades solidarias. Llegar a ser persona, responsable, libre, creadora, es también ayudar al otro a hacerse mujer o varón. Esto supone la renuncia a sus prerrogativas arbitrarias o ya caducas (v. gr. machismo, feminismo...) y el reconocimiento de la originalidad del otro sexo. Pues entre los hombres no hay algo más igual y al mismo tiempo más diferente que dos seres humanos de sexo distinto.

Es la presencia de dos personas, una frente a la otra (en un cara-a-cara) de comunión y participación, en actitud de mutuo respeto, apertura y donación. De allí surge la originalidad del otro y de uno mismo. Esto da lugar al encuentro desinteresado con el otro, que brinda a cada uno la nueva dimensión de su ser, lo imprevisto, lo creativo, lo irreducible a toda codificación. Este es el modo originario del mismo ser humano: ser el uno para el otro una continua inspiración e invitación a ser plenamente persona, descubriendo y asumiendo el sentido y la dinámica profunda de su ser.

En otros términos, el ser humano exige la presencia del otro para llegar a ser él mismo. Y el otro por excelencia para el varón es la mujer, como para la mujer es el varón. Uno para el otro, en el otro y por el otro es más plenamente si mismo porque siendo igual, no es del mismo sexo, y por eso da mayor originalidad.

Por eso el hombre que se mantiene aislado no logra su plena dimensión de persona humana, y en particular, de persona sexuada. Esta promoción del varón y de la mujer se mantiene en una especie de ambigüedad mientras no se afronte ese proceso en el sentido de un desarrollo integral del ser femenino y masculino en su originalidad sexuada.

Mujer y varón que se comprometen a respetar y promover la libertad del otro en su propio proyecto de vida y amor, dan lugar a un proceso de humanización. Se va logrando en la medida que entablan relaciones maduras, impregnadas de respeto, de mutuo afecto, de comprensión y de cooperación creadora. Sólo así se obtiene un enriquecimiento integral de la personalidad de ambos cuyo aspecto principal es la ternura.

lunes, 19 de abril de 2010

Los ataques al Papa

Aprovechando que hoy se cumple el 5º Aniversario de la elección de Benedicto XVI reproducimos el artículo del Dr. Joaquín Navarro-Valls, ex-director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, en el diario italiano La Repubblica (01-04-10, pag. 35), que ha suscitado gran interés en Italia y lo mismo su traducción en inglés (National Catholic Register: Navarro-Valls on the Abuse Crisis), en Estados Unidos:


En las dos últimas semanas los medios han llenado el espacio público con la dolorosa y destructiva realidad de los casos criminales de pedofilia.
La acusación se ha ido levantando progresivamente como consecuencia de una serie de revelaciones provenientes de diversos países europeos, tocantes a casos de abusos sexuales perpetrados a menores por parte de sacerdotes. Leyendo las informaciones parece incluso que se trate de un “scoop” gigantesco, y que ahora –gracias a estas geniales revelaciones- esté emergiendo un sotobosque podrido en el seno de la Iglesia católica.
Ciertamente, en Austria, en Alemania y en Irlanda, como en casi todos los países en los que hay una presencia consistente de escuelas y organizaciones educativas eclesiásticas, ha habido fenómenos criminales graves de violaciones de la dignidad de la infancia. El hecho es conocido. Y no es casualidad que en el Vía Crucis de 2005, el entonces cardenal Joseph Ratzinger no usara medias palabras cuando revelaba con disgusto: «!Cuánta suciedad hay en la Iglesia! Incluso entre quienes, en el sacerdocio, deberían pertenecer completamente a Jesús. ¡Cuánta soberbia! ¡Cuánta autosuficiencia!». Quizá lo hemos olvidado. Por tanto, se puede sin temor a un desmentido revelar que el problema existe en la Iglesia, es conocido por la Iglesia, y ha sido y será más adelante afrontado con decisión por parte de la misma Iglesia en el futuro.

Con todo, vamos a intentar reflexionar por un momento sobre la manifestación de la pedofilia en sí misma. Desde mi experiencia como médico puedo evidenciar algunos datos importantes, útiles para entender la gravedad y la difusión del problema.
Las estadísticas más acreditadas son elocuentes. Certifican que 1 chica de cada 3 ha sufrido abusos sexuales, y que 1 chico de cada 5 ha sido objeto de actos de violencia. El hecho verdaderamente inquietante, divulgado no sólo en las publicaciones científicas sino incluso en la CNN, nos dice que el porcentaje de quienes –según una muestra representativa de la población- han molestado sexualmente a un niño se mueve entre el 1 y el 5%. Es decir, una cifra impresionante.
Los actos de pedofilia han sido llevados a cabo por parte de los padres o de parientes cercanos. Hermanos, hermanas, madres, “canguros” o tíos, son los abusadores más comunes de los niños. Según el departamento de Justicia estadounidense casi todos los pedófilos acusados por la Policía eran varones en un 90% de los casos. Según Diana Russell, el 90% de los abusos sexuales se lleva a cabo por personas que tienen conocimiento directo de las pequeñas víctimas, y permanecen dentro de la complicidad familiar.
Un aspecto destacado, por desgracia, es que en el 60% de los casos de violencia, quienes la sufren tienen menos de 12 años, y en la inmensa mayoría de los casos los abusadores son personas de sexo masculino y con parentesco de sangre con las víctimas.

Estas estadísticas muestran, por tanto, un cuadro claro y más bien amplio de la práctica de la violencia sobre la infancia. Teniendo en cuenta que estos datos se refieren únicamente a los hechos denunciados, patentes o de todos modos conocidos, podemos fácilmente imaginar la magnitud del dramatismo que se esconde tras esta realidad, aún más difundida en países que por razones culturales no consideran nítidamente que esta violencia sea una obscenidad aberrante.
Con esto, dirigir la atención exclusivamente sobre quienes de modo evidente pueden inscribirse en la categoría general de abusadores sexuales, siendo sin embargo sacerdotes, puede ser verdaderamente una desviación del asunto. En este caso, en efecto, el porcentaje desciende hasta convertirse en un fenómeno estadísticamente mínimo.
Cierto que nada podrá apartar los sentimientos y la vergüenza que se siente ante estas revelaciones recientes referidas a la Iglesia, incluso aunque se refieran a hechos sucedidos hace decenios y probablemente cubiertos con gravísimas formas de complicidad. Podemos estar seguros, partiendo de la carta pastoral a Irlanda, de la semana pasada, de que Benedicto XVI tomará todas las medidas que serán necesarias para expeler a los culpables y juzgarlos sobre los crímenes reales cometidos por las personas implicadas.

De todos modos, evitemos caer en la trampa de la hipocresía, sobre todo al estilo de la puesta recientemente en escena por el New York Times al referir el caso del reverendo Murphy. Porque ahí, la autora del artículo no valora, ni saca consecuencias, ni señala con relieve adecuado, el hecho de que la Policía –que había recibido denuncias al respecto- lo había dejado libre como inocente.
¿Hay algún Estado que ha hecho una investigación en profundidad sobre este tremendo fenómeno, tomando medidas claras y explícitas –incluso preventivas- contra los abusos de pedofilia que hay entre los propios ciudadanos, en las familias, o en las instituciones educativas públicas? ¿Qué otra confesión religiosa se ha movido para desemboscar, denunciar y asumir públicamente el problema, sacándolo a la luz y persiguiéndolo explícitamente?
Evitemos, sobre todo, la insinceridad: la de concentrarnos sobre el limitado número de casos de pedofilia verificados en la Iglesia católica, sin abrir en cambio los ojos ante el drama de la infancia violada y abusada demasiado a menudo y por todas partes, pero sin escándalos.
Si deseamos combatir los delitos sexuales sobre los menores, al menos en nuestras sociedades democráticas, entonces debemos evitar ensuciarnos la conciencia, mirando exclusivamente hacia donde el fenómeno se produce con gravedad moral quizá incluso mayor, pero en medida ciertamente menor.
Antes de poder juzgar a quien hace algo, se debería tener los redaños y la honestidad de reconocer que no se está haciendo lo suficiente. Y procurar hacer algo semejante a lo que está haciendo el Papa. Si no es así, sería mejor dejar de hablar de pedofilia y comenzar a discutir acerca de la fobia furibunda desencadenada contra la Iglesia católica. Esta última acción, en efecto, parece hecha con gran habilidad y con escrúpulo meticuloso en la investigación, y –sin embargo- con evidente mala fe.
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sábado, 17 de abril de 2010

Sexo y religión

Encontramos de la web SCRIPTOR.ORG este artículo de Alejandro Llano y que ilustra bien el trasfondo de las campañas contra la Iglesia sobre abusos sexuales:

Cambian los motivos o disculpas, pero se mantienen constantes los ataques a la Iglesia católica. A nadie le sorprende ya que el permanente hostigamiento tenga siempre los mismos orígenes y acabe por apuntar a Benedicto XVI. Es el enemigo a batir, porque representa un desmentido viviente a la presunta falta de inteligencia y humanidad que achacan a los católicos. En esta última campaña –cuidadosamente preparada– han recurrido a una acusación que tiene ciertas bases reales y se presenta cargada de morbo.

Aunque la temática dista mucho de ser nueva. La secreta actividad sexual de sacerdotes y religiosos es un tópico frecuentado por la novela anticlerical decimonónica, con resultados ocasionalmente tan brillantes como La Regenta de Clarín. El aditamento actual hace que la agresión apunte a algo todavía más morboso: la homosexualidad ejercida contra menores. Con ello empiezan las paradojas. Porque la liberación sexual y la ideología de género es el tema central de los supuestos progresistas españoles, que han renunciado a las reivindicaciones sociales y a la vanguardia cultural.

Lo suyo es, ahora, la promoción de la homosexualidad, el desprecio a la familia y el adoctrinamiento de adolescentes y niños en la práctica temprana del sexo, con especial énfasis en sus variantes menos naturales. Lo que –según pretenden– les desmarca de una inquietante cercanía con lo que ahora denuncian, es la supuesta libertad de aquellos a quienes incitan a ejercitarse en modalidades sexuales consideradas por muchos como escasamente éticas.

Pero surge inmediatamente la pregunta: ¿acaso son realmente libres los niños y niñas, desde los 11 años, a quienes se somete a “talleres de masturbación”, “exploración del clítoris” y otras experiencias que da hasta vergüenza nombrar? Y esto no es algo episódico o accidental. En algunas comunidades autónomas el erotismo sistemático se considera un capítulo obligado de la Educación para la Ciudadanía, al menos en los centros oficiales.

Y la nueva Ley del Aborto incluye en su propio título la formación afectiva y sexual llevada forzosamente a cabo por instructores preseleccionados en todos los colegios y desde temprana edad. ¿Así entienden los socialistas la libertad en materia tan íntima y personal? Estamos ante un abuso sexual universal y sistemático.

Todo lo cual, evidentemente, no disculpa en absoluto a los clérigos que se aprovecharon de su posición religiosa y docente para actividades injustificables y odiosas. Resulta sospechoso, con todo, que se saquen a la luz con estudiada secuencia tales escándalos –que acontecieron en ocasiones hace varias décadas– y que se denuncie a autoridades eclesiásticas que, en algunos casos, nada tuvieron que ver directamente con los atropellos ni con su ocultación.

Más delicado para la sensibilidad de los propios católicos resulta el permisivismo con el que se ha enfocado este problema en seminarios y centros educativos. No han sido precisamente los religiosos considerados conservadores quienes han abierto la mano ni, quizá, los que han disimulado irregularidades tan penosas.

Han sido, más bien, quienes se consideraban en línea de una ética más abierta y progresiva. Y, desde luego, al cardenal Ratzinger no se le puede acusar, ni en Múnich ni en Roma, de ninguna inconsistencia teórica o pastoral. Se sabe muy bien que fue el primero en denunciar y poner coto a los desórdenes que comenzaban a apuntar en la Iglesia La revolución cultural y sexual que arranca en 1968 se inspiraba –junto con ideas más interesantes– en una ideología en la cuales se entremezclaban versiones tardías del freudo-marxismo, convencionalmente personalizadas en Herbert Marcuse.

La revolución del 68 no fracasó, según pretenden algunos de manera frívola y voluntarista. Penetró en todos los ámbitos sociales, también en los ambientes religiosos, y contribuyó al cambio de costumbres que se ha venido agudizando desde entonces. Realmente es la única revolución que, con estructura marxista, ha triunfado en el siglo XX. Y es aquí, y no en el celibato sacerdotal, donde se encuentran las raíces de estas conductas erráticas que ahora afligen a los católicos y son instrumentalizadas por los enemigos del cristianismo.

Poner en el celibato la causa de tales abusos equivale a no tener en cuenta datos elementales de la psicología y la ética. A la Iglesia católica se le reprocha con frecuencia una presunta rigidez en cuestiones morales. Si la ética de inspiración cristiana defiende posturas no siempre populares, no es por la aplicación de un código implacable, sino por la defensa de la dignidad intocable de la persona humana.

Éste es el motivo por el que siempre ha promovido y practicado las virtudes de la castidad y del pudor. Cosa que ahora los manipuladores aprovechan para hablar de hipocresía. Nos ofenden con ello injustamente a muchos. Y los manipuladores deberían tener muy presente que la acusación de hipocresía se vuelve fácilmente contra los que la lanzan.

jueves, 15 de abril de 2010

Seis campañas contra el Papa

Son acusaciones sin base y refutadas una y otra vez, pero reaparecen en la prensa con excusa o sin ella. La Razón nos informa de esta campaña:


Joseph Ratzinger tiene dos problemas: carece del carisma arrollador de Juan Pablo II y es alemán. Ninguna de estas cosas es pecado ni necesaria para ser Papa, pero ayudan a que circulen los bulos contra él. Los orígenes son casi siempre los mismos: «The New York Times» y Associated Press en Estados Unidos, y «The Guardian» y la BBC en Inglaterra. Es decir, el mundo anglosajón, que aún explota, a nivel consciente o subconsciente que, «los alemanes eran nazis».


Campaña, sí; complot, no
El pasado lunes, el director de «L’Osservatore Romano», Gian Maria Vian, participó en un encuentro de periodistas en el Club de Prensa Extranjera de Roma. Allí expresó a sus colegas de todo el mundo su convicción de que no hay ningún «complot» contra el Papa, pero sí una «campaña mediática». ¿Las causas? Por un lado, dijo, la Prensa generalista tiene problemas económicos y «el sexo vende». Por otro, ve hostilidad contra la Iglesia por sus posturas bióeticas y porque crece la presencia internacional de la Santa Sede. Por último, afirmó, como muchos otros analistas, que la calidad periodística de la gran Prensa en temas religiosos, simplemente, se ha desplomado.

El bulo intermitente de ser «alemán hostil a los judíos»
Todos los jóvenes alemanes de 16 años, también Joseph Ratzinger, fueron reclutados para la «flak», la defensa antiaérea en la Segunda Guerra Mundial. La acusación de «nazi» y «antijudío» no tiene más base que su origen alemán. En su biografía «Mi vida» (de 1997), Ratzinger deja claro el disgusto que le producía la ideología nazi y su antisemitismo ya de niño. La Prensa hostil ha intentado presentar como antisemitismo el proceso para beatificar a Pío XII, la oración litúrgica para que «los judíos reconozcan a Jesucristo como salvador de los hombres», el alzamiento de la excomunión al obispo lefebvrista Williamson y, hace pocos días, una frase descontextualizada del predicador Rainiero Cantalamessa. El Papa, con sus viajes a Auschwitz y Tierra Santa, sus visitas a sinagogas y sus debates intelectuales con rabinos, ha desmantelado este bulo.

Fracasan todos los intentos de involucrarle en abusos
Como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Ratzinger firmó cientos de documentos disciplinarios relativos a sacerdotes, a menudo meras consultas recibidas de obispados. La Prensa hostil lleva años intentando encontrar una «pistola humeante» que le relacione con casos de abusos. No lo consigue, y recicla viejas historias manipulando el Derecho Canónico. En octubre de 2006, por ejemplo, la BBC emitía el reportaje «Crímenes sexuales y el Vaticano» tergiversando el documento de 1962 «Crimen sollicitationis», sobre usos fraudulentos de la confesión, y uno de 2001 que remitía todos los casos de abusos a Doctrina de la Fe. Aunque la Iglesia explicó los documentos por activa y por pasiva y denunció la manipulación, se republican las viejas acusaciones, sin datos nuevos.

Un ataque improvisado: Ratisbona y el islam
Algunas acusaciones contra Benedicto XVI venían heredadas de su época cardenalicia, pero el bulo de que el Papa se oponía a la amistad con el islam nació de la noche a la mañana en septiembre de 2006 por obra y gracia de la BBC. El discurso de Ratisbona en que el Papa decía que la razón puede alcanzar a entender mucho de Dios no interesó gran cosa a la Prensa, hasta que la BBC lo difundió en árabe, turco, parsi y malayo con el título «El discurso del Papa excita la ira musulmana». Una visita a Turquía y una red de apoyo al Papa de ulemas moderados neutralizaron la acusación y tendieron puentes con el islam.

Un ecumenismo basado en la verdad, no en el relativismo
Benedicto XVI ha sido acusado de dificultar el ecumenismo, es decir, el diálogo para lograr la unidad entre los cristianos. Sin embargo, el Papa está logrando pasos impresionantes con medidas audaces. Mientras los protestantes liberales, como los episcopalianos o los unitaristas, pierden fieles a marchas forzadas, el Papa ha abierto una puerta a las personas de origen anglicano para que se integren en «ordinariatos anglocatólicos» manteniendo su liturgia, si aceptan el Catecismo de la Iglesia. Sus relaciones con el nuevo Patriarca ruso, Kiril I, son mejores de las que jamás pudo tener Juan Pablo II. Al levantar la excomunión a los lefebvrianos, abre un espacio que podría acabar con este cisma. Y por su defensa de la vida y la familia es admirado por muchos protestantes conservadores y pentecostales. Su insistencia en la verdad, frente al relativismo, resulta atractiva para muchos cristianos hartos de sus iglesias liberales.

Acusado de ser demasiado racional... y de lo contrario
Mientras el llamado «nuevo ateísmo» de autores como Richard Dawkins o Christopher Hitchens acusa al Papa de ser un oscurantista enemigo de la ciencia, otros muchos, instalados en el relativismo o el nihilismo, le acusan de «dogmático» por su insistencia en que es posible conocer el bien y la verdad mediante la razón. La gran paradoja quedó escenificada cuando en enero de 2008 una manifestación grosera de profesores de la Universidad de Roma La Sapienza le obligó a cancelar un acto. El Papa, veterano profesor, leyó su discurso sobre la razón en septiembre en París, en el Collège des Bernardins.

El pasado, el futuro y lo eterno
Joseph Ratzinger llegó a la Sede de Pedro con una fama considerable como «guardián de la ortodoxia». Le acusaban (y se le sigue acusando) de mirar siempre al pasado. En realidad, Benedicto XVI mira al pasado, planta semillas para el futuro y espera cosechar en la eternidad. Participó en el Concilio Vaticano II y pide interpretarlo en «continuidad» con toda la historia y Magisterio de la Iglesia. Conserva lo que sabe que es bueno, y se muestra abierto a nuevas realidades y movimientos de una Iglesia cada vez más global.