martes, 1 de julio de 2008

El festín de Babette

Pilar Izquierdo, una de las más antigus lectoras de este blog, nos envía una colaboración dobre esta pequeña joya cinematográfica que es “El festín de Babette”. Podríamos hablar mucho sobre esta obra y su trasfondo teológico, que contrapone la visión puritana a la católica. Pero mejor ver la película y disfrutar de ese maravilloso final. Al terminar esa íntima cena todos se han transformado un poco. Comienza el momento del encuentro, de la disolución de lo reprimido. Y es bajo la luz de la luna y el aire frío de la noche estrellada del cielo de Dinamarca, cuando todos danzan y cantan con una alegría modesta y conmovedora. El dios castigador está dormido y deja que sus hijos se encuentren desde la más absoluta humanidad.


Este film ganador de un Oscar a la mejor película extranjera en su edición de 1988 está basada en un cuento de Isak Dinesen, autora de la historia que sirvió de guión a la famosa película “Memorias de Africa”. Cuenta la historia de Philipa y Martine, dos hermanas hijas del pastor protestante de un pueblecito de Noruega. Ambas son mujeres de una gran bondad, renuncian a sendos amores pues desean continuar con la sociedad de beneficencia creada por su padre. Dicha sociedad se dedica a las buenas acciones entre la gente necesitada del pueblo. Efectivamente un importante militar se enamora de Martine y un cantante de ópera francés lo hace de Philipa, descubriendo las posibilidades de ésta como cantante. Cuando su padre fallece son ellas las que animan a los ciudadanos del pueblo, intentando conservar la obra del pastor.

Cierto día reciben una visita inesperada. Una mujer con aspecto pobre y desesperado llama a su puerta llevando consigo una misiva escrita en francés. Es una carta de Papin, el cantante de ópera. En ella les cuenta la situación de la portadora, Babette, una cocinera que huye de la revolución francesa, donde peligra su vida, a la vez que les pide un favor: que acojan a Babette como cocinera en su casa, no cobraría salario alguno y no serviría a nadie más. Las hermanas le admitieron, dándose cuenta de lo dramático de su situación.

Babette había llegado ojerosa y cansada pero encontró un ambiente agradable y no tardó en adquirir todo el aspecto de una criada respetable y digna de confianza. Desde un principio se dieron cuenta de que aquella mujer había sufrido mucho y que no era conveniente intentar convertirla: el buen ejemplo era el mejor argumento para querer conocer la religión luterana que ellas practicaban con tanto convencimiento. Enseguida aprendió a cocinar lo que cualquier mujer de Berlevaag solía cocinar: bacalao y sopas de pan con cerveza. Desde su llegada la economía de la casa mejoró, pues las hermanas le advirtieron que eran pobres y por lo tanto no podían tener ningún lujo. Babette nunca hablaba de su vida pasada. Tenía una especial dignidad que le impedía hablar de sí misma. Eso sí, les informó que desde hacía muchos años compraba un billete de lotería francesa, y que un fiel amigo lo seguía haciendo cada año.

El fallecimiento del pastor había provocado el surgimiento entre la comunidad de rencillas, enfados, etc…, pues ya no se sentían tan urgidos en sus deseos de ser buenas personas. Las hermanas lo sabían y dándose cuenta de la cercanía del aniversario del nacimiento de su padre: 100 años, deseaban prepararle un homenaje sencillo. Después de doce años sin recibir ninguna carta Babette cierta mañana el correo hizo llegar un carta para ella. La abrió en presencia de las hermanas y les comunicó que le habían tocado 10000 francos. Martine y Philippa felicitaron a Babette y empezaron a pensar que ésta pronto volvería a su país. Nada más lejos, pues su fiel sirvienta deseaba prepararles una cena para conmemorar el aniversario del deán. Pero esa cena no sería una cena cualquiera: sería una cena francesa. Sin embargo no les costaría nada y además se lo pedía como un favor. Nunca les había pedido nada. A esa cena invitarían a todos los miembros de la sociedad benéfica. Antes debía volver a París, para realizar los preparativos necesarios, por lo que solicitó un permiso con el fin de recaudar los ingredientes.

Ideas de la película

El descubrimiento de la artista: Babette tiene alma de artista. Hace de su trabajo un arte en el que se pueden alcanzar altas cumbre y a la vez es una artista sencilla, aunque con grandes cualidades. Capaz de permitir que pasen desapercibidas, porque hay cosas más importantes en la vida que ocupar un buen lugar, un buen puesto.

La gratitud: los comensales agradecen a Babette la cena y ella utiliza la cena como manera maravillosa de agradecer a las hermanas lo que han hecho por ella haciendo lo mejor posible aquello que sabe hacer, dando lo mejor de su persona, algo valioso: su trabajo, su esfuerzo. A la vez descubre a los invitados lo buena cocinera que es. El agradecimiento tal y como aparece reflejado en la película se manifiesta en el servicio que presta a sus convidados. Está compuesto de detalles menudos que no pueden dejarse a la improvisación (necesitan una preparación, un esfuerzo de tiempo, de cabeza: pensar en las personas, lo que les puede gustar, lo que necesitan, lo mucho que se merecen…)

Pero hay algo más Babette da todo lo que tiene, no le importa sacrificar su dinero, su ilusión y su esperanza, pues allí tiene a las personas a las que puede hacer felices y que le quieren y aceptan como es. Ella, cocinera del café “Anglais” de París sabe perfectamente que la cena costaba 10000 francos y les ha prestado el mismo servicio que a cualquier cliente del famoso café francés.

Babette posee una cualidad maravillosa: es capaz de hacer felices a las personas. Acepta su destino pero no de manera resignada. Conserva su valía. No considera que por trabajar para unas personas pobres que ignoran su espléndido currículum ha bajado de nivel o debe esforzarse menos o claudicar a un cumplimiento poco esmerado de su profesión. Efectivamente ella es una artista, donde quiera que se encuentre y no solo por sus incomparables dotes técnicas sino también por su calidad humana. Sin protestas, sin quejas, sabe convertirse en lo que necesitan de ella sin olvidar todo aquello que aprendió, sin rebajar su categoría humana y profesional.

Aquella tortuga inmensa que llegó al pueblo sirvió para hacer una sopa, apenas percibida por los comensales. No habían visto nada de ella en absoluto, así es el esmero y el cariño, se compone de detalles que pasan desapercibidos ante los demás pero no para quien los hace, que pone en ellos un “algo más”, es el toque mágico del artista, del conquistador. No basta con hacer cosas, esas cosas deben estar extraordinariamente bien hechas.

Hay un momento sublime en la película: cuando Babette descubre a las hermanas que no va a regresar a París pues allí no queda nadie. Todos desaparecieron, realmente a Babette le quedan esas dos hermanas a las que ha servido durante 12 años y a las que al fin ha podido demostrarles su agradecimiento a través de su genio como artista. Con ellas se ha sentido querida y valorada.

Todos podemos manifestar nuestra gratitud, cariño, afecto, de la mejor manera que sabemos: a través del servicio, a través de nuestra profesión, dándonos a nosotras mismas, nuestro tiempo y esfuerzo. Solo se tiene tiempo para lo que realmente interesa, pues el tiempo es un bien muy preciado. Sólo quien considera a los demás un bien valioso es capaz de regalarles su tiempo yendo más allá de un cumplimiento formal. No importa que no sepan valorarlo en su justa medida tal y como le ocurre a Babette (sólo el general Loexienhielm es capaz de reconocer en ella la artista que realmente es) puesto que vale la pena darse a los demás.

En todos los oficios, aunque en algunos se observa de manera más patente existe un destinatario, un tú. Siempre hay otra persona que va a recibir nuestro trabajo, que va a tener entre las manos, en su cabeza o en toda su persona o en una parte muy concreta de ella nuestra pequeña obra maestra. En el trabajo siempre hay un “para alguien”.
Nuestro trabajo también influye en nosotros, nos va transformando, en cierto modo quedamos prendidos de aquello en lo “que se nos va la vida” (nos dejamos el alma, apuramos nuestros esfuerzos pues pensamos que merece la pena hacerlo bien, no escatimamos esfuerzos, no nos medimos).

Otra idea importante es la motivación: ¿qué es lo que nos motiva a trabajar? ¿Cuáles son las razones por las que nos ponemos manos a la obra? Está muy claro que para la protagonista de la película sus motivos no son un buen sueldo o el sostener a una familia. Tampoco el trabajo es para ella una carga ineludible. Es más bien una posibilidad: es hacer posible su contribución a esa pequeña sociedad, es prestar un servicio, pequeño, pero no por ello menos importante o insignificante. Encontrar grandes motivos es una suerte pues cambia totalmente la actitud de quien, no hay que olvidarlo es el verdadero protagonista del trabajo: la persona humana.

“El festín de Babette es un canto a la profesionalidad, a la calidad humana (a ese conjunto de virtudes que hacen de alguien un ejemplo a seguir), a la generosidad por encima de cualquier otra cosa, por encima incluso de la esperanza de otra vida siempre anhelada. Pues como dice Babette:

“Ya les he dicho que soy una gran artista. Una gran artista, Mesdames, jamás es pobre. Tenemos algo, Mesdames, sobre lo que los demás no saben nada”.

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