sábado, 13 de enero de 2024

Wim Wenders

Wim Wenders figura entre los directores de cine vivos más prestigiosos. Con motivo de sus dos últimas películas, el documental Anselm y el filme de ficción Perfect Days, rodado en Japón y que está en la lista de preseleccionados al Oscar, mantuvimos una conversación en Berlín.

Wim (abreviado de Wilhelm) Wenders se dio a conocer a finales de los sesenta y comienzos de los setenta junto a otros jóvenes directores que se rebelaron
contra el cine de mero entretenimiento y abogaban por un cine de autor. Wenders encontró su lenguaje cinematográfico propio con Paris, Texas, que ganó la Palma de Oro en Cannes en 1984, y con El cielo sobre Berlín (1987), que obtuvo el premio a la mejor dirección en el mismo festival. A estos galardones seguirían otros, como el León de Oro en Venecia, el premio del jurado en Berlín, el BAFTA británico al mejor director o el premio al mejor director europeo. Su enorme prestigio le llevó a suceder a Ingmar Bergman como director de la Academia Europea de Cine (1996-2020). Ha realizado casi cincuenta largometrajes y escrito una docena de libros.

Ya en Alicia en las ciudades (1974), una especie de road movie que simboliza el viaje hacia sí mismo, muestra su interés por la condición humana, que centrará el argumento de El cielo sobre Berlín, y que estará presente en muchas de sus obras; por ejemplo, en Palermo Shooting (2008) como una meditación sobre la fugacidad del ser y también sobre la búsqueda de superación de la ruptura interior.

Cine meditativo

Uno de los personajes más logrados en la filmografía de Wim Wenders es la joven cristiana Lana, en Tierra de abundancia (2004), quien parece haber encontrado el sentido vital que busca la mayoría de sus personajes. Al entregar el premio Robert Bresson del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales a Wenders por este filme, el entonces presidente, el arzobispo John P. Foley, destacó su capacidad para tocar el corazón de la gente con un cine en el que “encontramos muchos momentos meditativos de alta espiritualidad sobre el sentido de la vida, sobre el mal, sobre la muerte y sobre el más allá”.

El protagonista de la última película de Wim Wenders, Perfect Days, tiene en común con Lana ese haber encontrado el sentido de la vida. Así lo expresé al comienzo de la entrevista: “El personaje principal de Perfect Days me recuerda a la protagonista de una de sus películas quizá menos conocidas, Tierra de abundancia: la joven Lana, interpretada por Michelle Williams…” A partir de ahí se desarrolló un divertido diálogo, pues Wenders repuso: “Creía que se refería al tío (de Lana)”, y al corroborar que estaba hablando de la joven, dijo: “entonces, me quedo tranquilo”.

La biografía del protagonista de Perfect Days, Hirayama, apenas queda insinuada. Al respecto, el director alemán comentaba: “En la mayoría de las películas, los personajes están diseñados con todo lujo de detalles. Los actores quieren conocer la biografía de su personaje a fondo para prepararse bien. A menudo se revelan algunas cosas sobre el personaje en el transcurso de la trama, con lo que el público conoce bastante sobre él y su pasado”. Sin embargo, para diseñar el papel de Hirayama, Wenders y su coguionista, Takuma Takasaki, tomaron otra decisión: “Cuidamos deliberadamente que el espectador no supiera demasiado sobre el pasado del protagonista, salvo que ha llevado una vida diferente a la que vemos en la película. Fue una buena decisión; de lo contrario, la película se habría vuelto demasiado didáctica y no queríamos que lo fuera. Se trataba de que la película mostrara la actitud de este hombre ante la vida, sus horizontes y la satisfacción que experimenta con su modo de vida. Vive en el aquí y ahora. No queríamos interrumpirlo ahondando en el pasado, en lo sucedido antes. Cuando su sobrina viene de visita y su hermana aparece brevemente, el espectador tiene una pequeña idea; eso es suficiente”.

Regreso a la ficción

Con esta película, que ha sido elegida para representar a Japón en la competición por el Oscar a la mejor película internacional, Wim Wenders vuelve al cine de ficción, después de que, tras Palermo Shooting (2008), solo hubiera rodado Todo saldrá bien (2015), Los hermosos días de Aranjuez (2016) e Inmersión (2017), tres películas cualitativamente muy por debajo de las anteriores. Algunos consideraron que en el campo de la ficción Wenders estaba poco menos que acabado, mientras que en el sector del documental dejó películas, como Pina (2012) o El Papa Francisco: un hombre de palabra (2018), que estaban, al menos, a la altura del que probablemente sea su documental de mayor éxito: Buena Vista Social Club (1999).

Se ha hablado, en este contexto, del resurgir de Wim Wenders como autor de cine de ficción, lo cual no significa que haya abandonado el documental; precisamente cuando rodó Perfect Days, su último documental, Anselm –sobre el artista alemán Anselm Kiefer– estaba en la posproducción. En la entrevista también habló de su origen, de cómo conoció a Anselm Kiefer: “Nos conocimos en febrero de 1991, cuando estaba montando mi película ¡Tan lejos, tan cerca! Solía cenar en un restaurante llamado Exil. Anselm, que entonces estaba preparando una exposición en la Galería Nacional, entró un día, cuando sólo quedaba un sitio libre: en mi mesa. Congeniamos y quedamos en volver a cenar juntos la noche siguiente. Lo hicimos durante casi dos semanas. Durante esos días, surgió la idea de que nosotros –Anselm como pintor que en realidad quería hacer cine y yo como cineasta que en realidad quería ser pintor– debíamos hacer algo juntos”. Sobre el hecho de que tuvieran que pasar más de 30 años en llevarse a cabo el proyecto, decía Wenders: “Gracias a Dios, pues no sé qué habría salido en aquel entonces”.

“Nuestras sociedades se caracterizan por la abundancia. Como resultado, hoy en día es más difícil encontrar personas que conscientemente quieran prescindir de lo superfluo”

También Perfect Days se había previsto inicialmente como una serie de documentales breves sobre un proyecto arquitectónico un tanto especial: 15 nuevos aseos públicos distribuidos por Tokio. El propio director relataba: “A principios de 2022, recibí una invitación de Tokio para examinar un interesante proyecto de arquitectura social. Sabían que tenía afinidad con la arquitectura. Me preguntaron si podía hacer una serie de cortometrajes… La invitación vino acompañada de la oportunidad de ver las obras de 15 arquitectos, a dos de los cuales conocía bien: soy amigo de Tadao Ando desde hace muchos años”.

Como en los últimos tiempos, debido a las restricciones por el covid, no había podido viajar a Japón, esa perspectiva resultó “demasiado tentadora como para rechazarla”. Aunque estaba trabajando en el montaje de Anselm, aprovechó una semana de vacaciones que se tomó la editora de esta película para acudir a Japón. Pero in situ “me di cuenta –continúa Wim Wenders– de que no me interesaba hacer un documental sobre los lugares arquitectónicos, por muy bellos que fueran. Pensé que encajarían mejor en una historia en la que estos lugares desempeñaran un cierto papel. Así podría hablar de la cultura japonesa del bien común y de lo mucho que importa en Japón lo que se posee en grupo”.

Wim Wenders creció como católico, pero, según cuenta él mismo, abandonó la Iglesia en 1968 y se convirtió al protestantismo en la década de 1980. Se describe a sí mismo como un “cristiano ecuménico”. Se puede recordar, en este contexto, lo que dijo en 2005: “La Biblia, la palabra a la que nos referimos, es lo más esperanzador que existe, algo en lo que uno puede basar sus pensamientos y acciones”.

Visión cristiana de la existencia

En alguna película, como Tierra de abundancia y Todo saldrá bien, donde un personaje supera una gran pérdida rezando de rodillas en una iglesia, hay personajes expresamente cristianos. En general, la búsqueda de redención se encuentra en el centro de su filmografía, una búsqueda que, en ocasiones, refleja más directamente la visión cristiana del hombre y, en otras, es más humanística, como sucede en Perfect Days.

Al respecto, Wenders habla de la “reducción” a lo verdaderamente importante: “Nuestras sociedades se caracterizan por la abundancia. Se trata de una especie de enfermedad que se ha transmitido a nuestros genes, de modo que, a menudo, pretendemos tener más de lo que realmente necesitamos, ya sea cultural o materialmente. Como resultado, hoy en día es más difícil encontrar personas que conscientemente quieran prescindir de lo superfluo”. Tras narrar el caso de uno de sus parientes, que lleva mucho tiempo practicando ese desprendimiento y “ahora es una de las personas más felices de su familia porque ha perseguido constantemente el minimalismo y la reducción como filosofía de vida”, Wenders alaba la actitud de algunos jóvenes que sólo quieren tener lo que cabe en una maleta: “Es algo muy positivo, muestra un posible camino hacia un futuro en el que no todo el mundo aspire a poseer demasiado”.

Aceprensa

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