lunes, 16 de junio de 2008

El concepto de vocación

A la hora de definir el proyecto de vida tiene mucha influencia en la conciencia de cualquier hombre los modelos de vida que cabe percibir en la cultura en la que nos encontramos. La imagen del héroe que aparece en la literatura o en el cine, la imagen del hombre triunfador que difunden los “mass media”, constituye una fuente de modelos o proyectos de existencia que ejercer una influencia no pequeña en los individuos. En este sentido los líderes ejercen una gran influencia en cada ámbito social.

Los medios de comunicación presentan constantemente propuestas que pretender convertirse en modelos de existencia imitables: en proyectos de vida para todos. En la actualidad se requieren modelos de conducta atractivos que despierte en muchos hombres los altos ideales hacia los que orientar la vida: prototipos humanos cuya fuerza persuasiva estribe sobre todo en una fuerte carga estética capaz de entusiasmar a las jóvenes generaciones humanas.

En la cultura actual se entiende por «vocación personal» aquel conjunto de aspiraciones que el sujeto descubre en su interior que le llevan a desarrollar sus más nobles energías en la promoción propia y del bien común.
No es utópico pensar que el gobierno en una empresa deba velar al mismo tiempo por el bien propio de la empresa como tal, el de empresario, el de los empleados y el de los clientes. El gobierno de la empresa consiste en el arte de distribuir con equilibrio y justicia las cargas que cada cual debe sostener así como los beneficios que merece percibir. La empresa bien llevada logra que al final todos salgan ganando.

Plantear el proyecto personal como «vocación» significa discernir en las motivaciones que pueden inspirar el proyecto de vida una cierta voz que nos llama y alienta desde lo más profundo de nuestro ser hacia el bien común. El concepto de «vocación» reclama incluir el sentido de la solidaridad como un deber fundamental de la vida personal, a la vez que permite superar una visión egoísta e insolidaria del «proyecto personal».

Para la antropología cristiana el concepto de vocación es clave para entender la persona humana. El hombre es ante todo un ser llamado por Dios para realizar una misión en el mundo. Cada hombre viene al mundo con una vocación divina. Se trata de una misión que consiste en colaborar de alguna manera en la construcción del Reino de Dios en el mundo. La vocación cristiana exige integrar el propio proyecto de vida en el gran proyecto divino de la Creación según el modelo de Jesucristo.
El concepto cristiano de vocación sitúa el proyecto de vida en el contexto trascendente de la existencia humana. La existencia humana alcanza su fundamento más sólido y su sentido más alto gracias al concepto de vocación divina. El proyecto de vida puede alcanzar su sentido trascendente más amplio cuando atiende a la vocación divina.

Sentido de los compromisos

El proyecto de vida comprende un conjunto de aspectos: gustos personales, libertad, sentido de responsabilidad y solidaridad, sentido religioso de la existencia, realización personal... Poco a poco vamos percibiendo con más claridad la importancia del valor del «compromiso» que subyace en un verdadero proyecto personal.
Un verdadero proyecto humano incluye el sentido moral profundo de la existencia humana. Hasta tal punto es así que cabe decir que un verdadero proyecto humano reclama un auténtico compromiso personal en relación a uno mismo, a Dios y a los demás hombres.
La consecución de cualquier proyecto requiere establecer ciertos compromisos con uno mismo y con otras personas. Si me propongo llevar a cabo un determinado proyecto profesional debo comprometerme a realizar un conjunto de tareas y someterme a un determinado plan de trabajo. Si mi proyecto profesional se integra en un programa en equipo con otras personas debo comprometerme con esas personas para cumplir lo pactado y confiar que los demás también lo cumplan. Si las partes integrantes son fieles se lograrán alcanzar los objetivos previamente marcados.
La estabilidad es un factor de calidad. Gracias a la estabilidad se logra la promoción del trabajador, la calidad de trabajo, el bien de la empresa. Por esto es muy importante la constancia, la estabilidad, la perseverancia para culminar los proyectos, llevarlos a término y adquirir madurez y consolidar la calidad de la actividad y del trabajador.
Hay proyectos humanos que sólo se pueden alcanzar por la colaboración estable de un grupo más o menos numeroso de personas que desempeñen con fidelidad los compromisos adquiridos. Un hospital —por poner un ejemplo— crea la expectativa de ofrecer medios sanitarios a un conjunto de enfermos. Esa entidad logrará sus objetivos sólo si las personas contratadas cumplen los compromisos adquiridos con esa entidad. La eficacia depende de esto.
Un compromiso es la promesa de colaboración estable con otras personas en la consecución de un conjunto de beneficios personales y sociales. Podemos definir el concepto «empresa» —en sentido genérico— como aquella institución resultante de la asociación de un conjunto de personas aunadas en el desempeño de una serie de actividades dirigidas a la consecución del objetivo buscado.

Toda empresa consta de personas, fines y actividades. Pero lo más importante de una empresa es el espíritu que aúna a las personas integrantes: el espíritu de compromiso con los ideales y objetivos de la empresa. Se dice que una empresa está sana o verdaderamente viva cuando las personas integrantes se encuentran vinculadas establemente entre sí por un verdadero espíritu de compromiso con la empresa.
La realización social de la persona se verifica en el cumplimiento de compromisos en proyectos valiosos y estables. La libertad humana es la facultad personal que posibilita la determinación y consecución de compromisos. La libertad está destinada a la constitución de compromisos. La libertad alcanza su pleno sentido cuando sirve a la consecución de proyectos humanos que contribuyen a la realización de la persona.
No hay que tener miedo a comprometerse. Sin compromisos la persona no puede realizarse como tal ni puede concebirse sociedad alguna.
En la película "La vida es bella" un padre de familia asume el papel de hacer feliz a los miembros de su familia en unas circunstancias muy difíciles. De esta manera lleva a cabo la vocación personal a la que se siente llamado.

En la película "La habitación de Marwin" se escucha a la protagonista decir "he sido muy feliz porque he amado mucho". Con ese comentario esta mujer manifiesta haber encontrado el sentido de su vida en la atención a su padre enfermo.
Las relaciones humanas se basan en compromisos estables, en la confianza mutua en el empeño por cumplir los compromisos adquiridos.
Ante el peligro de caer en una existencia individualista atomizada espacio-temporalmente, los compromisos ligan a los hombres entre sí y pueden otorgar un sentido global a la existencia y su más noble valor y trascendencia. Las relaciones humanas más importantes y necesarias se basan y verifican por la asunción y cumplimiento de compromisos de futuro estables.
La sociedad se edifica sobre la base de un conjunto de compromisos asumidos libremente destinados a la construcción de una hábitat social que permita el crecimiento y desarrollo de cada ser humano y de la familia humana en su conjunto. La sociedad se basa en la confianza mutua; en el acuerdo mutuo de atender y no traicionar las expectativas de los demás.

La hora de embarcarse en un gran proyecto. A lo largo de la vida aparecen momentos especiales en los que surge la posibilidad de embarcarse en un nuevo proyecto. Nos encontramos como el viajero que se halla en el puerto y se plantea la duda de si tomar un determinado barco que le conducirá hacia un puerto atractivo pero al mismo tiempo un tanto incierto y arriesgado.
En la vida surgen ocasiones en las que podemos disponer del presente y del futuro como un todo e invertir ese todo en la realización de un proyecto que nos parece tan atractivo e interesante que merece la pena afrontar los riesgos y sacrificios que conlleva.
La aparición de un compromiso en un gran proyecto pone de manifiesto de una manera muy significativa el poder y la grandeza de la libertad humana. Situaciones de este tipo permiten descubrir un sentido profundo de la existencia humana. Se experimenta que la vida es libertad, y la libertad proporciona la posibilidad de llenar la vida de sentido. La vida adquiere de esta manera una dimensión y unos horizontes antes insospechados.
El ser de una persona se conmensura con los propios ideales morales: aquello por lo que vive, lucha, trabaja, se esfuerza... aquello que alegra el corazón, aquello por lo que un hombre sueña, por lo que se levanta por la mañana, por lo que está dispuesto al sacrificio, por lo que está dispuesto a dar la propia vida. Los ideales marcan la dimensión de la existencia humana.

La elaboración del proyecto de la vida

Señalamos algunas sugerencias para la elaboración del proyecto de vida:

A) Magnanimidad.- Es propio de un espíritu joven y magnánimo soñar con ideales grandes, ver la vida llena de posibilidades y desear trabajar con ilusión en proyectos ambiciosos. Conviene alentar esos proyectos, alimentar iniciativas, encender la ilusión de emprender grandes proyectos en la vida.
En un segundo momento habrá que estudiar la viabilidad, la posibilidad de llevarlos a cabo, los medios que habrá que arbitrar, las energías que habrá que invertir, el tiempo de ejecución... Ya habrá tiempo de ejercitarse en la constancia y en la superación de dificultades. Lo que ahora interesa es saber soñar. Quien no sueña con metas altas pierde algo fundamental de la vida. Quienes se afanan por apagar iniciativas, los agoreros de malos presagios, deberían aprender a callar y no anestesiar la vitalidad del espíritu humano.

B) Proyectos compartidos y solidarios.- El proyecto de vida debe ser un proyecto compartido con otros. Dice un proverbio africano: «para llegar rápido ve tu solo, para llegar lejos vamos todos juntos». La persona sola no puede llegar lejos. La colaboración es la clave para el progreso y perfeccionamiento humano. Un verdadero proyecto humano debe ser solidario. Debe ofrecer una contribución al bien común.
En este sentido la constitución de un matrimonio y de una familia significa ordinariamente el mejor modo de contribuir al bien social; pues nada hay más social que contribuir al nacimiento y desarrollo de una vida humana. La familia representa ordinariamente el contenido principal de un proyecto de vida.

C) La concreción del proyecto.- La concreción del proyecto es una tarea difícil pero tan necesaria como lo es para un Estado moderno contar con una Constitución o Carta Magna. Cada persona necesita definir de la manera más clara posible el marco en el que desea encuadrar la existencia. Solo así la vida logra afianzarse sobre unos cimientos firmes y deja de vagar por derroteros inciertos, sin rumbo propio, a merced de los vientos predominantes, al dictado de hombres que tratan de manipular e imponer su dominio sobre los demás.
El proyecto ha de determinar los principales valores humanos que se desean encarnar. Consciente de los rasgos del propio carácter, la persona debe perfilar las cualidades humanas que desea incorporar a su modo de ser. El proyecto marcará un tono de vida abierto a los demás, comunicativo, acogedor, amable, sereno, sencillo, sincero, fuerte, exigente, justo... Ha de ser cada uno quien determine la personalidad que desea adquirir con el paso de los años y decidir libremente quien desea ser.

D) La revisión del rumbo.- La vida exige —como cualquier navegación— una permanente revisión de la localización y rumbo de la propia nave. Cada hombre debe recordar con frecuencia sus ideales, profundizar en ellos, consolidarlos, renovarlos y ratificar el empeño por alcanzarlos.

E) La perseverancia ante las dificultades.- Nos acecha siempre el peligro de la dejadez, la rutina, la inercia. Es preciso mantener joven el espíritu renovando la firmeza de los propios ideales y la ilusión por crecer y desarrollar las propias capacidades. La persona debe luchar por su realización hasta el final de su existencia. El proyecto personal nunca está realizado del todo.

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