sábado, 26 de mayo de 2012

la familia, comunión de personas


A veces se ha acusado a los personalistas de negar la sustancialidad de la persona. El trexto de Buttiglione deja claro que la actitud de estos filósofos no es antisustancialista, pues la persona tiene las características básicas de la sustancia, como son: permanencia bajo los cambios, ser en sí y no en otro, etc.


Rocco Buttiglione

 La persona y la familia. Palabra. Madrid, 1999 (pp.113-117).

LA FAMILIA COMO COMUNIÓN DE PERSONAS

 Qué es la persona

Es interesante aclarar desde el primer momento que entendemos por la expresión «comunión de personas», de modo que podamos comprender más exactamente qué se quiere decir cuando se afirma que la familia es una «comunión de personas».
Santo Tomás, siguiendo una definición tradicional, enunciada por Boecio, dice que la persona es una «substancia individual de naturaleza racional». Para comprender mejor esta definición de Santo Tomás veamos qué es lo que niega. En primer lugar niega que la persona sea un conjunto de impresiones más o menos lábiles, de emociones y recuerdos privados de un principio de coherencia interna y de estabilidad. Muchas veces se encuentra difundida la idea de que la persona es solamente su estado de consciencia actual. Esto nos hace toparnos con la contradicción de personas que tienen o sostienen tener estados de conciencia radicalmente diferentes a distancia de pocos días o incluso de pocas horas. Un feroz asesino puede en pocas enternecerse por una flor o, a los pocos meses del crimen, pretender ser «otra persona». Esta inestabilidad está hoy particularmente difundida, también como consecuencia de la creciente precariedad de las relaciones familiares. Después de concebir así una persona, resulta imposible comprender cómo se puede estar comprometido hoy por un acto realizado en el pasado. Esto es particularmente claro en el caso del matrimonio. Quien estuviese de acuerdo con esa concepción de la consciencia como consciencia actual podría decir, por ejemplo: «es verdad, te he jurado eterno amor, pero eso fue ayer y mi yo de ayer es diferente del de hoy. Mi estado de consciencia ha variado y ¿cómo podría estar obligado por un acto que ya no me pertenece?».

A todo esto se opone el concepto tomista de substancia. Etimológicamente, substancia deriva de estar debajo. Debajo de los diversos estados de consciencia que cambian, hay algo que no cambia esencialmente, que es la subjetividad de la persona.
La subjetividad es la que se compromete en los actos libres, pasando a través de los actos de consciencia. Además la substancia de la persona está, en cierto modo, expuesta al cambio, pero ese cambio no es accidental y arbitrario. Todo acto de la persona se integra en la substancia y la cambia, haciéndola más o menos auténticamente ella misma, conduciéndola hacia una mayor o menor verdadera actualización de sus potencialidades.
A través de sus acciones, por tanto, la persona crece, mejora o empeora en tanto que persona o, en cualquier caso, conserva en sí misma sus propias acciones o al menos su valor moral. La substancia de la persona, nos dice también Boecio, es individual: toda persona es responsable de sus propias acciones, es su causa y su origen. El hecho de que nuestra actuación esté condicionada por el ambiente, la sociedad, por el contexto general de nuestra existencia no cambia para nada el hecho de que a pesar de todo somos los autores. Ninguna responsabilidad colectiva puede sustituir nuestra responsabilidad personal. Por último, el hecho de que la persona sea una substancia individual de naturaleza racional nos indica la medida según la cual su acción debe ser juzgada para comprender si realiza o desfigura su naturaleza y su tarea original. La persona en tanto que sujeto racional puede conocer la verdad propia de los diversos ámbitos donde actúa y está obligada a actuar según esa verdad.
Es bueno recordar esta concepción tomista de la persona al principio del capítulo porque, en el intento de explorar algunas dimensiones del ser personal que no están inmediata y explícitamente incluidas en esta definición, no buscamos en ningún modo negar lo que afirma, es más, en cierto sentido lo presuponemos.

Buscamos ahora considerar otro aspecto del ser personal, que no es en absoluto desconocido al mismo Santo Tomas; se trata de la dimensión según la cual la persona es relación. Para comprender bien este aspecto es necesario referirse a la aparición del término persona en el lenguaje de la filosofía y de la teología.

Persona significa originalmente máscara, la máscara que el actor antiguo se ponía sobre el rostro. Por extensión, la palabra significa el papel teatral, que está definido por su relación con los otros papeles. La función del personaje es la de ser interlocutor en un dialogo, que es a su vez el hilo conductor de un drama, en el que se clarifica el destino y el sentido de la existencia de los diversos interlocutores Esto hace que la gente tenga una consistencia en si misma pero que a la vez propiamente no pueda subsistir sin la relacn con los demás ¿Como podría subsistir Antigona fuera de la relacn con Creonte y con Edipo y sus hermanos, es decir, fuera del papel que le corresponde en el drama. En teología, el concepto de persona entra como un eminente concepto de relacn Fue introducido para pensar en la relacn entre el Padre, el Hijo y el Espíritu. El hijo subsiste por si mismo, pero, al mismo tiempo, le genera el recibir en si continuamente el don del Padre, igualmente el Espíritu coincide en cierto sentido con su acto de reunir en el amor al Padre y al Hijo. En Dios coinciden substancia y accn y por tanto, tambn substancia y relacn en un modo que sobrepasa la razón humana Aquí nace la formula trinitaria de una única substancia en tres personas. La cualidad de la relacn entre las personas, la totalidad de la recíproca relacn es tal que implica la unidad de la substancia, su radical ser compartida, su no ser substancialmente distintos uno del otro, a pesar de mantener la distincn de personas, en virtud de la cual solo puede subsistir una relacn de don.
Es bastante significativo el hecho de que la nocn de persona, incialmente introducida para comprender la naturaleza de las relaciones intratrnitarias, se haya convertido cada vez mas en elemento central de la actual controversia sobre lo humano. Quizá se podría ver en esto una cierta confirmacn experimental de la afirmacn bíblica según la cual «Dios creo al hombre a su imagen y semejanza».
La persona y el amor
Naturalmente, en el caso del hombre, la conexn entre substancia y relacn es diferente que en el caso de la Trinidad. Todo ser humano posee, como ya hemos visto, una substancia propia, que le pertenece en modo inalienable Sin embargo resulta tambn verdad que todo ser hermano llega a ser consciente de su propia dignidad óntica y toma conciencia de su propio valor como hombre solamente a través de la relacn con otros y lo hace de modo especial cuando otro ser humano toma hacia el la actitud que corresponde al valor de la persona, es decir, el amor. El amor, en sentido general y no exclusivamente sexual, es una respuesta afectiva de toda la persona que implica el reconocimiento de la dignidad del otro, pero tambn el asombro afectivo y la contemplacn de su dignidad y grandeza, de donde nace la disponibilidad a comprometerse uno mismo para defender tal dignidad y belleza y acompañarla hacia su adecuada realizacn
Para la persona humana tomar conciencia de si mismo o ser autoconsciente no es algo accesorio, que puede ocurrir o no ocurrir. La autoconciencia es el acto propio de la persona, decisivo para su autorrealización como tal persona. Solamente de ese modo se puede hacer no sólo lo que es justo, sino también vivir esa acción como propia, como algo que me pertenece y me constituye esencialmente.
Como hemos dicho, esta autoconciencia es posible solamente a través de la mediación del otro, es decir, en la medida en que otro, dirigiéndose a mí, despierta en mí la conciencia de la parte que debo recitar en el drama de la vida y de la historia. Comienzo a existir como ser autoconsciente al recibir la llamada del otro y como respuesta a la disponibilidad que manifiesta hacia mí.

En este sentido ser persona es por su propia naturaleza comunión. Ser un sujeto individual no contradice esta estructura de la persona sino que ayuda a comprenderla mejor. La relación con otra persona humana, de hecho, no crea ni el sujeto ni su conciencia, pero se integra sobre el presupuesto de un primera donación original del ser y del sentido por parte de Dios, precisamente como su desarrollo y su explicitación. Esto quiere decir que en la relación interpersonal, y en particular en la educación, el hombre coopera con Dios en la creación de la interioridad del otro. Esto es de decisiva importancia, porque nos empuja a rechazar cualquier pretensión de un hombre de considerar a otro hombre como un producto de su iniciativa. Nuestros hijos, que generamos en la carne y educamos en el espíritu, justamente a causa de esa original donación del ser y del sentido por parte de Dios, no nos pertenecen, pertenecen a un destino infinitamente más grande, hacia el que nosotros solamente nos esforzamos en lo posible de guiarles y en todo caso de acompañarles. Sin embargo esto no nos debe llevar a no ver otro lado de la verdad. Cada uno de nosotros es, en cierto sentido, la suma del amor que le ha sido dado, otros hombres participan realmente en la creación de nuestra personalidad concreta, tanto que no seríamos lo que somos sin ellos. Existen relaciones humanas decisivas, y nuestro destino depende en gran medida de cómo las vivimos.


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