miércoles, 19 de septiembre de 2007

La esencia del hombre

La esencia del hombre según Leonardo Polo

Podemos también empezar considerando al hombre como sustancia natural. Evidentemente se puede decir que el hombre es una sustancia natural, una sustancia viviente; y por lo tanto es una sustancia con naturaleza, como los animales, como todas esas sustancias no elementales, sustancias superiores, que existen en el cosmos. Hasta aquí bien, y en rigor aquí es donde se detiene Aristóteles: el hombre es una sustancia, una sustancia muy alta, pero una sustancia con naturaleza, y nada más. Esta es la antropología de Aristóteles: el hombre como sustancia natural; más elevada que otras sustancias naturales, pero no pasa de ser una sustancia, y por lo tanto el hombre es intracósmico.

Pero no, el hombre no es intracósmico, ¿por qué? Porque el hombre no está unificado por la unidad de orden; es decir, porque es perfecto de otra manera. Lo perfecto en el universo, es decir, la causa más primaria, o la más perfecta de todas, es la causa final. Lo más perfecto en el universo es el orden; la unidad de orden expresa la perfección del universo, y por eso ahí es donde se consuma, es decir, donde se pasa de sustancia con naturaleza a esencia: la esencia es la consideración del universo como perfecto, como agotando toda su plenitud causal, todo su análisis causal. Toda su analítica causal unificada es justamente la unidad de orden, el telos en sentido estricto. Pero en el caso del hombre no es así; en el caso del hombre la perfección es inherente. La causa final siempre es una causa extrínseca; es una perfección, pero es una perfección que como unidad de orden no pertenece a lo ordenado. Lo ordenado está ordenado por esa unidad de orden, pero la unidad de orden se distingue de lo ordenado, es una causa distinta, y por eso se dice extrínseca.

La naturaleza humana tiende a la perfección mediante la libertad

En el caso del hombre, aun considerado como sustancia natural, la perfección es intrínseca, es decir, el hombre es una sustancia natural capaz de autoperfección. Si la sustancia natural humana es capaz de autoperfección, entonces esa capacidad de autoperfeccionarse, y ese efectivo alcanzar la propia perfección, es justamente lo que yo entiendo como esencia del hombre. La esencia del hombre se distingue de la esencia universo en cuanto que esencia, en que ella misma se dota de perfección, en que la perfección le es intrínseca. Se constituye como esencia sin aludir a un factor extrínseco ordenante, o a un sentido causal ordenante, sino que consigue su perfección, digámoslo así, en una redundancia sobre sí misma. Y esa redundancia sobre sí misma es justamente lo que se suele llamar hábito; el hábito es la perfección de la naturaleza humana. Pero el hábito se distingue de la causa final, de la unidad de orden, es decir, de la perfección del universo, porque el hábito no es extrínseco a la naturaleza, sino que el hábito es una consecuencia de la naturaleza. Al desplegar el hombre su operatividad natural entonces adquiere hábitos: los hábitos intelectuales, o bien los hábitos de la voluntad, que son las llamadas virtudes morales, y también incluso las tenencias categoriales. Una naturaleza que es capaz de autoperfección, una naturaleza que no tiene su fin fuera de ella misma, por decirlo así, sino que se dota ella misma de su propia perfección, esa naturaleza no es del universo, sino superior al universo. Una naturaleza autoperfectible no es la esencia universo, sino que es otro tipo de esencia.

Señalamos una peculiaridad de la esencia del hombre que la distingue de la esencia universo y según la cual es una naturaleza autoperfectible, no como las sustancias naturales intracósmicas. Las sustancias naturales intracósmicas no son autoperfectibles, sino que son perfeccionadas por algo extrínseco a ellas que es la unidad de orden, justamente la que las abarca, o dentro de la cual están, por decirlo así.

Esto no es nada nuevo, aunque la terminología que vengo utilizando les pueda extrañar; lo encontramos por ejemplo en la noción de ecosistema. En el sistema ecológico unas cosas tienen que ver con otras, unos vivientes tienen que ver con otros vivientes, de tal manera que se constituye un orden; en rigor, si esto lo llevamos a sus últimas posibilidades, nos encontraríamos con que el universo es una unidad de orden; una unidad de orden que comporta algo ordenado, es decir, que se ejerce sobre algo, puesto que tiene un valor causal. Hay un cumplimiento del orden y el cumplimiento del orden corre a cargo de lo ordenado, y lo ordenado puede ser ordenado en la misma medida en que pueda serlo, o en que permita que la unidad del orden se le aplique. No todo es susceptible de ser ordenado de la misma manera; cada sustancia a través de su naturaleza, o a través del factor que sea si se trata de una sustancia sin naturaleza, cumple el orden según la medida de que es capaz. Cuando se trata de la naturaleza del hombre no es así, la naturaleza del hombre se da a sí misma su propia perfección.

Pues bien esa autoperfectibilidad distingue la esencia del hombre respecto del universo como esencia; y también se distingue realmente respecto de un acto de ser propio, el acto de ser personal. Pero ahora el acto de ser personal no es un primer principio, sino que es la persona. La persona es aquel acto de ser, podríamos ahora también decirlo así, cuya esencia distinta realmente de él es una naturaleza autoperfectiva; en cambio, cuando el acto de ser es un primer principio la esencia es la unidad de orden. También hay sustancia, y naturaleza; pero la perfección de todo eso es la unidad de orden. La unidad de orden es, por así decir, común a todas las sustancias, es la organización de todas las sustancias. En el hombre no es así: en el hombre la perfección se la da él a sí mismo, a través de sus propios actos; a través de sus actos el hombre adquiere una perfección propia. La naturaleza del hombre adquiere una perfección que le es estrictamente intrínseca, es decir, que es una elevación de la misma naturaleza; con lo cual el hombre no es meramente una naturaleza, sino que es una naturaleza esencializable ella misma. En cambio las sustancias naturales del universo no son esencializables, sino que son simplemente ordenables, porque la perfección que les corresponde es una perfección que las aglutina, pero que no se les comunica, en el sentido de que ellas mismas la generen. No, nada de eso; es otro sentido de la causalidad, que además es unitario y las congrega a todas: la unidad del orden.

La esencia del hombre así entendida es una esencia superior a la esencia universo. Paralelamente habría que decir que el acto de ser correspondiente, esos trascendentales humanos: la libertad, la intelección como trascendental, y el amor como trascendental, también son superiores a los trascendentales que podemos considerar en metafísica, que son el ser, la verdad y el bien. A la superioridad de la esencia le corresponde también una superioridad en el orden del ser; aunque en rigor habría que decirlo al revés: porque se trata de un ser superior, de una trascendentalidad superior, es por lo que la esencia es superior.

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