domingo, 2 de septiembre de 2007

Cine y Antropología: Blade Runner

Del cine a la Antropología: Blade Runner.

La pregunta sobre la esencia del hombre


Todo lo que él quería eran las mismas respuestas que todos buscamos: de dónde vengo, adónde voy, cuánto tiempo me queda. Deckard (voz en off), del guión de BLADE RUNNER.


Blade Runner (RIDLEY SCOTT. USA, 1982. 114 min.) es uno de los films más emblemáticos de los años ochenta y ha llegado a convertirse en un verdadero clásico dentro del género de ciencia-ficción. La historia transcurre en una fecha y un lugar concretos, “Los Angeles, noviembre 2019”. A través de esta ubicación espacio-tremporal RIDLEY SCOTT plantea cuestiones como lo real y lo aparente, la sustitución de lo natural por lo artificial, la deshumanización de las ciudades, el desequilibrio ecológico, etc. Pero lo que da a la película calado filosófico es la pregunta por el hombre y su tiempo, quebrado por la muerte.


SINOPSIS:
Seis replicantes modelo Nexus 6 llegan a la tierra huidos de una colonia espacial. Los replicantes son androides de aspecto idéntico a los humanos, creados por los hombres para realizar trabajos más duros y peligrosos. En un acto de rebeldía han escapado de las colonias en las que han matado a más de veinte personas, con el fin de encontrar a su creador y lograr de éste una prolongación de su existencia programada para cuatro años. En la tierra los replicantes son ilegales y son perseguidos por un cuerpo de policía llamado los blade runner. Deckard (Harrison Ford) es uno de ellos y a él se le asignará esta misión.


Ante todo, Blade Runner es una película que nos habla sobre la naturaleza del hombre, para ello juega con la constante comparación entre los humanos y los replicantes. Muchas veces nos queda la duda acerca de las fronteras de lo humano o incluso la convicción de que los replicantes se muestran realmente “más humanos que los humanos”, tal como proclama el lema de la Factoría Tyrrell, donde se fabrican los replicantes. Late en el fondo de la película en todo momento la cuestión sobre la esencia del hombre. Hay que advertir que se han comercializado dos versiones de este film, diferenciadas fundamentalmente por el desenlace final. La versión del productor es la que primero se comercializó y en ella parece que el protagonista Deckard es un humano; en la versión del director Deckard es un personaje más despiadado y duro parece más bien que su naturaleza es la de un replicante.

A partir de ahí las preguntas de carácter filosófico surgen en la mente del espectador de modo espontáneo: ¿Qué diferencia a los replicantes de los humanos? ¿Qué características nos hacen pensar en que una vida es humana?

¿Qué nos hace humanos?

Variadas respuestas se ofrecen a estas cuestiones. La primera es la referencia al origen. La referencia al creador está en el núcleo de la criatura misma, allí donde todo lo demás se apoya y de lo que todo lo demás depende. Los replicantes parecen ser conscientes de esto, no en vano tienen muy claro su objetivo: buscar a su creador. La primera característica de lo humano sería tener su origen en un padre.
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Se nos plantea aquí una posible lectura mítico-religiosa de esta historia. Como es sabido, los mitos no son razonamientos, no encadenan ideas, sino imágenes, no explican sino que materializan, simbolizan, algunas enseñanzas a cerca de lo que somos, nos hablan verdaderamente sobre lo que somos, ayudándonos a conocernos en aspectos delicados, aunque sea de un modo imperfecto. El mito era una forma de conocimiento sapiencial muy valorado en la antigüedad. ARISTÓTELES –por ejemplo–solía afirmar: cuanto más viejo me hago, más amante de los mitos me vuelvo. La nuestra es una cultura eminentemente técnica en la que muchas veces se echa en falta, precisamente esa sabiduría consistente en el conocimiento que nos habla de los temas centrales de la vida humana y las averiguaciones acerca de los dos temas centrales que afectan al hombre: el origen y el destino. La sabiduría nos dice de dónde venimos y adonde vamos.

El mito sobre el origen

Lo que Blade Runner propone no es tanto una explicación cuanto una puesta en imágenes de algo que constituye una parte delicada de nosotros mismos. En el fondo es una re-proposición en clave años 80 de antiguos mitos ampliamente desarrollados en la literatura y el arte de todas las épocas: El mito sobre el origen. La relación entre la criatura y el creador forma parte de muchas cosmogonías, y se aplica al hombre en su doble vertiente de criatura y creador. Es la búsqueda de una respuesta ante la pregunta sobre nuestro origen. En este sentido Tyrrell es un moderno Dr. Frankestein o Gepetto (Pinocho). Criatura y creador mantienen una relación misteriosa y ambivalente. El ser humano (persona) exige que las relaciones sean amorosas: sólo el amor es una relación adecuada para la persona; por eso la persona reclama un padre.

Blade Runner nos plantea a la vez el problema de la rebelión de la criatura frente a su creador, tema bien conocido por la filosofía moderna. Lo que trae a la tierra a los replicantes es una queja: han sido creados con poco tiempo de vida, les mueve el miedo a morir. Ante la negativa de Tyrrell a complacerles, Roy, el jefe de los replicantes le aplastará el cráneo, ese cráneo que contiene al cerebro que le creó. Una escena escalofriante: la criatura aniquila a su creador; algo que ni siquiera Frankenstein se atrevió a hacer. Es el mito de Prometeo. Deckard viene a ser el “brazo armado” que defiende al creador ante la amenaza de los replicantes, pero curiosamente el amor hacia una replicante genera en él una convulsión tal que termina poniéndose de parte de ellos. ¿Hace bien o mal actuando así?

También es interesante la figura de Roy, (iconográficamente presentado como una especie de Zeus) con su “deicidio”. Al asesinar a Tyrrell, su creador, parece que se humaniza, asumiendo libremente su trágico destino. Evidentemente se trataba de un falso dios, pues sólo un falso dios puede morir. La angustia de Roy ante la muerte le hará tremendamente humano y próximo a nosotros que, en el fondo no podemos olvidar que también tenemos “fecha de caducidad”.

La naturaleza humana

Estrictamente hablando la pregunta ¿qué nos hace hombres? Tiene una respuesta: la naturaleza humana, un modo de ser al que corresponde un determinado dinamismo en el obrar. La película en este sentido da una especial importancia a los sentimientos. Se nos advierte que los replicantes “fueron diseñados como copias de seres humanos en todos los sentidos, excepto en sus emociones. Pero los diseñadores creen que, al cabo de unos años, pueden desarrollar sus propias respuestas emocionales: odio, amor, miedo, cólera, envidia...”. Esto hace que su comportamiento sea especialmente inquietante y nos obliga, en nuestra búsqueda filosófica, a preguntarnos qué hace realmente humanos a los sentimientos del hombre (al fin y al cabo también los animales parecen tener ciertos sentimientos).

El hombre añade a sus tendencias inferiores finalidades más altas. El hombre se plantea fines nuevos (trascendentes) mucho más allá de las necesidades orgánicas: arte, cultura, religión, etc. Es precisamente esa trascendencia lo que nos impresiona en Roy, el último de los replicantes. En su pelea a muerte con Deckard no es el instinto de supervivencia lo que marca su comportamiento, sino, sorprendentemente el amor a la vida: no solo su vida; la vida de todos, mi vida (afirma Deckard).

Como vemos, en algunos momentos son los replicantes quienes nos muestran con más lucidez las más profundas inquietudes del hombre. Quizá una de las cuestiones que más “humanizan” la vida de estos replicantes es la pregunta por el fin. La pregunta ¿qué es el hombre? se transforma en una pregunta sobre el fin ¿hasta dónde soy capaz de llegar? ¿cómo vivir para que mi existencia tenga sentido? La pregunta por el fin nos sitúa ya en el plano moral. Podemos ver que los replicantes tienen planteamientos morales, les preocupa lo que está bien y lo que está mal, no sólo en el momento de la muerte violenta de cada uno de ellos (manifiestan profundos sentimientos de compasión y solidaridad), sino también a la hora de enfrentarse a la propia muerte, especialmente en el caso de Roy, que en alguna ocasión trata de hacer un balance moral de su vida. Veamos el siguiente diálogo que tiene lugar cuando por fin Roy se encuentra con su “creador”:

Roy: No es cosa fácil conocer a tu creador.
Tyrell: ¿Y qué puedo hacer yo por ti?
Roy: ¿Puede el creador reparar lo que ha hecho?
Tyrell: ¿Te gustaría ser modificado?
Roy: ¿Y quedarme aquí? [ pausa ] Pensaba en algo más radical.
Tyrell: ¿Qué? .... ¿Qué es lo que te preocupa?
Roy: La muerte.
Tyrell: ¿La muerte? Me temo que eso está fuera de mi jurisdicción, tú ....
Roy: Yo quiero vivir más.
Tyrell: La vida es así. Hacer una alteración en el desarrollo de un sistema orgánico de vida es fatal. Un programa codificado no puede ser revisado una vez establecido (...) Tú fuiste formado lo más perfectamente posible.
Roy: Pero no para durar.
Tyrell: La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo. Y tú has brillado con muchísima intensidad, Roy. Mírate, eres el hijo pródigo. Eres todo un premio.
Roy: He hecho cosas malas...
Tyrell: Y también cosas extraordinarias. Goza de tu tiempo.

Vemos aquí la ambivalente relación entre criatura y creador. Realmente no se puede decir que sea una relación padre-hijo. Tyrrell no parece conmoverse mucho ante la suerte del desesperado Roy, más bien le anima a tomar las cosas con resignación. Una vez más nos identificamos con el replicante y su angustia ante una muerte prematura, porque, en realidad, intuimos que toda muerte es prematura, que esa perfección a la que tiende la naturaleza humana se presenta como casi inalcanzable, por eso queremos vivir. Esa angustia manifiesta, en el fondo, el carácter abierto e inacabado del hombre.

Pero es en la secuencia final del duelo entre Roy y Deckard donde se manifieste de un modo más claro, con poéticas palabras de Roy, la verdadera humanidad de los replicantes. Bajo la apariencia de brutalidad se esconde en los replicantes una especie de supra-humanidad que se manifiesta en su falta de resignación a ser máquinas programadas, su deseo de vivir, su pregunta por el sentido de la vida, su amor a la libertad (se niegan a ser esclavos). Las grandes preguntas existenciales se las plantean ellos: ¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? ¿qué será de mí? ¿a dónde vamos? ¿por qué no podemos vivir más? Deckard está ahí para atestiguarlo:

Roy: Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.
[ Roy muere. La paloma sale volando hacia el cielo ]

Deckard (voz en off): "No sé por qué me salvó la vida. Quizás, en esos últimos momentos, amaba la vida más de lo que la había amado nunca. No solo su vida; la vida de todos, mi vida. Todo lo que él quería eran las mismas respuestas que todos buscamos: de dónde vengo, adónde voy, cuánto tiempo me queda. Todo lo que yo podía hacer era sentarme allí y verle morir".

El tiempo, el amor y la muerte

Vemos al fin unos seres que sienten la vida como ningún humano y temen la muerte, desean vivamente tanto tener un pasado (historia) como unas expectativas de futuro. El paso del tiempo tiene una especial importancia en la película contribuyendo al creciente dramatismo de la historia. Los replicantes quieren más tiempo, quieren que el tiempo no pase por ellos. También esto los hace más humanos. A Roy se le va acabando el plazo de tiempo concedido antes de concluir la misión que él mismo se ha encomendado (rescatarse del tiempo).

Pero sobre todo, lo que más les humaniza es que son capaces de amar. La muerte de Pris hace que Roy manifieste hacia ella un amor apasionado. Después, en el duelo final entre Roy y Deckard el primero salva la vida al segundo mostrando así que el amor a la vida está por encima de las demás cosas (odio, deseo de venganza, etc.). Es capaz incluso de amar desinteresadamente.

La película plantea uno de los grandes temas: la redención por el amor. Sólo el amor hace posible escapar de la esclavitud del tiempo. Sólo el amor nos hace mejores y da sentido a nuestra existencia. Es importante en este aspecto no olvidar el amor entre Rachael y Deckard, central en el desarrollo de la historia. En la secuencia (de amor) del piano entre Deckard y Rachael, cuando ella expresa sus dudas acerca de la autenticidad de sus recuerdos Deckard dice “tocas muy bien”, en una exaltación del presente amoroso, como diciendo que el amor prescinde del pasado y del futuro. En realidad no tiene mucho mérito que toque bien el piano, pues si lo hace es porque ha sido “programada” para ello, y Deckard lo sabe, pero no le importa, le gusta oírle tocar el piano porque la ama, y ese amor le llevará a tratar de salvarla. Pero será Roy quien asuma de un modo más claro el papel de redentor salvando a Deckard. No sólo amaba a alguien, sino a todos. No solo su vida; la vida de todos. Deckard se enfrentaba a una muerte segura y, cuando estaba todo perdido, aparece una mano salvadora, curiosamente, una mano traspasada por un clavo.

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