martes, 6 de noviembre de 2007

Persona femenina, persona masculina (I)

Reproducimos en dos entregas esta interesante conferencia, pronunciada hace varios años por Blanca CASTILLA Y CORTÁZAR, y que biene a ser una síntesis del pensamiento de la autora de varios ensayos sobre cuestiones en torno a la antropología de la pareja como "Persona y género: ser varón y ser mujer" o “La Complementariedad varón-mujer. Nuevas hipótesis”.

 
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El conocimiento propio

En el templo de Delfos constaba el oráculo: “Conócete a tí mismo”. Siglos después comenta Rousseau: «El más útil y menos adelantado de todos los conocimientos humanos me parece que es el del hombre, y me atrevo a decir que la inscripción del templo de Delfos contiene en sí sola un precepto más difícil que todos los gruesos libros de los moralistas».

A lo largo de la historia el ser humano ha querido conocerse a sí mismo, pero esta tarea resulta ardua. En pleno siglo XVIII es Kant el que retoma la cuestión, formulando lo que ha venido a llamarse el giro antropológico de la filosofía moderna. Kant pregunta con el Salmo VIII: ¿Qué es el hombre? Y sitúa dicha pregunta en cuarto lugar tras las preguntas de la Filosofía («¿qué puedo saber?»), de la Etica («¿qué debo hacer?») y de la Religión («¿qué me cabe esperar?»). E inmediatamente añade: «pero en última instancia se podrían reconducir todas a la Antropología, porque las tres primeras preguntas apuntan a la cuarta».
La pregunta por el hombre se pone entonces en el centro de la filosofía, como aquella cuestión hacia la que apuntan el resto de los conocimientos humanos. Esta pregunta acoge hoy dimensiones muy concretas, pues se desea saber no solamente qué es el ser humano en general, o en abstracto, sino el hombre concreto, en su singularidad irrepetible. Pues bien, esta singularidad acoge el cuerpo, y acoge el sexo, el ser varón o ser mujer. Se reclama hoy una filosofía de cuerpo. Y también una filosofía de sexo. Desde muchas ciencias y por diversas cuestiones sociales, se abre hoy la pregunta acerca de la sexualidad, una característica que aparece ya en el mundo animal, pero que cobra unos matices muy peculiares en torno al ser humano.
Antes de continuar es preciso decir que hasta hoy hay poca filosofía en torno al cuerpo y menos en torno a la sexualidad. Y, sin embargo, hay muchas cuestiones que dependen de su estudio: el tema de la homosexualidad, presente en la sociedad; la estructura del amor y de la familia; la peculiar aportación de cada sexo a la cultura y al mundo de trabajo. Y dentro de los temas teológicos está la conceptualización de la imagen de Dios en el ser humano, el tema del sacerdocio de la mujer, etc.

¿Qué es la sexualidad?

En primer lugar habría que preguntar: ¿qué es la sexualidad? ¿Qué importancia tiene esta característica en la antropología? ¿Tenemos sexualidad porque somos seres corporales o es una manifestación de estructuras más profundas? De un modo drástico se podría preguntar, ¿nos asemeja la sexualidad a los animales o nos hace parecernos a Dios?

Para empezar quiero recoger la distinción lingüística, posible en el castellano, que hace Julián Marías: la diferencia entre los adjetivos «sexual» y «sexuado». Con palabras de Marías: «La actividad sexual es una limitada provincia de nuestra vida, muy importante pero limitada, que no comienza con nuestro nacimiento y suele terminar antes de nuestra muerte, fundada en la condición sexuada de la vida humana en general, que afecta a la integridad de ella, en todo tiempo y en todas sus dimensiones».

La sexualidad, por tanto, entendida como condición sexuada, no se reduce simplemente a una actividad concreta que requiere unos órganos específicos, sino que abarca toda la modalización que hace que el varón y la mujer sean iguales y distintos en todas las facetas de su ser, desde el tono de voz hasta la manera de andar. Los genetistas han calculado esa diferencia en un 3%, pero se halla en cada célula de nuestro cuerpo.

En el s. XIX la sexualidad se puso en el centro de la antropología. El primer autor que lo hizo fue Feuerbach. Después lo trató Freud. Pero sus posturas son diferentes. Para Feuerbach «La carne y la sangre son nada sin el oxígeno de la diferencia sexual. La diferencia sexual no es ninguna diferencia superficial o simplemente limitada a determinadas partes del cuerpo. Es una diferencia esencial y penetra hasta los tuétanos. La esencia del varón es la masculinidad y la esencia de la mujer, la feminidad. Por muy espiritual e hiperfísico que sea el varón, éste permanece siempre varón. Y, lo mismo la mujer, permanece siempre mujer»[4]. Y termina diciendo «La personalidad es, por lo tanto, nada sin diferencia de sexo; la personalidad se diferencia esencialmente en personalidad masculina y femenina».
Para poner de relieve que la sexualidad no es algo accidental o poco importante, sino algo íntimo que tiñe todas las facetas del ser, la describe como “un componente químico”, expresando así que es una realidad humana que no se puede soslayar.
No se puede separar ni de lo que llaman espíritu, ni de los órganos que no son estrictamente sexuales. El cerebro -dice adelantándose a las investigaciones científicas hoy en marcha- está determinado por la sexualidad. Sexuados son lo sentimientos, pensamientos. «¿Eres tú también más que varón? Tu ser o, más bien (...) tu yo, ¿no es acaso un yo masculino? ¿Puedes separar la masculinidad incluso de aquello que llaman espíritu? ¿No es tu cerebro, esa víscera la más sagrada y encumbrada de tu cuerpo, un cerebro que lleva la determinación de la masculinidad? ¿Es que no son masculinos tus sentimientos y tus pensamientos?».

Sin embargo, Freud presenta una visión reductiva de la sexualidad. En palabras de Julián Marías «cuando, a fines del siglo XIX, y por obra principal de Freud, el sexo adquirió carta de ciudadanía en la comprensión del hombre, el naturalismo de la Filosofía que servía de supuesto a la interpretación freudiana del hombre y a la teoría del psicoanálisis enturbió el descomunal acierto, absolutamente genial, de poner el sexo en el centro de la Antropología (...). El error concomitante fue lo que podríamos llamar la interpretación «sexual» (y no sexuada) del sexo, el tomar la parte por el todo ... pues hasta las determinaciones propiamente sexuales del hombre no son inteligibles sino desde esa previa condición sexuada envolvente».
Dos son, por tanto las concepciones de la sexualidad, que se pueden distinguir por esos vocablos de sexualidad y condición sexuada. Aquí me adhiero a la postura de Feuerbach que la toma como condición sexuada, envolvente de todas las dimensiones humanas.

Esta diferencia entre sexualidad y condición sexuada pone de frente también la distinción entre sexualidad humana y sexualidad animal. En la biología, por sexualidad se entiende una función que cumple dos objetivos: la reproducción y el intercambio genético. Ahora bien, ¿existe alguna diferencia entre la sexualidad animal y la humana?

Parece que, entre la sexualidad humana y la animal, existe la misma que se da entre lo que se podría llamar trabajo animal y trabajo humano. Los animales realizan una actividad, pero que está programada. El trabajo de las abejas, no cambia con el correr de los siglos. Su actividad se encuentra enclasada. Sin embargo, en el actuar humano intervienen factores que la hacen muy peculiar como son la inteligencia, la libertad, la creatividad.

Pues bien, en la actividad sexual del ser humano se incluye una factor específico que es la comunicación, que tiene muchos aspectos: el enamoramiento, el amor, el reconocimiento del otro como persona, la creación de relaciones familiares que suponen lazos estables. Paternidad, maternidad, filiación, conyugalidad, son lazos que aspiran a durar y pueden durar toda la vida. Esas relaciones, que dan sentido a la existencia humana, están imbricadas con la sexualidad. Así, una de las características más profundas de la persona es el afán de amar y ser amado. Pues bien, no es lo mismo que me quiera mi madre, que el hombre que he elegido para compartir la vida.

Aspectos que incluye la sexualidad

La sexualidad humana, cumple los mismos objetivos que la animal: intercambio genético y la reproducción. Pero además tiene otras dimensiones desconocidas en el mundo animal: todo aquello que tiene que ver con la comunicación y con el amor.
La sexualidad en uno de sus aspectos es fuente de placer, pero no sólo eso: es fuente de los lazos más profundos que unen a las personas. Tiene un aspecto unitivo y un aspecto procreador, es fuente de vida, de una vida que surge, que está llamada a surgir, como fruto del amor.

Cuando existe amor se desea tener hijos. «Cuando se ama a un hombre (afirma una novelista, muy leída: Susana Tamaro) -cuando se le ama con la totalidad del cuerpo y del alma-, lo más natural es desear un hijo de él. No se trata de un deseo inteligente, de una elección fundada en criterios racionales. Antes de conocer a Ernesto me imaginaba que quería tener un hijo y sabía exactamente por qué lo quería, cuáles eran los pros y los contras de tenerlo. En palabras pobres, era una elección racional, quería tener un hijo porque había llegado a una determinada edad y me sentía muy sola; porque era una mujer y si las mujeres no hacen nada, por lo menos pueden tener hijos. ¿Comprendes? Para comprar un automóvil habría adoptado exactamente el mismo criterio.

»Pero cuando aquella noche le dije a Ernesto: “Quiero un hijo”, se trataba de algo absolutamente diferente y todo el sentido común estaba en contra de esa decisión; sin embargo esa decisión era más fuerte que todo el sentido común. Y además, en el fondo, tampoco se trataba de una decisión, era un frenesí, una avidez de perpetua posesión. Quería a Ernesto dentro de mí, conmigo, a mi lado para siempre».

Hoy en día asistimos, sin embargo, a una trivialización del sexo:

- Se reduce a placer: clases de educación sexual en las Escuelas
- Se separa el aspecto unitivo y procreador;
- La procreación se separa del amor mujeres de 40 años que quieren tener un hijo con los ojos, y - la estatura de un caballero al que conocen eventualmente
- Cine: se presenta como un premio o un regalo esporádico al final de una serie de dificultades compartidas
- Se ve con ojos indiferentes, el divorcio, la contracepción, la instrumentalización de las personas como objeto de placer
- Se constituyen diferentes modelos de familia en los que se aceptan las parejas de homosexuales y lesbianas
- Se puede obtener la vida mediante métodos técnicos de fecundación “in vitro”. Incluso parece que se va poder repetir las personas por “clonación”.
- El aspecto unitivo, el procreador, el placer, los lazos familiares, actualmente disociados, son aspectos que deben armonizarse en la profunda unidad a la que está llamada la persona humana.


Quizá por esto, hoy más que nunca se busca una profundización antropológica en la dignidad de la persona, que como ya dijo Kant no debe ser usada nunca como medio, sino siempre como un fin. ¿Cuál es el sentido profundo de la sexualidad, de la condición sexuada con la que se pueden entablar lazos duraderos, que permiten llegar a la felicidad?

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