"LABOREM
EXERSCENS"
(Encíclica
publicada el 14 de septiembre de 1981 con motivo del 90º aniversario de la Rerum Novarum)
(Ofrecemos un resumen de las principales ideas de la Encíclica. Las citas
son textuales cuando se utiliza letra normal o negrita)
"trabajo"
significa todo tipo de acción realizada por el hombre (...) Hecho a
"imagen y semejanza de Dios" (Gen 1) en el mundo visible y puesto en
él para que dominase la tierra, el hombre está por ello, desde el principio
llamado al trabajo. El trabajo es una de las características que distinguen al
hombre del resto de las criaturas
I. INTRODUCCIÓN
1. El trabajo humano 90 años después de la "Rerum Novarum"
El
trabajo es una dimensión fundamental de la existencia humana, de la que deriva
la propia dignidad específica del hombre y en la que a la vez está contenida la
medida incesante de la fatiga humana, del sufrimiento y también de la
injusticia que invaden profundamente la vida social...
Cambios producidos durante este tiempo:
*introducción de la
automatización en la producción
*aumento
del coste de la energía
*creciente
conciencia de la limitación del patrimonio natural
*aparición
de pueblos que, tras siglos de sumisión, reclaman su legítimo puesto entre las naciones
Tales
cambios podrán quizá significar, para millones de trabajadores especializados,
desempleo, o necesidad de nueva especialización; conllevarán muy probablemente
una disminución o crecimiento menos rápido del bienestar material para los
países más desarrollados; pero podrán también proporcionar respiro y esperanza
a millones de seres que viven hoy en condiciones de vergonzosa e indigna
miseria.
...la
Iglesia considera deber suyo recordar siempre la dignidad y los derechos de los
hombres del trabajo, denunciar las situaciones en las que se violan dichos derechos, y contribuir a
orientar los cambios para que se realice un auténtico progreso del hombre y de
la sociedad.
2. desarrollo orgánico de la enseñanza social de la Iglesia
El
trabajo ocupa el centro mismo de la "cuestión social"(...)a la que se
dirigen de modo especial las enseñanzas de la Iglesia desde hace casi un
siglo...
Dos etapas en la doctrina social:
1. Problema de la "clase obrera": de la Rerum Novarum (Leon XIII)a la Quadragesimo
anno (Pio XI) las enseñanzas se concentran en la "cuestión
obrera"
2. Problema del "mundo": de la Pacem in terris (Juan XIII)
a al Populorum Progresio (Pablo
VI) se amplía el horizonte a las dimensiones mundiales: distribución
desproporcionada de riqueza y miseria, la existencia de países y
Continentes desarrollados y no
desarrollados, exigen una justa distribución y búsqueda de vías para el
desarrollo de todos.
3. El problema del trabajo, clave de la cuestión social
En esta Encíclica se trata de poner de relieve -quizá más de lo que
se ha hecho hasta ahora- que el trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial de toda la cuestión
social, si tratamos de verla verdaderamente desde el punto de vista del bien
del hombre
II. EL TRABAJO Y EL HOMBRE
4. En el Génesis
El
trabajo constituye una dimensión fundamental de la existencia del hombre en la
tierra (...) esta es a la vez una convicción de la inteligencia y una
convicción de la fe(...) las primeras páginas del Génesis son la fuente de esta
convicción (...) El hombre es la imagen de Dios, entre otros motivos, por el
mandato recibido de su Creador de someter y dominar la tierra. En la
realización de este mandato todo ser humano refleja la acción misma del Creador
del universo.
5. El trabajo en sentido objetivo: la técnica
El hombre "somete la tierra"
mediante la técnica, con máquinas y mecanismos cada vez más
perfeccionados(...) Aunque pueda parecer que en el proceso industrial
"trabaja" la máquina mientras el hombre solamente la vigila (...) el
sujeto propio del trabajo sigue siendo el hombre.
La
época reciente de la historia de la humanidad conlleva una justa afirmación de
la técnica como un coeficiente fundamental del progreso económico; pero al
mismo tiempo, con esta afirmación han surgido y continúan surgiendo los
interrogantes esenciales que se refieren al trabajo humano en relación con el
sujeto, que es precisamente el hombre (tensiones
ce carácter ético), que constituyen un desafío para los Estados y para la
Iglesia misma.
6. El trabajo en sentido subjetivo: el hombre, sujeto del trabajo
Es
aquí donde hemos de concentrar nuestra atención (...) El hombre debe someter la
tierra, porque como "imagen de Dios" es una persona (...) y como persona es sujeto del trabajo (GS
I).
La
edad antigua consideraba el trabajo indigno de hombres libres, más propio de
esclavos. El cristianismo introducirá aquí un cambio fundamental partiendo del hecho de la Encarnación,
de Aquél que siendo Dios se hizo semejante a nosotros en todo y dedicó la mayor
parte de los años de su vida terrena al trabajo manual (...) vemos aquí que el
valor del trabajo humano no está en el tipo de trabajo que se realiza,
sino en el hecho de que quien lo
ejecuta es una persona. Las
fuentes de la dignidad del trabajo deben buscarse principalmente no en su
dimensión objetiva, sino en su dimensión
subjetiva. Todo esto significa
que el primer fundamento del valor del trabajo es el hombre mismo, su
sujeto. Consecuencia ética: el trabajo está "en función del hombre" y
no el hombre "en función del trabajo"
7. Una amenaza al justo orden de los valores
En
la época moderna, la verdad cristiana sobre el trabajo debía contraponerse a
las diversas corrientes de pensamiento materialista
y economicista. En esta línea de pensamiento el trabajo se entiende como
una especie de "mercancía" que el trabajador vende al empresario, que
es a la vez poseedor del capital, o sea, del conjunto de los medios que hacen
posible la producción. Este modo de entender el trabajo se difundió, de modo
particular, en la primera mitad del s. XIX (...) pero el peligro de entender el
trabajo como una "mercancía" o como una anónima "fuerza"
necesaria para la producción, existe
siempre si no se supera el punto de vista del economicismo materialista.
Es característico de esta civilización
materialista dar una importancia primordial a la dimensión objetiva del trabajo
sobre la dimensión subjetiva. En una situación de este tipo se da una
inversión del orden establecido en el Génesis: el hombre es considerado como un instrumento de producción,
mientras debería ser tratado como sujeto eficiente, verdadero artífice y creador.
Este fue el error característico del capitalismo
primitivo que puede repetirse dondequiera que el hombre sea tratado de
alguna manera a la par que todos los medios materiales de producción, como un
instrumento, y no (...) como verdadero fin de todo el proceso productivo.
8. Solidaridad de los hombres del trabajo
En el capitalismo industrial del siglo
pasado se produjo una anomalía de
gran alcance en las relaciones
laborales basada en la degradación
del hombre como sujeto del trabajo y en una inaudita explotación en el
campo de las ganancias y en las condiciones de trabajo (...) que dieron pie a
una reacción social que unió al mundo obrero en una comunidad caracterizada por
una gran solidaridad (...) la reacción contra el sistema de injusticia, que
pesaba sobre el hombre del trabajo en aquél periodo de rápida
industrialización, pedía venganza del cielo. Esta situación estaba
favorecida por el sistema socio-político liberal que, según sus premisas de
economicismo, reforzaba y aseguraba la iniciativa económica de los solos
poseedores del capital, y no se preocupaba suficientemente de los derechos del
hombre del trabajo, afirmando que el trabajo humano es solamente instrumento de
producción, y que el capital es el fundamento, el factor eficiente y el fin de
la producción.
Desde
entonces la solidaridad de los hombres del trabajo (...) ha dado lugar en
muchos casos a cambios profundos (...) Con frecuencia los hombres del trabajo
pueden participar en la gestión y en el control de la productividad de las
empresas. Por medio de asociaciones adecuadas, ellos influyen en las
condiciones de trabajo, así como en la legislación social. Pero, al mismo
tiempo, sistemas ideológicos o de poder, (...) han dejado perdurar injusticias flagrantes o han provocado otras
nuevas.
Por
eso, hay que seguir preguntándose sobre
el sujeto del trabajo y las condiciones en las que vive. Para realizar la
justicia social en las diversas partes del mundo, en los distintos países, y en
las relaciones entre ellos, son siempre necesarios nuevos movimientos de solidaridad de los hombres del trabajo y con los hombres del trabajo. Esta solidaridad debe estar siempre
presente allí donde lo requiere la degradación social del sujeto del trabajo,
la explotación de los trabajadores, y las crecientes zonas de miseria e incluso
de hambre. La Iglesia está vivamente comprometida en esta causa, porque la
considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a
Cristo, para poder ser verdaderamente la "Iglesia de los pobres".
9. Trabajo y dignidad de la persona
La intención primordial de
Dios respecto al hombre, que El "creó a su imagen y semejanza", no ha
sido revocada ni anulada cuando el hombre, rota la alianza original con Dios
oyó las palabras "con el sudor de tu rostro comerás el pan" (Gen
1,26). Estas palabras se refieren
a la fatiga a veces pesada que desde
entonces acompaña al trabajo humano.
No
obstante, con toda esta fatiga el trabajo es un bien para el hombre (...) y no
sólo es un bien "útil" o "para disfrutar", sino un bien "digno",
es decir, que corresponde a la dignidad del hombre, que expresa esta dignidad y
la aumenta (...) el trabajo es un bien del hombre porque mediante el trabajo el
hombre no sólo transforma la naturaleza
adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, en cierto sentido "se hace más
hombre".
10. Trabajo y sociedad
Tras
la dimensión personal del trabajo llegamos a un segundo ámbito de valores: el trabajo es el fundamento sobre el que se
forma la vida familiar y social (...) Trabajo y laboriosidad condicionan todo
el proceso de educación dentro de la familia, precisamente por la razón de que
cada uno "se hace hombre", entre otras cosas, mediante el trabajo, y
ese hacerse hombre expresa precisamente el fin principal de todo proceso
educativo.
III. CONFLICTO ENTRE TRABAJO
Y CAPITAL
11. Dimensión de este conflicto
La
Rerum Novarum viene a señalar el
comienzo de un periodo que nos sitúa en el contexto del gran conflicto, que en la época del
desarrollo industrial se ha manifestado entre el mundo del capital y el mundo del trabajo, es decir, entre el grupo
restringido, pero muy influyente de los empresarios, propietarios o poseedores
de los medios de producción y la vasta multitud de gente que no disponía de
estos medios, y que participaba en el proceso productivo exclusivamente
mediante el trabajo. Tal conflicto ha surgido por el hecho de que los trabajadores,
ofreciendo sus fuerzas para el trabajo las ponían a disposición del grupo de
los empresarios, y que éste, guiado por el principio del máximo rendimiento,
trataba de establecer el salario más bajo posible para el trabajo realizado por
los obreros.
Este conflicto, interpretado
por algunos como un conflicto socio-económico con carácter de clase, ha
encontrado su expresión en el conflicto
ideológico entre el liberalismo,
entendido como ideología del capitalismo, y el marxismo, entendido como ideología del socialismo y del comunismo.
De este modo, el conflicto real, que existía entre el mundo del trabajo y el
mundo del capital, se ha transformado en una lucha programada de clases, llevado con métodos no sólo
ideológicos, sino, ante todo, políticos.
12. Prioridad del trabajo
La
Iglesia siempre ha enseñado a este respecto un principio fundamental: el principio de la prioridad del trabajo
frente al capital. Este principio se refiere directamente al proceso mismo
de producción, respecto al cual el trabajo es siempre una causa eficiente primaria, mientras el capital es sólo un instrumento o causa instrumental.
En
cada fase del desarrollo de su trabajo el hombre se encuentra ante el hecho de
la principal donación por parte de la "naturaleza", y en definitiva
por parte del Creador (...) si
consideramos el proceso de transformación que aquí se inicia, nos reafirmaremos
en la convicción de la prioridad del
trabajo humano sobre el capital, pues en el ámbito de este último concepto
entran, además de los recursos de la naturaleza (...) el conjunto de medios,
con los cuales el hombre se apropia de ellos, transformándolos según sus necesidades
("humanizándolos") de modo que el
conjunto de medios es fruto del patrimonio histórico del trabajo humano.
13. Economicismo y materialismo
Es evidente que en el proceso entendido de
un modo recto de ningún modo se pueden contraponer el trabajo y el capital,
ni menos aún los hombres concretos, que están detrás de estos conceptos (...)
esta antinomia entre trabajo y capital no tiene su origen en la estructura del
proceso de producción, sino en el error
del economicismo (...) Error del
economicismo: considerar el trabajo humano exclusivamente según su
finalidad económica. Este error está muy
vinculado y en cierto modo procede del error
del materialismo: convicción de la primacía de lo material (...) Esto no es
todavía el materialismo teórico en
el pleno sentido de la palabra, pero es ya ciertamente materialismo práctico.
14. Trabajo y propiedad
Este
proceso histórico que ciertamente ha salido de su fase inicial, pero sigue en
vigor (antinomia entre trabajo y capital) nos conduce al problema de la propiedad.
Ya en la Rerum Novarum recordaba
la Iglesia el derecho a la propiedad privada, incluso cuando se trata de los
medios de producción, apartándose así radicalmente del programa del colectivismo. Pero la Iglesia
también se aparta del programa del capitalismo
en el modo de entender el derecho mismo de propiedad. La tradición cristiana no
ha sostenido nunca este derecho como absoluto e intocable. Al contrario,
siempre lo entendió en el contexto más amplio del derecho de todos a usar los
bienes de la creación: el derecho a la
propiedad privada como subordinado al derecho al uso común, al destino universal de los bienes.
...la
propiedad se adquiere ante todo mediante el trabajo, para que ella sirva al
trabajo. Esto se refiere de modo especial a la propiedad de los medios de
producción. El considerarlos aisladamente , con el fin de contraponerlos en la
forma de "capital" al "trabajo", y más aún realizar la
explotación del trabajo, es contrario a la naturaleza misma de esos medios y de
su posesión. Estos no pueden ser poseídos contra el trabajo, no pueden ser ni
siquiera poseídos para poseer, porque el único título legítimo para su posesión
-ya sea en la forma de la propiedad privada, ya sea en la de la propiedad
pública- es que sirvan al trabajo, y
que, sirviendo al trabajo, hagan posible la realización del primer principio de
aquel orden, que es el destino universal de los bienes y el derecho a su uso
común (...) Desde este punto de vista -para
garantizar el acceso común a los bienes destinados al hombre- tampoco
conviene excluir la socialización,
en las condiciones oportunas, de ciertos medios de producción.
...sigue
siendo inaceptable la postura del "rígido" capitalismo, que defiende
el derecho exclusivo a al propiedad privada de los medios de producción, como
un "dogma" intocable en la vida económica (...) no podemos olvidar que el capital se
crea incesantemente gracias al trabajo llevado a cabo con la ayuda de ese mismo
conjunto de medios de producción, que aparecen como un lugar de trabajo en el
que, día a día, pone su empeño la presente generación de trabajadores.
Bajo
esta luz adquieren un significado de relieve particular las numerosas
propuestas hechas por expertos en la doctrina social católica, y también por el
mismo Magisterio de la Iglesia, referidas a la copropiedad de los medios de trabajo y a la
participación de los trabajadores en la gestión o en los beneficios de la
empresa.
15. Argumento "personalista"
Cuando
el hombre trabaja desea a al vez que los frutos de este trabajo estén a su
servicio y al de los demás y que en el proceso mismo del trabajo tenga la
posibilidad de aparecer como corresponsable y coartífice en el puesto de
trabajo. Nacen de aquí algunos derechos específicos de los trabajadores, como
es el que sea considerada, en el proceso mismo de producción, la posibilidad de
que él, a la vez que trabaja -incluso en una propiedad común- sea consciente
de que está trabajando en "algo
propio". Este sería otro
modo de facilitar que el trabajo humano no mire únicamente a la economía, sino
también a los "valores personales".
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