martes, 13 de marzo de 2012

Laborem exercens (I)


"LABOREM EXERSCENS"

(Encíclica publicada el 14 de septiembre de 1981 con motivo del 90º aniversario de la Rerum Novarum)
(Ofrecemos un resumen de las principales ideas de la Encíclica. Las citas son textuales cuando se utiliza letra normal o negrita)

"trabajo" significa todo tipo de acción realizada por el hombre (...) Hecho a "imagen y semejanza de Dios" (Gen 1) en el mundo visible y puesto en él para que dominase la tierra, el hombre está por ello, desde el principio llamado al trabajo. El trabajo es una de las características que distinguen al hombre del resto de las criaturas




I. INTRODUCCIÓN

1. El trabajo humano 90 años después de la "Rerum Novarum"
El trabajo es una dimensión fundamental de la existencia humana, de la que deriva la propia dignidad específica del hombre y en la que a la vez está contenida la medida incesante de la fatiga humana, del sufrimiento y también de la injusticia que invaden profundamente la vida social...

Cambios producidos durante este tiempo:
*introducción de la automatización en la producción
*aumento del coste de la energía
*creciente conciencia de la limitación del patrimonio natural
*aparición de pueblos que, tras siglos de sumisión, reclaman su legítimo puesto entre las    naciones

Tales cambios podrán quizá significar, para millones de trabajadores especializados, desempleo, o necesidad de nueva especialización; conllevarán muy probablemente una disminución o crecimiento menos rápido del bienestar material para los países más desarrollados; pero podrán también proporcionar respiro y esperanza a millones de seres que viven hoy en condiciones de vergonzosa e indigna miseria.

...la Iglesia considera deber suyo recordar siempre la dignidad y los derechos de los hombres del trabajo, denunciar las situaciones en las que se violan  dichos derechos, y contribuir a orientar los cambios para que se realice un auténtico progreso del hombre y de la sociedad.

2. desarrollo orgánico de la enseñanza social de la Iglesia
El trabajo ocupa el centro mismo de la "cuestión social"(...)a la que se dirigen de modo especial las enseñanzas de la Iglesia desde hace casi un siglo...

Dos etapas en la doctrina social:

1. Problema de la "clase obrera": de la Rerum Novarum (Leon XIII)a la Quadragesimo anno (Pio XI) las enseñanzas se concentran en la "cuestión obrera"

2. Problema del "mundo": de la Pacem in terris (Juan XIII)  a al Populorum Progresio (Pablo VI) se amplía el horizonte a las dimensiones mundiales: distribución desproporcionada de riqueza y miseria, la existencia de países y Continentes  desarrollados y no desarrollados, exigen una justa distribución y búsqueda de vías para el desarrollo de todos.



3. El problema del trabajo, clave de la cuestión social
En esta Encíclica se trata de poner de relieve -quizá más de lo que se ha hecho hasta ahora- que el trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial de toda la cuestión social, si tratamos de verla verdaderamente desde el punto de vista del bien del hombre

II. EL TRABAJO Y EL HOMBRE


4. En el Génesis
El trabajo constituye una dimensión fundamental de la existencia del hombre en la tierra (...) esta es a la vez una convicción de la inteligencia y una convicción de la fe(...) las primeras páginas del Génesis son la fuente de esta convicción (...) El hombre es la imagen de Dios, entre otros motivos, por el mandato recibido de su Creador de someter y dominar la tierra. En la realización de este mandato todo ser humano refleja la acción misma del Creador del universo.

5. El trabajo en sentido objetivo: la técnica
El hombre "somete la tierra" mediante la técnica, con máquinas y mecanismos cada vez más perfeccionados(...) Aunque pueda parecer que en el proceso industrial "trabaja" la máquina mientras el hombre solamente la vigila (...) el sujeto propio del trabajo sigue siendo el hombre.

La época reciente de la historia de la humanidad conlleva una justa afirmación de la técnica como un coeficiente fundamental del progreso económico; pero al mismo tiempo, con esta afirmación han surgido y continúan surgiendo los interrogantes esenciales que se refieren al trabajo humano en relación con el sujeto, que es precisamente el hombre (tensiones ce carácter ético), que constituyen un desafío para los Estados y para la Iglesia misma.

6. El trabajo en sentido subjetivo: el hombre, sujeto del trabajo
Es aquí donde hemos de concentrar nuestra atención (...) El hombre debe someter la tierra, porque como "imagen de Dios" es una persona (...) y como persona es sujeto del trabajo (GS I).

La edad antigua consideraba el trabajo indigno de hombres libres, más propio de esclavos. El cristianismo introducirá aquí  un cambio fundamental partiendo del hecho de la Encarnación, de Aquél que siendo Dios se hizo semejante a nosotros en todo y dedicó la mayor parte de los años de su vida terrena al trabajo manual (...) vemos aquí que el valor del trabajo humano no está en el tipo de trabajo que se realiza, sino  en el hecho de que quien lo ejecuta es una persona.  Las fuentes de la dignidad del trabajo deben buscarse principalmente no en su dimensión objetiva, sino en su dimensión subjetiva. Todo esto significa que el primer fundamento del valor del trabajo es el hombre mismo, su sujeto. Consecuencia ética: el trabajo está "en función del hombre" y no el hombre "en función del trabajo"

7. Una amenaza al justo orden de los valores
En la época moderna, la verdad cristiana sobre el trabajo debía contraponerse a las diversas corrientes de pensamiento materialista y economicista. En esta línea de pensamiento el trabajo se entiende como una especie de "mercancía" que el trabajador vende al empresario, que es a la vez poseedor del capital, o sea, del conjunto de los medios que hacen posible la producción. Este modo de entender el trabajo se difundió, de modo particular, en la primera mitad del s. XIX (...) pero el peligro de entender el trabajo como una "mercancía" o como una anónima "fuerza" necesaria para la producción, existe siempre si no se supera el punto de vista del economicismo materialista.

Es característico de esta civilización materialista dar una importancia primordial a la dimensión objetiva del trabajo sobre la dimensión subjetiva. En una situación de este tipo se da una inversión del orden establecido en el Génesis: el hombre es considerado como un instrumento de producción, mientras debería ser tratado como sujeto eficiente, verdadero artífice y creador. Este fue el error característico del capitalismo primitivo que puede repetirse dondequiera que el hombre sea tratado de alguna manera a la par que todos los medios materiales de producción, como un instrumento, y no (...) como verdadero fin de todo el proceso productivo.

8. Solidaridad de los hombres del trabajo
En el capitalismo industrial del siglo pasado se produjo una anomalía de gran alcance en las relaciones laborales basada en la degradación del hombre como sujeto del trabajo y en una inaudita explotación en el campo de las ganancias y en las condiciones de trabajo (...) que dieron pie a una reacción social que unió al mundo obrero en una comunidad caracterizada por una gran solidaridad (...) la reacción contra el sistema de injusticia, que pesaba sobre el hombre del trabajo en aquél periodo de rápida industrialización, pedía venganza del cielo. Esta situación estaba favorecida por el sistema socio-político liberal que, según sus premisas de economicismo, reforzaba y aseguraba la iniciativa económica de los solos poseedores del capital, y no se preocupaba suficientemente de los derechos del hombre del trabajo, afirmando que el trabajo humano es solamente instrumento de producción, y que el capital es el fundamento, el factor eficiente y el fin de la producción.

Desde entonces la solidaridad de los hombres del trabajo (...) ha dado lugar en muchos casos a cambios profundos (...) Con frecuencia los hombres del trabajo pueden participar en la gestión y en el control de la productividad de las empresas. Por medio de asociaciones adecuadas, ellos influyen en las condiciones de trabajo, así como en la legislación social. Pero, al mismo tiempo, sistemas ideológicos o de poder, (...) han dejado perdurar injusticias flagrantes o han provocado otras nuevas.

Por eso, hay que seguir preguntándose sobre el sujeto del trabajo y las condiciones en las que vive. Para realizar la justicia social en las diversas partes del mundo, en los distintos países, y en las relaciones entre ellos, son siempre necesarios nuevos movimientos de solidaridad de  los hombres del trabajo y con los hombres del trabajo. Esta solidaridad debe estar siempre presente allí donde lo requiere la degradación social del sujeto del trabajo, la explotación de los trabajadores, y las crecientes zonas de miseria e incluso de hambre. La Iglesia está vivamente comprometida en esta causa, porque la considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente la "Iglesia de los pobres".

9. Trabajo y dignidad de la persona
La intención primordial de Dios respecto al hombre, que El "creó a su imagen y semejanza", no ha sido revocada ni anulada cuando el hombre, rota la alianza original con Dios oyó las palabras "con el sudor de tu rostro comerás el pan" (Gen 1,26). Estas palabras  se refieren a la fatiga a veces pesada que desde entonces acompaña al trabajo humano.

No obstante, con toda esta fatiga el trabajo es un bien para el hombre (...) y no sólo es un bien "útil" o "para disfrutar", sino un bien "digno", es decir, que corresponde a la dignidad del hombre, que expresa esta dignidad y la aumenta (...) el trabajo es un bien del hombre porque mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, en cierto sentido "se hace más hombre".

10. Trabajo y sociedad
Tras la dimensión personal del trabajo llegamos a un segundo ámbito de valores: el trabajo es el fundamento sobre el que se forma la vida familiar y social (...) Trabajo y laboriosidad condicionan todo el proceso de educación dentro de la familia, precisamente por la razón de que cada uno "se hace hombre", entre otras cosas, mediante el trabajo, y ese hacerse hombre expresa precisamente el fin principal de todo proceso educativo.



III. CONFLICTO ENTRE TRABAJO Y CAPITAL


11. Dimensión de este conflicto
La Rerum Novarum viene a señalar el comienzo de un periodo que nos sitúa en el contexto del gran conflicto, que en la época del desarrollo industrial se ha manifestado entre el mundo del capital y el mundo del trabajo, es decir, entre el grupo restringido, pero muy influyente de los empresarios, propietarios o poseedores de los medios de producción y la vasta multitud de gente que no disponía de estos medios, y que participaba en el proceso productivo exclusivamente mediante el trabajo. Tal conflicto ha surgido por el hecho de que los trabajadores, ofreciendo sus fuerzas para el trabajo las ponían a disposición del grupo de los empresarios, y que éste, guiado por el principio del máximo rendimiento, trataba de establecer el salario más bajo posible para el trabajo realizado por los obreros.
Este conflicto, interpretado por algunos como un conflicto socio-económico con carácter de clase, ha encontrado su expresión en el conflicto ideológico entre el liberalismo, entendido como ideología del capitalismo, y el marxismo, entendido como ideología del socialismo y del comunismo. De este modo, el conflicto real, que existía entre el mundo del trabajo y el mundo del capital, se ha transformado en una lucha programada de clases, llevado con métodos no sólo ideológicos, sino, ante todo, políticos.

12. Prioridad del trabajo
La Iglesia siempre ha enseñado a este respecto un principio fundamental: el principio de la prioridad del trabajo frente al capital. Este principio se refiere directamente al proceso mismo de producción, respecto al cual el trabajo es siempre una causa eficiente primaria, mientras el capital es sólo un instrumento o causa instrumental.

En cada fase del desarrollo de su trabajo el hombre se encuentra ante el hecho de la principal donación por parte de la "naturaleza", y en definitiva por parte del Creador (...) si consideramos el proceso de transformación que aquí se inicia, nos reafirmaremos en la convicción de la prioridad del trabajo humano sobre el capital, pues en el ámbito de este último concepto entran, además de los recursos de la naturaleza (...) el conjunto de medios, con los cuales el hombre se apropia de ellos, transformándolos según sus necesidades ("humanizándolos") de modo que el conjunto de medios es fruto del patrimonio histórico del trabajo humano.

13. Economicismo y materialismo
Es evidente que en el proceso entendido de un modo recto de ningún modo se pueden contraponer el trabajo y el capital, ni menos aún los hombres concretos, que están detrás de estos conceptos (...) esta antinomia entre trabajo y capital no tiene su origen en la estructura del proceso de producción, sino en el error del economicismo (...) Error del economicismo: considerar el trabajo humano exclusivamente según su finalidad económica. Este error está muy vinculado y en cierto modo procede del error del materialismo: convicción de la primacía de lo material (...) Esto no es todavía el materialismo teórico en el pleno sentido de la palabra, pero es ya ciertamente materialismo práctico.

14. Trabajo y propiedad
Este proceso histórico que ciertamente ha salido de su fase inicial, pero sigue en vigor (antinomia entre trabajo y capital) nos conduce al problema de la propiedad.  Ya en la Rerum Novarum recordaba la Iglesia el derecho a la propiedad privada, incluso cuando se trata de los medios de producción, apartándose así radicalmente del programa del colectivismo. Pero la Iglesia también se aparta del programa del capitalismo en el modo de entender el derecho mismo de propiedad. La tradición cristiana no ha sostenido nunca este derecho como absoluto e intocable. Al contrario, siempre lo entendió en el contexto más amplio del derecho de todos a usar los bienes de la creación: el derecho a la propiedad privada como subordinado al derecho al uso común, al destino universal de los bienes.      
...la propiedad se adquiere ante todo mediante el trabajo, para que ella sirva al trabajo. Esto se refiere de modo especial a la propiedad de los medios de producción. El considerarlos aisladamente , con el fin de contraponerlos en la forma de "capital" al "trabajo", y más aún realizar la explotación del trabajo, es contrario a la naturaleza misma de esos medios y de su posesión. Estos no pueden ser poseídos contra el trabajo, no pueden ser ni siquiera poseídos para poseer, porque el único título legítimo para su posesión -ya sea en la forma de la propiedad privada, ya sea en la de la propiedad pública- es que sirvan al trabajo, y que, sirviendo al trabajo, hagan posible la realización del primer principio de aquel orden, que es el destino universal de los bienes y el derecho a su uso común (...) Desde este punto de vista -para garantizar el acceso común a los bienes destinados al hombre- tampoco conviene excluir la socialización, en las condiciones oportunas, de ciertos medios de producción.                              

...sigue siendo inaceptable la postura del "rígido" capitalismo, que defiende el derecho exclusivo a al propiedad privada de los medios de producción, como un "dogma" intocable en la vida económica (...) no podemos olvidar que el capital se crea incesantemente gracias al trabajo llevado a cabo con la ayuda de ese mismo conjunto de medios de producción, que aparecen como un lugar de trabajo en el que, día a día, pone su empeño la presente generación de trabajadores.

Bajo esta luz adquieren un significado de relieve particular las numerosas propuestas hechas por expertos en la doctrina social católica, y también por el mismo Magisterio de la Iglesia, referidas a la copropiedad de los medios de trabajo y a la participación de los trabajadores en la gestión o en los beneficios de la empresa.


15. Argumento "personalista"
Cuando el hombre trabaja desea a al vez que los frutos de este trabajo estén a su servicio y al de los demás y que en el proceso mismo del trabajo tenga la posibilidad de aparecer como corresponsable y coartífice en el puesto de trabajo. Nacen de aquí algunos derechos específicos de los trabajadores, como es el que sea considerada, en el proceso mismo de producción, la posibilidad de que él, a la vez que trabaja -incluso en una propiedad común- sea consciente de que está trabajando en "algo propio". Este sería otro modo de facilitar que el trabajo humano no mire únicamente a la economía, sino también a los "valores personales".

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