IV. DERECHOS DE LOS HOMBRES
DEL TRABAJO
16. En el amplio contexto de los derechos humanos
El trabajo es un deber, pero también una
fuente de derechos en los que hay que tener presente, ante todo la relación empresario-trabajador. Podemos
distinguir entre: empresario
directo, con quien el trabjador estipula directamente el contrato de
trabajo y empresario indirecto, conjunto
de factores que influyen de algún modo con el contrato o con las relaciones de
trabajo.
17. Empresario "indirecto" y "directo"
El concepto de empresario
indirecto se puede aplicar a sociedades y, en primer lugar al Estado por su influencia en el mundo del trabajo
tanto a nivel nacional como internacional donde origina relaciones que
crean a su vez dependencias
recíprocas (...) Tal sistema de dependencias recíprocas es normal en sí mismo,
pero puede convertirse fácilmente en ocasión para diversas formas de
explotación o de injusticia (...) Por ejemplo, los países altamente industrializados y, más aún, las empresas
multinacionales, ponen precios lo más alto posibles para sus productos,
mientras procuran establecer precios lo más bajo posibles para las materias
primas o a medio elaborar, lo cual, entre otras causas, tiene como
resultado una desproporción cada vez mayor entre los réditos nacionales de los
respectivos países. La distancia entre la mayor parte de los países ricos y
los países más pobres no disminuye ni se nivela, sino que aumenta cada vez más.
18. El problema del empleo
Considerando
los derechos de los hombres del trabajo, en relación con el empresario directo, se debe prestar
atención en primer lugar a un problema fundamental: encontrar un empleo adecuado para todos los sujetos
capaces de él. (...) El cometido del empresario indirecto es actuar contra el desempleo, lo cual es
siempre un mal, cuando no una verdadera calamidad social.
La
obligación de prestar subsidio a favor de los desocupados y sus familias es una
obligación que brota del principio fundamental del orden moral en este campo,
esto es, del principio de uso común de los bienes (...) Para salir al paso del
peligro del desempleo, el empresario
indirecto debe proveer una planificación
global con referencia a la disponibilidad de trabajo (...) Esta solicitud
global carga en definitiva sobre las espaldas del Estado, pero no puede
significar una centralización llevada a cabo unilateralmente por los poderes
públicos. Se trata más bien de una coordinación, justa y racional, en cuyo marco debe ser garantizada la iniciativa de las
personas, de los grupos libres, de los centros locales de trabajo...
De un modo similar hay que actuar en el marco de la colaboración internacional mediante los necesarios tratados y
acuerdos. También en esto es necesario que el criterio a seguir sea cada vez
más el trabajo humano, entendido como un derecho fundamental de todos los
hombres (...) de manera que el nivel de vida de los trabajadores en las
sociedades presente cada vez menos esas
irritantes diferencias que son injustas y aptas para provocar incluso
violentas reacciones.
Echando
una mirada sobre la familia humana entera, no podemos menos que quedar
impresionados ante un hecho
desconcertante: mientras por una parte siguen sin utilizarse conspicuos recursos
de la naturaleza, existen por otra grupos enteros de desocupados y un sinfín de
multitudes hambrientas: un hecho que atestigua sin duda el que, dentro de
las comunidades políticas como en las relaciones existentes entre ellas a nivel
mundial hay algo que no funciona y, concretamente, en los puntos más críticos y
de mayor relieve social.
19. Salario y otras prestaciones sociales
El
problema clave de la ética social es el de la justa remuneración por el trabajo realizado (...) A este respecto
volvemos de nuevo al primer principio de todo el ordenamiento ético-social: el principio del uso común de los bienes (...)
la remuneración del trabajo sigue siendo una vía concreta a través de la cual,
la gran mayoría de los hombres puede acceder a los bienes de la naturaleza o a
los que son fruto de la producción (...) De aquí que, precisamente el salario
justo se convierta en todo caso en la verificación
concreta (y en cierto sentido la verificación clave) de la justicia de todo el sistema socio-económico. Tal verificación
afecta sobre todo a la familia (...) Tal remuneración puede hacerse bien sea
mediante el llamado salario familiar
-salario dado al cabeza de familia que sea suficiente para las necesidades de
la familia- (...) bien sea mediante otras medidas
sociales, como subsidios familiares o ayudas a la madre que se dedica
exclusivamente a la familia (...) La experiencia confirma que hay que
esforzarse por la revalorización social
de las funciones maternas.
20. Importancia de los sindicatos
Sobre
la base de todos estos derechos brota aún otro: el derecho a asociarse, formando asociaciones que tengan como
finalidad la defensa de los intereses vitales de los trabajadores (...) los sindicatos modernos han
crecido sobre la base de la lucha de los trabajadores -ante todo de los
trabajadores industriales- para la tutela de sus justos derechos frente a los empresarios y a los propietarios de
los medios de producción (...) La experiencia histórica enseña que las
organizaciones de este tipo son un elemento indispensable de la vida
social, especialmente en las sociedades modernas industrializadas.
La
doctrina social católica no considera que los sindicatos constituyan únicamente
el reflejo de la estructura de "clase" de la sociedad y que sean un
exponente de la lucha de clases que gobierna inevitablemente la vida social. Sí
son un exponente de la lucha por la
justicia social (...) Sin embargo, esta "lucha" debe ser vista
como una dedicación normal "en favor" del justo bien (...) no una
lucha "contra" los demás (...) El trabajo humano tiene como
característica propia que une a los hombres y en esto consiste su fuerza
social: la fuerza de construir una comunidad (...) A la luz de esta fundamental
estructura de todo trabajo, la unión de los hombres para asegurarse los
derechos que les corresponden, sigue siendo un factor constructivo del orden
social y de solidaridad, del que no es posible prescindir.
Los
justos esfuerzos por asegurar los derechos de los trabajadores, deben tener
siempre en cuenta las limitaciones que impone la situación económica del país.
Las exigencias sindicales no pueden transformarse en una especie de egoísmo de grupo o de clase, por más
que puedan y deban tender a corregir todo lo que es defectuoso en el sistema de
propiedad de los medios de producción (...) En este sentido la actividad de los
sindicatos entra indudablemente en el campo de la política, entendida ésta como una
prudente solicitud por el bien común. Pero al mismo tiempo, el cometido de
los sindicatos no es "hacer política" en el sentido que se da hoy
comunmente a esta expresión. Los sindicatos no tienen carácter de
"partidos políticos" que luchan por el poder y no deberían ni
siquiera ser sometidos a las decisiones de los partidos políticos o tener
vínculos demasiado estrechos con ellos.
Actuando
en favor de los justos derechos de sus miembros, los sindicatos se sirven también del método de la "huelga", es decir, del
bloqueo del trabajo, como de una especie de ultimátum dirigido a los órganos
competentes y sobre todo a los empresarios. Este es un método reconocido por la
doctrina social católica como legítimo en las debidas condiciones y en los
justos límites.
21. Dignidad del trabajo agrícola
El
trabajo del campo conoce no leves dificultades, tales como el esfuerzo físico
continuo y a veces extenuante, la escasa estima en que está considerado
socialmente hasta el punto de crear entre los hombres de la agricultura el
sentimiento de ser socialmente
unos marginados, hasta acelerar en ellos fenómenos de fuga masiva del campo a
la ciudad y desgraciadamente hacia condiciones de vida todavía más
deshumanizadoras. Se añade a esto la falta de una adecuada formación
profesional y de medios apropiados, un determinado individualismo sinuoso, y
demás situaciones objetivamente injustas.
En algunos países en vías de desarrollo, millones de hombres se ven obligados a
cultivar la tierra de otros y son explotados por los latifundistas, sin la
esperanza de llegar un día a la posesión ni siquiera de un pedazo mínimo de
tierra en propiedad.
22. La persona minusválida y el trabajo
Los minusválidos (...) son también
sujetos plenamente humanos, con sus correspondientes derechos innatos, sagrados
e inviolables, que, a pesar de las limitaciones y los sufrimientos grabados en
sus cuerpos y en sus facultades,
ponen más de relieve la dignidad y grandeza del hombre (...) Sería radicalmente
indigno del hombre y negación de la común humanidad admitir en la vida de la
sociedad y, por consiguiente, en el trabajo, únicamente a los miembros
plenamente funcionales porque, obrando así, se caería en una grave forma de discriminación, la de
los fuertes y sanos contra los débiles y enfermos.
23. El trabajo y el problema de la emigración
El
hombre tiene derecho a abandonar su País de origen por varios motivos -como
también de volver a él- y a buscar mejores condiciones de vida en otro País
(...) La emigración por motivos de trabajo no puede convertirse de ninguna
manera en ocasión de explotación financiera o social. En lo referente a la
relación del trabajo con el trabajador inmigrado deben valer los mismos
criterios que sirven para cualquier otro trabajador de aquella sociedad.
V. ESPIRITUALIDAD DEL TRABAJO
24. Particular cometido de la Iglesia
La
Iglesia considera como deber suyo pronunciarse sobre el trabajo bajo el punto
de vista de su valor humano y del orden moral, considerando un deber suyo particular la formación de una espiritualidad del trabajo, que ayude a los
hombres a acercarse a través de él a Dios.
25. El trabajo como participación en la obra del Creador
...el
hombre, creado a imagen de Dios, mediante
su trabajo participa en la obra del Creador, y según la medida de sus
propias posibilidades, en cierto sentido, continúa desarrollándola y la
completa, avanzando cada vez más en el descubrimiento de los recursos y de los
valores encerrados en todo lo creado.
Hace
falta que, de modo especial en la época actual, la espiritualidad del trabajo
demuestre aquella madurez que requieren las tensiones y las inquietudes de la
mente y del corazón: "los cristianos, lejos de pensar que las conquistas logradas por el hombre se
oponen al poder de Dios y que la criatura racional pretende rivalizar con el
Creador, están, por el contrario, persuadidos de que las victorias del hombre
son signos de la grandeza de Dios (...) El mensaje cristiano no aparta a los
hombres de la edificación del mundo ni los lleva a despreocuparse del bien
ajeno, sino que, al contrario, les impone como deber el hacerlo"(GS, 34).
26. Cristo, el hombre del trabajo
Aunque
en sus palabras no encontremos un preciso mandato de trabajar, no obstante, al
mismo tiempo, la elocuencia de la vida de Cristo es inequívoca: pertenece al
"mundo del trabajo", tiene reconocimiento y respeto por el trabajo
humano, más aún, mira con amor el
trabajo y sus diversas manifestaciones, viendo en cada una de ellas un
aspecto de la semejanza del hombre con Dios.
27. El trabajo humano a la luz de la cruz y resurrección de Cristo
Todo
trabajo -tanto manual como
intelectual- está unido inevitablemente a la fatiga (...) Este dolor unido al trabajo señala el camino de la
vida humana sobre la tierra y constituye el anuncio de la muerte: "Con el
sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra" (Gen
3,19) (...) El Evangelio pronuncia, en cierto modo, su última palabra, también
al respecto, en el misterio pascual de Cristo (...) En el trabajo, merced a la
luz que penetra dentro de nosotros por la resurrección de Cristo, encontramos
siempre un tenue resplandor de la vida nueva, del nuevo bien, casi como un
anuncio de los "nuevos cielos y la nueva tierra" (Ap 21, 1).