miércoles, 7 de mayo de 2008

El amor y otras idioteces

A pesar del título, el último libro de José Pedro Manglano trata de un tema muy serio: la “trivialización del amor”. Abundantes citas literarias ilustran los planteamientos del autor, que termina con un epílogo titulado: “Decálogo para noveles en el amor” donde hace estas afirmaciones:



El amor es como el pan: si no es del día, se queda duro
Cada día hay que volver a amar. No se puede vivir de las rentas. Si no afirmo cada día, con palabras y hechos, que le amo, el corazón se endurece.

En amor solo hay dos calificaciones: sobresaliente o suspenso
Hay un amor y muchos sucedáneos. La naturaleza del amor es tal que solo se puede amar dándolo todo, y sin exigir correspondencia. En amor, los sucedáneos son más baratos pero no funcionan.

La relación que te hace mejor es buena; la que te hace peor es mala
Cuando se aprecia al otro, es bueno que surja el deseo de darle el mejor yo: “no quiero darme así de defectuoso”, “él se merece más”. No es malo que aparezca cierto sentido de indignidad, pues significa que apreciamos el valor sagrado de la intimidad que nos acoge. Esta es la fuerza que hace que queramos mejorar libre y eficazmente: entregar al otro algo más valioso, menos indigno. Se crea así una sinergia que necesariamente mejora.

El aire de los pulmones del amor es la confianza: sin ella, se ahoga
Es mejor estar dispuesto a ser engañado que negar al otro la confianza. Al principio, puede parecer que se pierde; al final, vence la bondad. En el noviazgo se debe conocer si el otro es digno de mi confianza. No significa pasar todo por alto: cada uno debemos exigir que se nos respete. Pero respetar al otro implica no dudar de él, de su intención.

Quien bien te quiere, te hará llorar. Quien mal te quiere, te hará flotar
No se trata de hacer llorar por capricho, sino porque lo exige el crecimiento. No se trata de crear ocasiones difíciles al otro, sino de no evitar las que surgen: se le enfrenta con la realidad, y se le ayuda. Si no le gusta estar con determinadas personas, o si prefiere estar conmigo saltándose su horario de trabajo, o si le resulta arduo ver a un familiar enfermo, o le disgusta que dedique tiempo a amigos… son situaciones en las que necesita de mí para ser capaz de asumirlas; darle mi blanda compasión no le hace mejor. Quiere mal quien en lugar de acompañar mientras el otro pisa el terreno, le ayuda a vivir flotando sobre la realidad, sin enfrentarse a las cosas.

En boca cerrada no duran los amores
Es esencial llevar al día la verdad. De otra manera, se acumula y se hace una bola que no hay garganta que pueda tragarla. Ser sincero es el medio para llevar lo que habita mi intimidad hasta la suya, y para traer la suya hasta la mía. Hablar y escuchar, para tratar de comprender.

El amor dominante no es amor, eso es posesión
El único dominio que conoce el amor es el sometimiento voluntario que suscita la entrega del otro. Las estrategias de dominio son siempre desgraciadas. El amor da alas, no tiende cadenas. La única cadena que conoce es la coacción que supone el amor incondicional recibido.

Entre amantes, mandar es pedir por favor
La naturaleza del amor necesita la libertad. El amor se ha embrutecido si necesita manifestar, explícitamente o con amenazas, sus deseos. Aunque sea más lento, no es bueno romper con esta norma del amor.

Lo que no subas hoy, lo subirás mañana… con más kilos
El noviazgo es un tiempo formidable de la vida que, como las monedas, tiene cara y cruz. Subir a la cima en el amor exige una dolorosa purificación del yo, purificación de todo lo que no me permite amar mejor. Afirmar el tú significa negar el propio yo en muchos aspectos para ser capaz de crear el ‘nosotros’. Tarde o temprano, hay que pasar por esta lenta purificación. Por eso, no importa sudar en el noviazgo: al subir esas rampas nos conocemos mejor y también al otro; además, se hace con la libertad del que no se ha comprometido definitivamente.

“Jugar a novios” daña seriamente la salud del corazón
Ser novios supone una etapa de relación entre dos personas que consideran posible unir sus vidas en un futuro, y se abren paulatinamente para conocerse y confirmar o desechar expectativas. Salir con una persona porque gusta, durante un tiempo –un verano, hasta que me canse, mientras dure una circunstancia…- es jugar. Si uno de los dos va en serio, terminará herido por quien está jugando. Puede no estar mal jugar a novios si los dos están de acuerdo en que eso es lo que hacen y, entonces, no se confían su intimidad. Pero, ¿y si dan a pesar de estar jugando? En tal caso, las supuestas manifestaciones de amor pueden ser fingimiento, imitación o indiscreción, y entonces endurecen, vician o hieren.

Yo puedo deformar mi visión de la realidad, pero la realidad no se deforma
La realidad no se deja manipular. Si una persona no me conviene, por más que quiera convencerme de que es la mejor para mí, seguirá sin convenirme. Y el tiempo dará la razón a la realidad, no a mi montaje mental.

El noviazgo no es una heroica obra de caridad
Declarar que el otro me necesita, que me da pena, que se moriría sin mí… no es criterio para establecer o continuar el noviazgo. Ayudar al otro no es ni puede convertirse en el objetivo exclusivo de la relación. Por el bien de los dos, uno debe elegir… el mejor complemento para los años de su vida. Cuando hay compromiso… ya es otro cantar.

Cualquier complicidad entre amantes es pan para hoy y hambre para mañana
La complicidad para el mal acaba desuniendo. El entendimiento entre amantes es tan grande que resulta fácil que se comparta la atracción del mismo mal. Aunque une mucho hacer el mal juntos, hacerlo cogidos de la mano no hace bueno lo malo; y lo malo, como es mentira, termina por desunir. Cualquier complicidad es un boomerang que, aunque se pierda de vista, acaba volviendo y golpeando a sus autores… Ser cómplice en algo es introducir una mina en la relación que, tarde o temprano, explotará. Así se explican los odios superlativos a quienes estuvieron tan unidos… incluso para el mal.

El cuerpo, como la sal, debe ajustarse a cada plato
Es verdad que la atracción física en muchos casos es la que despierta el proceso amoroso, pero pensar… ‘enganchado lo tendré’, ‘más mío será’… es una estrategia peligrosa. Aunque el cuerpo sea cebo para picar, usarlo para “alimentar el bicho” es contraproducente. Cada etapa de la relación exige su adecuada y verdadera relación corporal. Medir el amor por la cantidad de cuerpo que se da… no es acertado. La máxima entrega física no es la mejor manifestación del amor; la mejor es la que sea verdadera. Si en vez de manifestar el amor con el cuerpo, el cuerpo se usa como arma, se engaña con el cuerpo. Lo mejor no es la máxima entrega física, sino la máximamente verdadera, la entrega física adecuada a la relación.

Quien lleva la cama a la plaza, fácilmente te reemplaza
Lo que rodea a la donación plena de los amantes se vive desde lo más hondo e íntimo de la persona. La intimidad aireada que no duele habla de una relación todavía impersonal. Posibles diagnósticos: 1) no hay núcleo íntimo que salvaguardar; 2) no se tiene nada que dar en exclusividad. Conclusión: Las intimidades fuera de la intimidad no son intimidades. La intimidad pública es contradictoria: ciertos arrebatos amorosos en mitad de la calle son tan incoherentes como un secreto a voces…

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