martes, 21 de octubre de 2008

Grandes pensadores: Kant

Imanuel Kant (Königsberg, 1724 – 1804) trabajó siempre como profesor en Universidad de su ciudad natal. Era un hombre ordenado y sedentario, una mente profunda e infatigable, típicamente alemana. Filosóficamente, se formó en la escuela de Leibniz y Wolff, pero conoció después el empirismo inglés, que le abrió los ojos al llamado problema crítico, es decir, a la cuestión del origen y límites del conocimiento humano. En Kant se reúnen así las dos corrientes, cartesiana y empirista. El racionalismo continental partió de ideas necesarias (contenidos preformados) que suponía existentes de por sí en el pensamiento humano y por los que se explicaba la realidad universal. Los ingleses, en cambio, criticaron la existencia de estas ideas y partieron de un análisis de la mente subjetiva (del sujeto individual), disolviéndolo todo en meros fenómenos que ni poseían universalidad o necesidad ni respondían a la realidad exterior. Kant no parte ni de las ideas en sí ni de la mente subjetiva, sino de la existencia objetiva de la ciencia, elaborada por la mente, pero dotada de una innegable validez universal. Puesto que la ciencia existe, ¿cómo es posible en sí misma y en su elaboración? De este modo, su planteamiento incluye, superándolos, los puntos de vista del cartesianismo y del empirismo. La concepción de Kant es un tanto compleja, pero como es el centro del pensamiento moderno, trataremos de comprenderla en su esquema fundamental.

La crítica de la razón pura

La crisis escéptica provocada por el empirismo -en especial el de Hume-, mientras ponía en duda la misma posibilidad de la ciencia, parecía haber demostrado la imposibilidad de Ia metafísica. La “Crítica de la razón pura” tiene como finalidad la facultad de razonar en relación a los conocimientos que puede poseer al margen de la experiencia sensible. Con otras palabras, se trata de verificar, según Kant, la posibilidad de la metafísica como conocimiento científico. Razón pura, en este contexto, significa no contaminada por la experiencia sensible.

Kant en una posición análoga a la de Descartes, ve el progreso de las ciencias físico-matemáticas y se pregunta si los problemas de la metafísica no están causados por una incorrección en el método empleado. En este sentido, la Crítica es un tratado sobre el método que debería seguir la metafísica. Kant se encuentra en un ambiente intelectual en el que muchos han negado la posibilidad de la metafísica. Según nuestro autor, hay que averiguar si existe alguna función en nuestro conocimiento que llegue hasta lo incondicionado, a lo que trasciende la experiencia. Y se trata de una investigación no sólo teórica: se busca lo incondicionado para basar sobre ello la moral. De este modo, Ia “Crítica de la razón pura” es un trabajo previo -no sólo en sentido cronológico- a la “Crítica de la razón práctica”. La totalidad de la filosofía, según Kant, debe responder a estas tres preguntas: ¿qué puedo saber?; ¿qué debo hacer?, ¿qué me es permitido esperar?

Según Kant, hay dos tipos de conocimiento, el sensible y el racional. El primero es siempre particular y contingente -no tenemos experiencia de cosas necesarias y universales-, y se expresa en juicios “sintéticos a posteriori”. ¿Qué significa sintético a posteriori? Un juicio sintético añade un nuevo conocimiento al sujeto a posteriori hace referencia a que se da después de la experiencia. Esta posterioridad hace que el conocimiento añadido sea particular y contingente.

El conocimiento racional es a priori de la experiencia, universal y necesario, pero no añade un nuevo conocimiento al sujeto, y se expresa en los juicios analíticos. Estos juicios son nece sarios ya que la relación entre el sujeto y el predicado es de identidad o pertenencia.

Kant se pregunta sobre la posibilidad de los juicios sintéticos a priori, necesarios para fundamentar el conocimiento científico. Es decir, hay que verificar la posibilidad de unir la necesidad y universalidad de los juicios analíticos, con el aumento de conocimiento que dan los juicios sintéticos. Así se garantizaría tanto la univeraslidad y la necesidad de la ciencia como el progreso de la investigación. Es necesario, por lo tanto, encontrar un juicio que sea a la vez sintético -es decir, que añada un nuevo conocimiento- y a priori -y por lo tanto universal y necesario-. Según el filósofo prusiano, la matemática y la física progresan porque se basan sobre este tipo de juicios. El sujeto cognoscente, a través de la experiencia recibe be sensaciones que llegan desordenadamente. El sujeto ordena el caos de sensaciones a través de las formas de la sensibilidad que son el espacio y el tiempo, y que se aplican al objeto. Los juicios sintéticos a priori son posibles en las ciencias físico-matemáticas: la experiencia provee de nuevos conocimientos pero organizados universalmente a priori de 1a experiencia a través de las formas de la sensibilidad, que pertenecen al sujeto. Espacio y tiempo no son elementos del mundo objetivo, sino formas de la sensibilidad del sujeto cognoscente.

La revolución copernicana de Kant consiste en afrontar el problema del conocimiento dirigiéndose no hacia el objeto sino hacia el sujeto, que construye los objetos con las estructuras cognoscitivas subjetivas. Al espacio y al tiempo, formas puras de la sensebilidad hay que añadir las categorías o conceptos del intelecto que tienen la función de juzgar. Hay tantas categorías como tipos de juicio. Las sensaciones ordenadas espacio-temporalmente son ulteriormente ordenadas y unificadas por las categorías Kant pone al culmen del proceso cognoscitivo el “Ich denke” o apercepción trascendental, que es la función unificadora fundamental del intelecto. Es la estructura de1 pensar común a todo sujeto empírico: aquello por lo que cada sujeto empírico es un sujeto pensante y consciente.

El sujeto es el foctor decisivo del proceso cognoscitivo aunque es necesario subrayar que el sujeto kantiano no trabaja en el vacío: la intuición sensible, es decir el recibir pasivamente las sensaciones, es siempre el inicio de este proceso. El objeto de la intuición sensible se llama fenómeno -aparición o manifestación-, mientras “la cosa en sí” -noúmeno- es incognoscible. En todo fenómeno se puede distinguir una materia, proveniente de las sensaciones particulares, y como tal es siempre a posteriori; y la forma, que no viene de la experiencia del sujeto, y que ordena los múltiples datos sensoriales en relaciones determinadas. Es evidente que estos conceptos de "materia" y "forma" están alejados de lo que con estas palabras se significa en la metafísica clásica. Las afirmaciones hechas más arriba son de una importancia suprema en la teoría del conocimiento: la "cosa en sí" es inalcanzable para la inteligencia humana, que tiene por objeto sus propias "construcciones mentales", es decir, conocemos ideas, no la realidad, lo verdaderamente real son las ideas que pueden ser pensadas. Es el nacimiento del Idealismo.

La cosa en sí (noúmeno) no es objeto de nuestra sensibilidad. El "noúmeno" significa un ser inteligible, ya que es un objeto pensado por el intelecto. Según Kant, se puede entender el noúmeno en dos sentidos: en sentido negativo es la cosa en cuanto tal, abstrayendo del modo en que puede ser conocido; en sentido positivo sería el objeto de una intuición intelectual. Nosotros -continúa Kant- sólo podemos pensar en los noúmenos en el primer sentido, dado que no hay intuiciones intelectuales. Pero el concepto mismo de noúmeno es problemático, porque al concebir la intuicición sensible como limitada sólo a los fenómenos, se está admitiendo tácitamente un sustrato nouménico. Además, el concepto de cosa en sí no es contradictorio. Es más, dicho concepto es necesario, para que la intuición sensible no se extienda hasta la cosa en sí, y así se limite la validez objetiva del conocimiento sensible. El concepto de noúmeno es un concepto límite, inevitable, que limita la sensibilidad.

Negada la posibilidad de un conocimiento nouménico, ¿queda algún espacio para la metafísica? Kant, como hemos dicho, afirma la imposibilidad de ir más allá de la experiencia sensible, si queremos tener un conocimiento riguroso. Pero la razón siempre trata de superar ese límite, y por esta causa cae necesariamente en errores y en ilusiones. Esta es la forma de funcionar de la razón. Kant llama precisamente dialéctica trascendental a la crítica del intelecto y de la razón respecto a su uso hiperfísico, con el fin de desvelar la apariencia falaz de sus presunciones infundadas, y reducir sus pretensiones de descubrimiento y ampliación de los conocimientos, que ella se ilusiona de obtener merced a principios trascendentales, al simple juicio del intelecto puro y a su preservación de las ilusiones sofísticas. Hay que añadir que, para Kant, estas ilusiones son naturales: podemos defendernos de ellas, pero no las podemos eliminar.

Kant denomina razón al entendimiento que va más allá del horinzonte de la experiencia posible. Pero dado que esta tendencia es natural, Kant también llamará a la razón «facultad de lo incondicionado», en el sentido que manifiesta la exigencia de absoIuto que hay en el hombre. La razón es la facultad de la metafísica, y su función no es la del intelecto -es decir, juzgar- sino la de razonar mediante silogismos.

Hay tres tipos de silogismos: categórico, hipotético y disyuntivo, a los que corresponden tres ideas: la idea psicológica (alma) la idea cosmológica (mundo) y la idea teológica (Dios). A partir de estos presupuestos, Kant desarrolla la crítica de la psicología racional, de la cosmología racional y de la teología racional, conclucluyendo que estas tres ideas son ilusiones no demostradas científicamente. Después de haber analizado la distintas partes de la Crítica de la razón pura, hay que seguir a Kant en sus conclusiones: una metafísica como ciencia es imposible, porque las síntesis a priori que estarían en la base de dicha ciencia -las ideas de alma, mundo y Dios- supondrían un intelecto intuitivo, y la dialéctica trascendental ha mostrado los errores y las ilusiones de la razón como facultad de la metafísica.

Sin embargo, las ideas de alma, mundo y Dios tienen un uso regu1ativo: sirven como esquemas para ordenar la experiencia, como si todos los fenómenos concernientes al hombre dependiesen de un principio único; como si todos los fenómenos de la naturaleza dependiesen unitariamente de principios inteligibles; como si la totalidad de las cosas dependiese de una inteligencia suprema.

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