miércoles, 1 de agosto de 2007

La persona como ser corporal

La persona humana es corporal. El cuerpo no es un añadido, ni un freno para el desarrollo del espíritu como han dicho con diversos matices los dualismos. Platón lo llama cárcel del alma. Descartes lo separa tanto del alma que no hay manera de coordinarlo salvo, con una acción extraordinaria de Dios. La consecuencia del dualismo cartesiano será aparentemente contradictoria, pues del la “res cogitans” surgen los idealismos y racionalismos, y la “res extensa” los materialismos; unos prescinden del cuerpo, o no lo tienen mucho en cuenta; y los otros del espíritu intentando vanamente explicarlo todo con la materia. En uno y en otro la unidad de la persona se pierde. Todo dualismo se enfrenta a un gran problema: explicar la unidad sustancial del ser humano.




La Biblia es más unitaria pues utiliza el término bäsar para expresar cuerpo, se emplea también para designar a los animales (nunca a Dios), por lo que suele indicar lo que el hombre tiene en común con los animales. El principal significado es el de “carne”, aunque puede significar también cuerpo pero su matiz de traducción es cuerpo espiritual como lo llama San Pablo, a veces este término sirve para mostrar toda la persona.

Más frecuentes son en la Biblia los términos de nefesh y ruah que expresan la realidad espiritual del hombre. nefesh (el hombre necesitado) aparece más de 700 veces en el Antiguo Testamento. Habitualmente se traduce por alma, aunque no siempre es correcta esta traducción. Puede significar garganta o faringe (órgano de las necesidades básicas de la vida: comer, beber, respirar), cuello, anhelo, vida, etc. Ruah (el hombre fortalecido) se distingue de nefesh y de bäsar por dos razones; en primer lugar porque designa una fuerza natural: el viento; en segundo lugar porque se atribuye más a Dios que a los hombres. Significa: viento, aliento, ánimo, fuerza vital, Espíritu...

Por último tenemos un término fundamental para la antropológica en la Biblia: Lêb (el hombre razonante) Es quizá el término más importante. Aparece 858 veces en el Antiguo Testamento. Suele traducirse por corazón, pero significa mucho más que el órgano corporal en sentido estricto. Es el centro de la vida personal, el motor de la existencia, de los afectos y de los proyectos. Es algo profundo, que sólo Dios conoce. Se puede traducir también por sentimiento y deseo, pero en muchos casos se refiere a la razón (“el corazón del inteligente busca la ciencia” Prov 8, 5). También se puede traducir por decisión, relacionando así la razón y la voluntad (“el corazón del hombre planea su camino” Prov 16, 9).

Desde el punto de vista metafísico pa persona se compone de esencia y acto de ser. El acto de ser constituyente de la persona irradia una vida que hace ser a la forma como tal con todas sus propiedades. El alma es principio de vida del cuerpo, que pasa a ser un cuerpo espiritual. Yo soy mi cuerpo, puede decir un ser humano, aunque no se pueda añadir que sólo soy mi cuerpo. Mi cuerpo es instrumento del alma y es digno como lo es la persona, por eso verlo sólo como un instrumento externo, como su fuese una “prótesis del yo” como si uno no se fuese responsable de lo que hace el cuerpo. Esto puede ser cierto cuando hay inconsciencia, enfermedad, o involuntariedad clara. Pero habitualmente lo que hace mi cuerpo es mío, es parte de mí. A través de él accedo a la realidad del mundo material y también de gran parte del espiritual. Es mío, realmente mío, se puede decir: “yo soy mi mano”, aunque no sólo sea eso, pero la mano no es un aparato ortopédico añadido. Si mi mano golpea o acaricia soy yo quien golpea o acaricia.

Tanto en la filosofía como en la espiritualidad se ha oscilado entre dos extremos: ¿el cuerpo es amigo o enemigo? Para salir de esta dinámica se debe acudir al hombre histórico, al hombre real. En el origen es patente la alegría de Adán al ver a la mujer y clamar “esto sí es carne de mi carne y hueso de mis huesos”[Gen 2] expresando la alegría al ver el cuerpo de Eva. La Biblia no pone ninguna palabra en boca de la mujer, sólo mostrarse. ¿Hemos de interpretar este silencio que su papel en la relación personal en cuanto al cuerpo es más atraer que buscar? Esto sería un buen tema para debate. Después del pecado original se da una dificultad para dominar el cuerpo, las relaciones sexuales pueden ser de uso de uno y otro como un objeto. En ocasiones, el cuerpo domina al hombre contra su querer, por ejemplo miedo que paraliza, enfermedades, obsesiones, vicios, cansancio, etc.

El cuerpo mínimo

Los antiguos hablaban habitualmente del cuerpo humano desarrollado, pero no tenían acceso al cuerpo mínimo (embrión). Aunque ya los primeros cristianos decían que se distinguían de los paganos en que no abortaban ni realizaban infanticidios. Si seguimos a Descartes el cuerpo es una máquina separada del alma y se unen accidentalmente; después los materialistas niegan el alma y tiene que explicar todo con el cuerpo, aunque sea imposible lo intentan con mil oscuridades; el sentido del animal no espiritual a que reducen al ser humano es su conciencia que emerge de la inteligencia.

Angelo Serra genetista y director durante algunos años del Departamento de Genética de la clínica Gemelli de Roma dice: “La ciencia puede establecer –como cualquier otro ser el momento concreto en el que un determinado ser humano comienza su propio ciclo vital” Serra explica la complejidad de la concepción en la que destaca tres características principales: coordinación, continuidad y gradualidad. Coordinación puesto que “el desarrollo embrional desde el momento de la fusión de los gametos hasta la formación del disco embrional, hacia el 14º día de la fecundación, es un proceso en el que se da un coordinado subseguirse e intregrarse de actividades celulares bajo el control del nuevo genoma, modulado por una ininterrumpida cascada de señales que se transmiten de célula a célula y del ambiente extracelular y extraembrional a cada una de las células. Esta característica implica y exige una rigurosa unidad en desarrollo. El embrión humano, incluso en sus más precoces estadios, no es y no puede ser una mera agregación de células ontológicamente distintas, como alguien quisiera sostener. Es, por tanto un individuo en el que cada una de las células que se van multiplicando están integradas estrechamente en el proceso.

La multiplicación celular y la aparición de los diversos tejidos y órganos aparecen a nuestros ojos como discontinuos. Sin embargo, cada uno de ellos no es sino la expresión de una sucesión de una sucesión de acontecimientos encadenados el uno al otro sin interrupción; si hay interrupción se da patología o muerte. Esta continuidad implica y establece la unicidad del nuevo ser en su desarrollo. Es evidente que al forma definitiva se alcanza gradualmente”[3]. La única conclusión lógica, afirma Serra es:”con la fusión de los dos gametos humanos, un nuevo ser comienza la existencia o ciclo vital, en el que realizará autónomamente todas las potencialidades de que está intrínsecamente dotado(...) El embrión, pues, desde la fusión de los gametos, ya no es un potencial ser humano, sino que es un real ser humano”.

Los errores dualistas al intentar destacar la excelencia del espíritu humano han puesto en bandeja a los materialistas la justificación de las conductas abortistas ahora, y fueron sustento de las crueldades médicas racistas y eugenésicas nazis. Esperemos que los técnicos manipuladores del cuerpo ni incurran en el mismo error antropológico y destruyan seres humanos, o creen monstruos, o atenten contra derechos elementales en la persona, sea nacida o no nacida.

Cuerpos desarrollados en relación al alma

Mouroux describe maravillosamente esta relación de muchos modos con una tendencia claramente positiva, por ejemplo cuando dice: “El cuerpo es para el alma un medio de acción. No actúa sino mediante él, como claramente se echa de ver en las acciones exteriores. Para vivir es necesario comer y beber, reaccionar ante los estímulos del ambiente. Para plasmar una civilización no basta concebirla; hay que edificarla con esfuerzos corporales. Todos conocemos la maravillosa capacidad de adaptación que posee el cuerpo para este género de trabajos, cuyo símbolo es la plasticidad de la mano: mano callosa del albañil, dura como la piedra que toca; mano del artista ágil y precisa para llegar a ser matemática e inspirada; mano del cirujano, sensible, inteligente y certera como el escalpelo. Desde este punto de vista, el hombre es un instrumento animado, un espíritu que posee y anima intrínsecamente su propio instrumento, expresándose realmente mediante su misma actividad. Como decían los antiguos, el hombre es inteligencia y mano: « ratio et manus»(Sentido cristiano del hombre. Ed Palabra. Madrid. 2001. p.74).

 
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El cuerpo es necesario aun para los actos más espirituales. Está hecho para el espíritu. Llegamos aquí a la raíz de la unidad de cuerpo y alma. La ciencia moderna no duda en admitir esta afirmación de Santo Tomás: «El alma está unida al cuerpo por el acto de la inteligencia, que es un acto propio y principal; por eso es preciso que el cuerpo, unido al alma racional, esté dispuesto del mejor modo posible para servir al alma en lo que es necesario al pensamiento». El cuerpo es instrumento del alma. “Mens sana in corpore sano”, se dice. Se podrían encontrar muchos otros dichos sabios de todos los tiempos y culturas. Es cierto que muchos sabios han tenido un cuerpo enfermizo que quizá les ha permitido una experiencia del dolor que les ha despertado el espíritu. Pero lo normal es que la mente necesite un cuerpo sano. Sin vista no se ve el arco iris, ni se pueden apreciar los colores ni la pintura, salvo Betthoven la música necesita oído fino, la sensibilidad del tacto, del olfato, del gusto, de la imaginación, de la memoria sensitiva abren posibilidades a entender y actuar.

El cuerpo como medio de expresión

El lenguaje es el máximo medio de expresión y comunicación. “Cuando miro a un hombre a los ojos, su mirada me responde. Me deja penetrar en su interior, o bien me rechaza. Es señor de su alma, y puede abrir y cerrar sus puertas. Puede salir de sí mismo y entrar en las cosas. Cuando dos hombres se miran, están frente afrente un yo y otro yo. Puede tratarse de un encuentro a la puerta o de un encuentro en el interior. Si se trata de un encuentro en el interior, el otro yo es un tú. La mirada del hombre habla. Un yo dueño de sí mismo y despierto me mira desde esos ojos. Solemos decir también: una persona libre y espiritual. Ser persona quiere decir ser libre y espiritual. Que el hombre es persona: esto es lo que lo distingue de todos los seres de la naturaleza”[ Edith Stein, ] Las ideas son iguales para todos los seres humanos, no así las lenguas en número casi infinito. El lenguaje necesita en primer lugar sonidos a los que se les da un contenido. Luego vendrán los gestos más o menos simbólicos como las: danzas. Después de las ideas está la manifestación de los sentimientos y aquí el cuerpo tiene un papel más significativo dentro de la ambigüedad de los sentimientos, pues pueden coexistir los contrarios o varios al tiempo. Es claro en la alegría por el gesto del rostro, la actividad, las expresiones vocales, etc; lo mismo para la tristeza (laxitud, rostro ensombrecido, cansancio). Más aún en la ira que puede llegar a una exaltación enorme, o en el miedo que puede llegar a la parálisis, emblanquecimiento o pérdida del cabello, sudor frío, o de sangre, incapacidad para un juicio o una decisión libre. El amor tiene muchas formas de manifestarse en los esposos, con los hijos, los abuelos, los amigos, los compañeros, los compatriotas etc. Lo mismo el odio que se une a la ira exaltada y el terror. El amor y el odio mezclados llevan a actitudes un tanto sorprendentes también en el cuerpo. Relajación y máxima tensión se suceden o se entremezclan.

Caben falseamientos en este lenguaje del cuerpo con maquillajes, ficciones, engaños, técnicas, de falsa naturalidad; que en realidad son mentiras gestuales ambiguas. Sin embargo, no es fácil engañar con el gesto, no sólo en el caso del niño que no sabe mentir o en el del hombre recto que si lo hace se advierte una conmoción.
La belleza es manifestada muchas veces en el cuerpo y aquí caben desde las sensibilidades apolíneas a las romanas o las simbólicas primitivas, o a las desarraigadas de las tribus urbanas o a las burguesas, con tabús o sin ellos, así como las provocadas por modas artificiales.

 
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El cuerpo como medio de comunicación

La comunión de personas es el grado más alto del amor personal. Se puede dar en el ámbito meramente corporal, en el afectivo o en el de intimidad que es casi como un cielo en la tierra cuando las personas que se quieren llegan a ese nivel. El cuerpo de más a menos siempre tendrá algo que ver en esa comunión: “Nos referimos ahora a la suprema dignidad del cuerpo: la unión y la comunicación de las personas. Esta función no surge de la nada, puesto que el cuerpo desempeña ya la misión de unimos con el universo. ‘Este cuerpo es un instrumento admirable, que, sin duda, no usamos en toda su plenitud. Con frecuencia lo empleamos tan solo para el placer, el dolor y los actos indispensables para la vida. Unas veces nos confundimos con él. Otras olvidamos su existencia. Ora como brutos, ora como puros espíritus, ignoramos los lazos universales con que estamos unidos, la maravillosa sustancia de que están fabricados. No obstante, por el cuerpo participamos de lo que vemos y tocamos. Somos piedras, árboles. Intercambiamos contactos e inspiraciones con la materia que nos rodea. Tocamos y somos tocados. Transportamos virtudes y vicios. Sumergidos en la fantasía o el ensueño, adoptamos la naturaleza de las aguas, la arena, nubes ... »[MOUROUX].

Hay situaciones en que la expresión corporal es mucho más fuerte que el lenguaje hablado, tanto si no se pueden emitir palabras por imposibilidad, como por emoción: “Volviendo a las palabras y a los gestos, diremos que llegan a ser instrumentos de comunicación en la medida en que son capaces, por encima de su sentido directo y definido, de revelar algo de nuestro misterio. Cuando dos seres que se aman se encuentran después de largo tiempo, se dirigen a menudo las palabras más simples y vulgares, pero sus almas se compenetran y se estrechan mediante esta misma pobreza de palabra. Cuando dos seres sufren juntamente, con frecuencia se realiza la participación más profunda en el mismo dolor, a través de una minada o del silencio, de una palabra que se anuda en la garganta, de una lágrima que se asoma al borde del párpado.

Por otra parte, hay algunas experiencias cruciales al comienzo y al final de la vida que aclaran más la función desempeñada por el cuerpo. La primera sonrisa que el niño dirige a su madre, por ejemplo. En este caso, no solamente se franquea la prisión corporal, sino que el cuerpo mismo es el medio de relación gracias al cual la madre y el hijo comparten la misma alegría. La última mirada del moribundo ofrece una experiencia análoga. El cuerpo va convirtiéndose paulatinamente en una prisión en la que el alma se encuentra recluida antes de evadirse. Sin embargo, esta última minada es el supremo ímpetu en que se insertan el llamamiento y el deseo, el sufrimiento y el amor. Tenemos, finalmente, el caso de los que se encuentran privados de la voz, del oído y de la vista al mismo tiempo. Almas aherrojadas y condenadas, cuerpos inútiles, sin ventanas. ¿Cómo lograr que en ellos nazca un signo? Sin ojos, sin oídos, sin lengua, solo les queda la mano, la bendita mano, y con ella la inmensa docilidad del cuerpo y el deseo infinito del alma”[ MOUROUX].

Ciertamente el arte nos permite deducir análogas conclusiones. Este medio de comunicación profunda pone en juego todo el cuerpo. Tanto en el artista que trabaja, necesitado de una cierta delicadeza de órganos, de una habilidad manual o corporal, como en el espectador, oyente o lector, que actúa a su manera, vibrando al unísono. Sin embargo, se requiere una especial educación de cuerpo y alma para penetrar en este mundo encantado. El ejemplo de la música es, quizá, el más significativo. La música es capaz de efectuar la unión de una muchedumbre, ya se trate de un regimiento en desfile, con música al frente, o bien del Credo, cantado a plena voz por millares de peregrinos. Una vibración física enorme se apodera del ser humano, le agrega a la masa y le arrastra con su vértigo. Esto no es la cima del arte, y resulta a veces infinitamente más peligroso, por su formidable potencia. Por otra parte, cuando se ha llegado a penetrar verdaderamente en el reino de la música, la comunión se hace más profunda. Un aria de Mozart, una fuga de Bach, una sinfonía de Beethoven nos introducen en un mundo nuevo y nos hacen penetrar en una intimidad inefable, en que el alma queda liberada y cautiva al mismo tiempo. Se cuenta de Beethoven que, yendo a visitar a una madre que acababa de perder a su hijo, entró sin decir palabra, se sentó al piano y tocó durante unos instantes. Al marcharse, la madre lloraba de ternura y de agradecimiento.

En cualquier caso, cuando el organismo corporal funciona a la perfección, toda la vida espiritual se desarrolla sin esfuerzo ni pérdidas por “rozamiento”. El ser espiritual-anímico y la vida se expresan en el cuerpo, nos hablan a través de él. Pero también aquí lo corporal puede poner obstáculos: malformaciones patológicas, por ejemplo paralizaciones de músculos y nervios, o un crecimiento desmesurado de los tejidos, perjudican a la capacidad de expresarse, mientras que un cuerpo sano, que funcione con normalidad y esté bien ejercitado, «responde» con facilidad. (Con todo, hay que tener en cuenta que la correcta constitución del cuerpo es una condición meramente negativa, cuyo cometido se limita a posibilitar la formalización espiritual. La formalización como tal es realizada de hecho por el alma espiritual: un cuerpo sano, entrenado e incluso bello puede ser bien poco “espiritual”, mientras que uno enfermo, débil y poco ejercitado puede estar muy espiritualizado). El cuerpo no es solamente expresión del espíritu, sino el instrumento del que éste se vale para actuar y crear. El pintor, el músico y la mayor parte de los artesanos dependen de la habilidad de sus manos, al igual que para muchas profesiones se requiere fuerza o movilidad de todo el cuerpo, y para otras un alto grado de desarrollo de este o de aquel sentido. En todos los casos, la salud y un funcionamiento normal del cuerpo son condición del éxito, pero de nuevo es necesario, también en todos los casos, que el espíritu tome en sus manos el instrumento idóneo y fácil de manejar y lo emplee de la manera adecuada. A modo de resumen podemos decir que el cuidado y el ejercitamiento del cuerpo, realizados conforme a un plan y con vistas a unos objetivos determinados, contribuyen a que pueda llegar a ser espiritual. Pero únicamente podrá llegar a serIo en virtud de una formalización espiritual es decir, por un lado en virtud de que en él hay una vida espiritual que impulsa y guía voluntariamente el proceso de formalización, y por otra parte en virtud de que el espíritu utiliza al cuerpo para fines espirituales.

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